Os voy a explicar la película para los que no seáis de por aquí, primero tenemos a Alberto Mateos que pasa por ser el fotógrafo cacereño con más sensibilidad cofrade, a varias cuartas del siguiente; luego hay un tipo de Sevilla que ve una foto de nuestro Alberto, la coge como modelo, la pinta, la presenta al concurso y le dan el primer premio. Al de Sevilla, no a Alberto. Alberto ya ha ganado el concurso otros años por méritos propios. Pero el tipo de Sevilla dice que no, que plagio no sabe si se escribe con G o con J, que los artistas son asín. Y que claro, si las musas se dan una vuelta por Google pues quiénes somos nosotros para decirles lo contrario, ¿o no? Y si viene un tipo de Sevilla y pinta la foto de un tipo de Cáceres y gana el concurso del cartel de la Semana Santa de Cáceres, y el segundo premio se lo dan a un tipo de Valencia porque los paisanos pasan tres pueblos del concurso del cartel de Cáceres… pues total, aquí no pasa nada. Tampoco pasó en 2016, a fin de cuentas.
Pero ojo, que yo no estoy diciendo que el tipo de Sevilla que ha pintado el cartel de izquierda sea un plagiador. No lo estoy diciendo. Tú puedes ponerte a pintar, su reflejo por aquí, su churretón de sangre por allá, y oye, al final te sale un dibujo parecido a una foto que alguien había hecho antes. Pues ya está, puede ocurrir.
Una cosita rápida, que no tengo mucho tiempo. Va a ser un conjunto de ideas desordenadas, pero suficiente para que la próxima Semana Santa no me volváis a decir que tengo abandonado el blog.
Hay cosas muy de Cáceres de las que conviene hablar no solo en privado, sino también en público. Y por un momento hay que dejar lo accesorio a un lado. A fin de cuentas tenemos 365 días al año para darle al pueblo el entretenimiento de lo liviano y de lo pasajero.
Por ejemplo, aquello de que la madrugada no la ve mucha gente. Aunque a mí me gusta decir que la madrugada en Cáceres no la vive mucha gente.
La madrugada es la procesión más importante de Cáceres, por dos motivos solamente: por lo que significa, y porque sale el Nazareno.
La más importante, he dicho.
Si solo saliese el Nazareno sin los otros siete pasos, seguiría siendo la procesión más importante de la ciudad. Si solo salieran los otros siete pasos sin el Nazareno, seguiría siendo la procesión más importante de la ciudad. Esto hay gente que no lo entiende, pero no debemos olvidarnos de la importancia de recrear los procesos civiles y judiciales que sufrió Jesús en la transición del Jueves al Viernes Santo. La madrugada es importante por lo que es y lo que representa, aquí y en Lugo, salga una cofradía o salga otra, haya una procesión o haya quince. Debería ser lo más importante para cualquier cofrade.
La cuestión del poco público en la madrugada de Cáceres es un problema hasta donde nosotros queramos que sea un problema. Hay a quien le importa poco, hay quien lo convierte casi en una cuestión de Estado.
Ni una cosa ni la otra. Pero está claro que a todos nos gustaría ver mejorar este asunto.
Yo, y discúlpenme el pesimismo, creo que nunca lo veremos resuelto.
Se podría pensar en resolver si se tomase conciencia de que la madrugada es una cuestión central y un aspecto esencial de la Semana Santa de Cáceres. No de la cofradía del Nazareno.
Pero todos sabemos que eso no ocurrirá nunca.
Jamás, nunca, de ninguna manera, va a aumentar el público de la madrugada gracias a la toma de decisiones unilaterales. Hace medio siglo, o incluso menos, la gente acudía a la madrugada como un acto de fe y como un acto tradicional. Hoy queda poco de todo aquello.
Cada cofradía y cada mayordomo mira primero por sus intereses, sus horarios, sus hermanos, sus presupuestos, y luego -si acaso- mira por las demás. Actitud que, por cierto, no casa mucho con los preceptos cristianos de ayudar al prójimo y todo eso, pero tampoco vamos a pedir peras al olmo a estas alturas. Primero la mía y luego las demás. Así es como se gestiona la Semana Santa de Cáceres. Observarán que estas actitudes no han provocado ningún problema grave (quiero decir, realmente grave) en estas últimas décadas, pero también estaremos de acuerdo en que las posibilidades de que pase algo irremediable crecen conforme pasa el tiempo. Porque el gallinero se va revolviendo como a ráfagas. Bueno.
Supongo que es lógico.
Cuando se crea o sea re-organiza la UCP, en 1986, los mayordomos y responsables de las cofradías eran pocos y bien avenidos.
Ahora son el doble y… bueno, dejémoslo en que son el doble.
Hay 5 miembros de la permanente en la UCP, que velan por la Semana Santa como evento global y lo hacen muy bien, y 14 o 15 mayordomos que más bien me los imagino en los plenos velando por arrimar el ascua a su sardina sin que se note mucho. 5 contra 15, no parece una proporción muy justa. Aunque más que una cuestión de números debería ser una cuestión de preposiciones, y la cosa se aliviaría si fuésemos capaces de cambiar el «contra» de la locución anterior por algún otro recurso como «con» o «junto a«. Si lo leemos despacio da otra impresión, ¿verdad?
Volviendo al planteamiento inicial, suena a chiste pensar en pedirle a un mayordomo o a una directiva de cualquier hermandad que se involucre o que piense en soluciones para arreglar el problema de la madrugada.
¿Se imaginan? Jejeje.
No digamos ya que piensen en cambios de horarios o de estructura de «su» procesión.
El problema de la madrugada en Cáceres nunca se resolverá, porque se piensa que es cosa solo de la cofradía del Nazareno, y se las deben ingeniar ellos con sus problemas.
Entre los mayordomos no hay un sentimiento real de unión ni de hermandad ni de abordar los problemas comunes. Hay hermandad entre los 15 o 20 miembros de mi grupo o de mi cofradía, pero no la hay con las otras. Normal, ¿no? Son las otras. Llevan otro nombre, otra túnica, otra filosofía. Parece mentira pensar que todas representan la misma cosa y al mismo nivel, ¿no? Qué extraño, y qué utópico al mismo tiempo.
Luego eso sí, cada una por su cuenta te riñe amablemente porque no acudes a los cultos o a los actos (de su cofradía, entiéndase). ¡Somos hermanos! ¡Hay que acudir a los cultos! ¡A las reuniones! ¡No podéis estar en tantas cofradías! Ya.
Después los escuchar hablar de mi Cristo, mi hermandad, mi paso, mi, mi, mi. Tu Cristo, y tu Virgen, so tarugo, es el mismo que el de allí enfrente. El mismo. Representa la misma cosa. Aunque se lleven quinientos años. El egoísmo, el yo, el mi, mi, mi, tampoco es muy cristiano que digamos. Que luego decimos que los fanáticos son los de otras religiones, pero… mi Cristo, mi Virgen, que nadie se meta con ellos.
Ello entronca con algunos de las leyendas urbanas más sorprendentes que hoy día seguimos alimentando y lo peor es que muchos se las creen a fuerza de repetirlas. La Semana Santa de Cáceres goza de excelentísima salud. Nunca ha habido tantos jóvenes ni tantos niños en las procesiones ni dispuestos a cargar pasos. Si hubiese registros y sumásemos cifras, tendríamos la demostración. Pero como no hay demostración fehaciente, se puede seguir repitiendo que la Semana Santa va para atrás.
Otra muy habitual es aquella de «todos somos los mismos en todas las cofradías».
No, no y no.
Hay hermanos que pertenecemos a muchas, yo por ejemplo. Eso es correcto. Y un grupo más o menos numeroso que coincidimos en muchas. También. Pero jamás ha habido tanta concentración de hermanos en las mismas procesiones como hace 30 o 35 años. Entonces sí eran los mismos, de manera literal, en todos los varales.
Si el año que viene faltásemos todos los que repetimos en varias procesiones… los pasos seguirían saliendo a la calle. Que sí.
Una vez más, no hay forma de demostrarlo. Es una opinión gratuita que no se puede rebatir ni demostrar. Pero alguien tendrá que alzar la voz de vez en cuando ante tanta mentira repetida sin conciencia.
Y la última, que quizá es mi favorita. Que es que ahora casi todos los pasos van sin relevo. Que antes todos los pasos llevaban relevo. Es increíble lo melones que somos y la poca memoria (o estrechez de parietales) que tenemos. Claro que antes iban los pasos con relevo.
Los pasos han dejado de tener relevos no porque haya menos gente. De hecho, hay más gente cargando que nunca.
Repito: HOY, 2018, HAY MÁS GENTE DEBAJO DE LOS PASOS DE LA QUE HA HABIDO NUNCA EN LA HISTORIA DE ESTA CIUDAD.
Los pasos han dejado de tener relevos primero porque ahora, además de más gente, hay más pasos que antes. Y segundo y principal porque antes cargaban 24, 28, 30 hermanos en casi todos. Hoy se meten 36, 40, 50 o más personas debajo, y aún sobra sitio en algunos. Antes se cargaba con almohadillas individuales, hoy hay varales corridos para todo el mundo. Se han remodelado pasos y se han construido más grandes y con más sitio. Que hace 30 años no se veía ningún paso con 50 o 60 personas debajo como ahora.
Sé que esto no va a llegar a ningún sitio, pero yo me quedo agusto diciéndolo. El año que viene seguiremos escuchando la misma cantinela, ya verán.
Vuelvo al tema organizativo, que me despisto.
Este año hemos tenido la bonita novedad de la Pasión Viviente, que con muchos aciertos y pocos fallos ha sorprendido a todos por la afluencia de público y por cierto desbordamiento de las previsiones iniciales.
3 o 4 días después comenzábamos, con más o menos los mismos actores, la representación de la otra Pasión, que dura 8 días pero no deja de ser una conmemoración de lo mismo. No pude evitar pararme a pensar si la Pasión Viviente se hubiera organizado de la misma manera que lo hacemos en la Semana Santa.
Imaginen que el año que viene coge el grupo de legionarios romanos y dice «nosotros a partir de las 22:00 ya no trabajamos, que al día siguiente tenemos que madrugar«. O el tipo que hace de Pilatos «mi escena tiene que empezar a las 20:00 que es cuando más espectadores van a venir a verme«. O los figurantes que iban detrás, que en 2019 decidan formar un Consejo de Figurantes para defender sus intereses, porque nadie debe imponerles a qué escenas acudir o qué ropa ponerse o incluso si deben cobrar o seguir haciéndolo voluntariamente. A fin de cuentas ellos también participan con su tiempo en los ensayos, no?
¿Se imaginan? ¿Cómo ha sido posible organizar La Pasión Viviente y que haya salido bien? Pues porque todos los que participaban lo hacían con un único fin común e integrados en una misma causa.
¿No ven ustedes paralelismos?
En la Semana Santa y en cuestión de cofradías a veces parece que hubiera no una, sino 15 o 16 causas distintas. Ahí es cuando empieza a patinar el asunto.
Claro, la Pasión Viviente se ha diseñado desde cero con un objetivo claro.
La Semana Santa se supone que tiene un objetivo claro, pero evoluciona año a año de manera dispersa y ramificada, sin un organismo que la dirija. Hay organismos coordinadores, pero no un ejecutivo central. La Semana Santa debe incorporar nuevos actores a su nómina cada año. Cuantos más, mejor. No son los actores quienes deban incorporarse a ella unilateralmente. Entiéndase la diferencia.
Se deja como ejercicio hacer una retrospectiva y pensar en qué momento de los últimos 30 años se han dado este tipo de situaciones, y qué resultados han provocado en el largo plazo. Porque esa es otra, tenemos una visión muy cortoplacista de este evento, y nos cuesta mucho entender que todos estamos aquí de paso. Que 15 o 20 años en el contexto de la Semana Santa en realidad no es nada de tiempo. Y que el foco hay que ponerlo en la continuidad, no en el cortoplacismo.
Hay múltiples lagunas (unas importantes, otras no) que no se resuelven en nuestra Semana Santa porque, en la práctica, no hay ningún organismo capaz de imponer nada a las cofradías. Esto hace 30 años podía funcionar. Hoy, no tanto. La Semana Santa ha cambiado mucho desde los primeros años 80, pero los mecanismos que la gestionan no han evolucionado al mismo son. Y no pasa nada: en cualquier momento pueden evolucionar y actualizarse, si queremos. Pero tenemos que querer.
Me estoy imaginando ahora mismo a muchos de vosotros, algunos conocidos, otros incluso amigos, leyendo estas líneas y tratando de rebuscar y escarbar ejemplos recientes de lo que acabo de decir para acomodarlos a vuestra línea de opinión. Lo siento pero no, no van por ahí los tiros. Yo creo que en esto estamos patinando un poco todos por igual.
Es como el asunto este de la carrera oficial. De unos años a esta parte a alguien se le ha ocurrido que la solución a no se sabe muy bien qué problemas sería una «carrera oficial». El asunto de la «carrera oficial» nace viciado por un sesgo de percepción, es decir: hablamos de la carrera oficial porque es un elemento existente en otros lugares. Si no tuviéramos conocimiento previo de su existencia, a nadie en su sano juicio se le ocurriría proponer un concepto o invento como el de «carrera oficial» para resolver nada en Cáceres.
Es un absurdo hablar de ello, por un solo motivo, que ya he sacado antes a la luz: en la actualidad no hay nada ni nadie que pueda imponer nada a las cofradías. Sí en la teoría, no en la práctica. Solo por eso, es absurdo perder el tiempo en hablar de carrera oficial como solución para nada. Por cierto, que hace algunas décadas ya había en Cáceres una suerte de tribuna oficial. No es un invento nuevo ni nada que no se haya hecho antes. Recuerdo esto como paliativo para los del discurso del ¡ya basta de importar cosas «de fuera»! Que también sois muchos y muy ruidosos.
Una anécdota, por cierto, ahora que me estoy acordando.
Este año pude conversar con un hermano cofrade, ya veterano en estas lides, que sostenía vehementemente que la solución a todos los males de la madrugada era que la procesión del Nazareno saliese a la 1:00 del Viernes Santo.
No voy a analizar aquí la propuesta, no es el caso.
La cuestión es que otro compañero le argumentaba: -«pero saliendo a esa hora no les da tiempo a acudir a los de la cofradía de X». A lo que el primero respondía con gesto de enfado – «bueno bueno, los de la cofradía X que se apañen ellos«.
Esto es una conversación real en la que participé el Domingo de Ramos por la tarde. No he cambiado ni una coma más allá de lo que la memoria me ha permitido reflejar.
No sé si puedo resaltar lo suficiente el uso de esta forma de expresión: «…LOS DE LA COFRADÍA X«.
Como queriendo decir… los otros. Los pobrecitos. Los del otro lado. Los del segundo plato. Que se apañen ellos. No hace falta emplear palabras malsonantes ni torcer el gesto para desprender un leve tufillo a desprecio y prepotencia.
Esto refleja a la perfección el escenario cofrade que tenemos hoy en día, donde las cofradías se perciben como instituciones individuales donde prevalece, de algún modo, el individuo que tenga más edad o más dinero, frente al joven o al pequeño. Da igual que sus miembros sean en muchos casos los mismos.
Las cofradías se siguen viendo como clubes de fútbol, donde prima el sentimiento de pertenencia (verse ligado a unos colores, a un escudo, a una estructura social determinada). Yo lo llamo hooliganismo cofrade, y muchos amigos se enfadan cuando empleo esta expresión. Yo les digo que si les molesta es porque algo les toca de cerca. Si fuese una tontería sin sentido se reirían y no le echarían cuenta.
Parece mentira, tanto que nos llamamos cristianos, lo que nos cuesta entender que las cofradías son pequeñísimos gránulos que representan la misma cosa. Todas por igual. Esto se ha desvirtuado en las últimas décadas merced a un crecimiento imprevisto que nadie ha sabido prever (era difícil) ni gestionar.
A la Semana Santa cacereña se han ligado conceptos que hace 30 años ni existía ni se imaginaba que iban a existir, como el turismo, el impacto económico, el número de espectadores, las retransmisiones, las redes sociales, los premios, etcétera. Cuando uno pensaba en Semana Santa en los años 80, no se le venían a la cabeza ninguna de estas cuestiones. ¿Por qué? Por el sencillo motivo de que había cosas muuucho más importantes de las que ocuparse.
Hoy, ahora, terminando la segunda década del siglo XXI, vemos los titulares pre y post Semana Santa y nos encontramos con que las cuestiones importantes son si los saeteros cobran o se tienen que ir fuera, si una banda ha tocado tal marcha en tal sitio, si los bares quitan las terrazas a tiempo, o si una procesión debe salir media hora más temprano o más tarde.
En fin.
Tampoco tengo claro si a los nuevos cofrades que se incorporan (la generación que ahora tiene diecipico años) se les está educando en este sentido o no. Yo diría que no -ni en este ni en ningún otro-, así que lo que nos depare el futuro es completamente impredecible. Y esto, en cuestión de cofradías, creo que no es bueno. Confiaremos en el buen juicio de los que vienen y de los que están para quedarse.
Ah, y lo último: hay que exterminar los pasos infantiles.
«Una de las notas más curiosas que pueden darse a conocer de las cofradías pasionistas cacereñas es la de las comidas de hermandad que celebran las mismas, y que conservan fielmente.
Unas cofradías celebran el desayuno, otras las comidas y otras las cenas, y -como denominador común-, hagamos patente, pongamos bien de relieve, el silencio absoluto que en las comidas se observa, ya que su transgresión es sancionada inmediatamente con una multa dedicada a engrosar la colecta que siempre se realiza con destino a las intenciones de los enfermos de las hermandades.
Incardinada en la céntrica parroquia de San Juan Bautista, la cofradía de los Ramos, Cristo de la Buena Muerte y Virgen de la Esperanza -de las más modernas y nutridas de hermanos de las siete cofradías penitenciales de la ciudad cacerense- celebra el desayuno el Domingo de Ramos.
La Ilustre y Real Cofradía de la Santa Vera Cruz celebra la tradicional cena la noche del Jueves Santo. Después de la procesión acuden todos los hermanos con la Junta Directiva a la cabeza al lugar de la cita. Se verifica en la casa parroquial de San Mateo, enclavada en el maravilloso barrio monumental, ideal para los desfiles procesionales de la Pasión del Señor. Antiguamente se cenaba el clásico frite, plato evocado por los cofrades de mayor edad; hoy, el menú es a base de platos de huevos, pescado, arroz, etc. Al iniciarse la cena se rezan las preces de ritual; el hermano mayor bendice la mesa y desde este momento transcurre la comida ya en riguroso silencio, solicitándose los utensilios y bebidas por señas. Terminada la comida, el propio hermano mayor avisa para que se pueda hablar, lo que casi siempre se hace a los postres. La Real Cofradía de la Santa Vera Cruz viene celebrando la cena hace siglos, desde que en 1521 se aprobaron las ordenanzas fundadoras por las que se rige.
La Real Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno y Nuestra Señora de la Misericordia, de la parroquia de Santiago el Mayor, celebraba antes la comida. Asistían los doce hermanos más antiguos, con el director espiritual. Ahora verifica el desayuno después de la impresionante procesión de la madrugada del Viernes Santo, la llamada “procesión de Jesús», que es la más tradicional de Cáceres.
La Junta Directiva de la Real Cofradía del Santo Entierro y Nuestra Señora de la Soledad, después de asistir a la misa de comunión e imposición de la medalla distintivo a los nuevos cofrades, se reúne con estos en fraternal desayuno el Domingo de Pasión. Por último, la directiva y todos los hermanos cofrades de la misma hermandad -hermanos de carga y de escolta- asisten el Domingo de Resurrección, una vez terminada la procesión del encuentro -que en la ciudad de Cáceres se denomina “procesión del Resucitado” y figura en la misma la Virgen de la Alegría- a una comida que se viene efectuando hace siglos, sin interrupción desde la fundación de la cofradía en el primer tercio del siglo XVI.
Hemos facilitado a los lectores datos interesantísimos relacionados con la Semana Santa Cacereña, cuya celebración, no obstante la promoción turística de la Alta Extremadura, no es conocida como merece por las notas señeras que presenta.»
NOTA: Transcripción literal del artículo publicado por D. Valeriano Gutiérrez Macías en el Periódico Extremadura, en abril de 1968.
Breve historia de la Semana Santa de Cáceres en el siglo XX
Un recorrido superficial por la Semana Santa cacereña a lo largo del siglo XX, con el propósito de dibujar su evolución y conocer cómo pasa de ser un evento circunscrito al ámbito local a una gran celebración con proyección exterior y que trasciende -aunque no abandona- el hecho puramente religioso.
I – Primer tercio de siglo
Para ilustrar cómo era la Semana Santa cacereña durante el primer tercio del siglo XX, acudiremos a un texto del eminente D. Valeriano Gutiérrez Macías, publicado en la prensa local a modo de estudio retrospectivo. Lo transcribimos de manera literal:
Siempre se distinguió Cáceres -ciudad de acendrado sentimiento religioso- en celebrar la Pasión del Señor con gran recogimiento y piedad y se acusó en los primeros años de nuestro siglo, pues durante la Cuaresma no dejaron nunca de realizarse misiones, como la que tuvo lugar en la parroquia de Santiago El Mayor por el santo P. Tarín. Fue una misión fructífera y se llevó a cabo en 1907. Muchos cacereños por primera vez recibieron el Pan de los Ángeles de manos del austero varón.
Con este ambiente de piedad se celebraba nuestra Semana Mayor sin lujos ni pretensiones de “pasos” (sic), pero sí de recogimiento y devoción, según todos los testimonios que hemos recogido de viva voz de cacereños fervorosos, amantes de las tradiciones.
No se celebraban las procesiones con gran esplendor; eran sencillas y austeras, pues nuestra Semana Santa nunca fue ni “castellana” ni “andaluza”. Fue netamente “Cacereña”, con características propias, inconfundible, pero por eso no ganaban las aludidas conmemoraciones en entusiasmo y fervor.
Las cofradías
Existían tres: la de Nuestro Padre Jesús Nazareno, en la parroquia de Santiago el Mayor; la de la “Santa Vera Cruz”, en San Mateo, y la de la Soledad y Santo Entierro, que fue de San Mateo y luego pasó a pertenecer a Santa María como iglesia matriz en lo oficial.
Las procesiones comenzaban el Domingo de Pasión, Domingo del Calvario, con un desfile de la Virgen de la Soledad, que iba al Calvario y allí, en su pequeña ermita, la colocaban en un templete delante de éste, y en un púlpito que existía enfrente, el sacerdote pronunciaba el “Sermón de Pasión”; pero, como gran parte del público que iba en la procesión se quedaba allí y celebraba después de la misma con meriendas e incluso bailes -hemos de decir que en las meriendas privaban las célebres “tortas del calvario”- esto resultaba un poco grotesco y, para evitar las profanaciones, se suprimió la procesión antedicha.
Primeramente se hacía la representación de la Crucifixión en el balconcito alto de la ermita, acto que siempre impresionaba a los asistentes. Iban muchos cacereños. Por el camino se hacía el Vía Crucis. Puede decirse que era un día grande, extraordinario en el orden pasionista de Cáceres, pueblo creyente por excelencia. Todo esto constituía el verdadero pórtico de la Semana Santa cacereña.
El Miércoles Santo salía otra procesión de San Mateo. Se dirigía a San Francisco (hoy Colegio Provincial). Procesión penitencial con el Cristo del Humilladero; la ermita estaba en la actual fábrica de harina de los García-Casillas. En esta procesión iban muchos penitentes descalzos, que portaban grandes cruces.
En el mismo día comenzaban, por la tarde, las “tinieblas” en los templos. No faltaba a éstas ningún niño. La asistencia de los pequeños no era solo por ir a la iglesia, sino también por ver cómo se apagaba la última luz del triángulo para, acto seguido, formar el ruido consiguiente sin ninguna responsabilidad, ya que se permitían “matracas” y otros instrumentos.
Jueves Santo: Se celebraban los oficios por la mañana, y, por la tarde, alrededor de las 7, salía la procesión de la “Santa Vera Cruz” de la iglesia parroquial de San Mateo. Recorría la Cuesta de la Compañía, entraba en Santa María, pasaba luego por la Cuesta del Maestro hacia la Plaza de Santiago y hacía lo propio en San Juan hasta San Mateo. Como se verá, este desfile procesional hacía el recorrido por las cuatro parroquias cacereñas.
Anotemos que entonces era costumbre que entrasen los “pasos” en las mismas.
El abolengo de esta procesión se remonta hasta la Edad Media y en la misma figuraban los Caballeros de algunas Órdenes Militares.
Después, la procesión a que nos referimos decayó de su antiguo esplendor y vino a ser de gremios, y, como entre sus “pasos” figuró siempre la “Oración del Huerto”, se adscribieron, se “hicieron” hermanos de la Cofradía casi todos los hortelanos de Cáceres.
El año 1930 se reorganizó la Cofradía Pasionista. En 1931 se estrenó el paso “Beso de Judas”.
Al advenimiento de la República, la Hermandad quedó floja de hermanos, lo mismo que las demás Cofradías.
Hagamos constar que la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno se mantuvo bastante nutrida, aunque también se acusó el movimiento de descenso en el número de hermanos.
Los pasos de la cofradía de la Santa Vera Cruz, la Oración en el Huerto, Beso de Judas, El Señor Amarrado a la Columna, se vieron incrementados hace unos años con la Dolorosa de la Cruz, réplica de la del famoso imaginero castellano Gregorio Fernández, debida a la generosidad del ministro del Señor que rigió la parroquia de San Mateo, don Santiago Gaspar Gil, en las letras «Extremeñófilo».
Hay un detalle de la cofradía de la Vera Cruz que no podemos omitir en esta exposición: en la procesión y, cual un cabo de gastadores de una unidad castrense, iba el entrenador «Cantares» con una túnica negra y tocando una corneta. Le acompañaba siempre toda la chiquillería. Era frecuente que «Cantares» dejase la corneta a los muchachos que se la pedían.
Viernes Santo:Puede decirse que siempre giraron todas las procesiones de la Semana Santa Cacereña en torno a la de Nuestro Padre Jesús Nazareno, que salía de la iglesia de Santiago El Mayor a las 5 de la madrugada.
Con gran respeto asistían a este desfile procesional, de la mano de la madre cariñosa, los niños. Ninguna madre cacereña se perdía el ver desfilar a Jesús Nazareno. ¡Qué emocionante era! ¡Qué pena daba a la infancia ver al Señor con la Cruz y su frente chorreando sangre!
Hemos de abundar en que familias enteras, presididas por los padres, acompañaban al Nazareno dando el mejor ejemplo de devoción y religiosidad.
La procesión de Jesús era la única en que las personas que no podían asistir a la misma velaban el paso de cortejo desde sus casas, ventanas y balcones. Al paso de la venerable e impresionante imagen -que creara Tomás de la Huerta con su mágico buril- alumbraban con capuchinas, faroles, velas, etc.
En esta madrugada de Viernes Santo que estamos narrando a los lectores figuraban cofrades con faroles en forma de cruz, de cristales verdes, azules o rojos. En esta procesión iban dos hombres con hábitos morados, con campanillas en forma de ristre, tocando. Delante siempre iba «Cantares».
Santo Entierro:La solemnísima procesión del Santo Entierro se celebraba el Viernes por la tarde con el Santo Sepulcro en una sencilla urna de cristal y también la Virgen de la Soledad.
Todas las procesiones cacereñas hacían el recorrido que se denominaba «la Carrera Oficial».
Las marchas fúnebres de las bandas de música eran lo suficiente para emocionar a todos los cacereños.
Como notas esenciales de la Semana Santa indiquemos la mayor humildad posible, la piedad, el perdón, el fervor que lo llenaban todo.
Así era la Semana Santa a comienzos de la presente centuria, tal y como nos la han relatado don Rafael Arroyo Marchena y don Santos Floriano Cumbreño, dignos cacereños, a quienes expresamos la más profunda gratitud.
Texto de Valeriano Gutiérrez Macías (original publicado el Viernes Santo de 1967).
II – Década de los 40
Es de todos conocido que los años de la República, y la posterior Guerra Civil española, resultan convulsos para las cofradías y para las celebraciones de Semana Santa, no solo en Cáceres sino en todo el territorio nacional. Tal es el escenario que la Semana Santa cacereña se queda sin procesiones durante el año 1932. Tras este difícil tránsito, las tres cofradías activas en la ciudad (Vera Cruz, Nazareno y Soledad) atraviesan durante la década de los 40 unos años de tibia recomposición.
La cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno había modificado poco antes de la Guerra Civil el itinerario de su desfile del Viernes Santo, que hasta entonces atravesaba la calle Ancha y bajaba por la Cuesta de la Compañía. Las reformas urbanísticas en esta última calle, y en especial la inclusión de escaleras en la parte baja de la misma, obligan a la hermandad a bajar hasta Santa María por los adarves y la calle del arco de la Estrella. De igual modo la cofradía de la Vera Cruz, que también bajaba por la Cuesta de la Compañía, tuvo que cambiar su itinerario por estas fechas.
Aquí vemos una imagen de la salida de la cofradía desde San Mateo, sin fechar, pero con toda seguridad perteneciente a la década de los años 30 o primeros años 40. En primer plano vemos el paso de la Oración en el Huerto y al fondo, encarando la Cuesta de la Compañía, se ve la Cruz de la Toalla.
Imagen del mismo cortejo tras haber descendido la Cuesta de la Compañía, entrando en la plazuela de los Golfines desde San Jorge. Ambas fotografías halladas en el Archivo Municipal de Cáceres, la primera de ellas incluida en el fondo de J .R. Marchena.
A partir de 1941, la cofradía del Nazareno decide de nuevo variar el itinerario de la procesión de la madrugada para hacerlo más cómodo, e incluso adelantar el horario tradicional de las cinco horas para salir a la una. Se suprime el paso por los adarves, tal y como podemos ver en el programa previsto para el Viernes Santo de 1943 (da la casualidad de que ese año la procesión tuvo que suspenderse, por lluvia).
Se cuenta, sin haber podido hallar documento que lo corrobore, que pese a la suavidad del recorrido los hermanos de carga del Calvario a duras penas pudieron alcanzar la Plaza del Duque “debido a las penalidades pasadas y a las privaciones presentes” (refiriéndose a las penurias de la guerra civil y las dificultades de la posguerra).
El horario de la una de la madrugada se mantuvo hasta que se hizo cargo de la mayordomía D. Santos Floriano. Durante estos años solo procesionaban cinco pasos: Jesús Nazareno, La Magdalena, la Verónica, el Calvario y el Descendimiento (que era como se conocía al actual paso de la Virgen de las Angustias).
Por otra parte, la procesión del Silencio -instaurada poco antes, en la década de los años 20- solo contaba con el paso de la Virgen de la Misericordia. Se celebraba en la madrugada del Viernes Santo al Sábado, con un horario de salida que variaba entre las 23:30 (del viernes) y las 0:30 (ya del sábado).
El paso de la Cruz Vacía, que ha recibido diversos nombres a lo largo de la historia (Calvario Vacío, Triunfo de la Cruz, Exaltación de la Cruz) se incorporaría a este desfile mucho más tarde, en 1953.
Por su parte, la cofradía de la Soledad y Santo Entierro celebra dos procesiones el Viernes Santo. Una es el Santo Entierro propiamente dicho, con los pasos del Cristo Yacente y la Virgen de la Soledad, y la segunda procesión era la que devolvía a la Virgen a su ermita -por aquel entonces, la cofradía se organizaba y se recogía en Santa María-. Durante este segundo desfile, que se organizaba nada más recogerse el primero, se pronunciaba el llamado Sermón de la Soledad.
En el año 1940 se establece una costumbre que se prolongará durante varias décadas: en la procesión del Viernes Santo que devolvía a la Virgen a su ermita únicamente podrían desfilar mujeres acompañando al paso, mientras que en la del Santo Entierro -como era costumbre en los funerales de la época- solamente podrían asistir los hombres. El éxito de la convocatoria fue tal que se dieron cita millares de caballeros cacereños para acompañar al paso de Cristo Yacente en respetuoso silencio. Cuentan las crónicas que la cabeza de la procesión llegaba a la Plaza de San Juan cuando la presidencia oficial todavía no había salido de Santa María.
Más novedades de esta corporación: el Jefe de la Falange cacereña, por entonces Hermano de Honor de la cofradía, dona en 1941 un nuevo manto de terciopelo negro para la Stma. Virgen, mientras que en 1943 la propia organización de la Falange regala a la cofradía unas andas procesionales nuevas para la Virgen (en las anteriores, por lo visto, no encajaba bien el recién estrenado manto ni la estructura necesaria para sujetarlo).
III – Mitad de siglo: primer gran impulso (1947-1960)
El tramo final de la década de los 40 comienza a traer vientos de cambio, y en unos 10-12 años la Semana Santa cacereña va a experimentar una transformación radical, en lo cuantitativo y en lo cualitativo.
En opinión de este cofrade, los años transcurridos entre 1947 y 1960 constituyen el período de cambio y renovación más importante en la historia de nuestra Semana Mayor.
La fundación de la cofradía de los Ramos, que se incorpora a la S.Santa de 1946, y de la cofradía de las Batallas, que hace lo propio en el 53, llenan de desfiles de procesionales la primera mitad de la Semana Mayor. Comienzan a celebrarse las procesiones de la burrina (1946) el Domingo de Ramos, Cristo de la Buena Muerte (1946) el Miércoles Santo, Cristo del Perdón (1952) para el Martes Santo, y la del Cristo de las Batallas (1954) en la jornada del Lunes Santo. Hasta entonces, las procesiones en Cáceres comenzaban el Jueves Santo por la tarde y terminaban en la madrugada del Viernes Santo al Sábado con la procesión del Silencio de la cofradía del Nazareno (o el Domingo por la mañana, si se celebraba la procesión del Encuentro).
Posteriormente se funda la cofradía de los Estudiantes (1958) y se reorganiza la cofradía del Espíritu Santo, que a partir de 1959, y tras la erección de la nueva Parroquia del Espíritu Santo en la barriada de Llopis, vuelve a procesionar con entidad propia tras varias décadas sin actividad. De esta manera, en muy poco tiempo, la Semana Santa de Cáceres pasa de contar con tres cofradías activas a tener siete, y el número de desfiles procesionales llega incluso a triplicarse en algunas ediciones, como veremos más adelante.
El inusitado fervor religioso que renace tras la época de la república y la instauración del régimen franquista contribuye también al realce de las celebraciones de la Semana Santa en Cáceres. Crece la afluencia de público a los desfiles, y como consecuencia las hermandades ven también incrementada su nómina de hermanos -y, por tanto, también los ingresos por cuotas anuales-.
Las inclemencias meteorológicas, tradicionalmente una barrera insalvable para las celebraciones cofrades, se intentan soslayar en algunas ocasiones, como ocurrió en la madrugada del Viernes Santo de 1948. La lluvia arreciaba a las cinco horas, pero se esperaba una inminente mejoría del tiempo, y la procesión de Nuestro Padre Jesús Nazareno salió finalmente a las 10 de la mañana. Esta circunstancia excepcional dio lugar a varias fotografías muy conocidas que se conservan de la cofradía del Nazareno desfilando a plena luz del día por la Plaza Mayor:
Del mismo modo, en 1959 la procesión del Cristo de la Buena Muerte y la Virgen de la Esperanza procesionó el Viernes Santo por la mañana, después de no poder hacerlo en su jornada habitual del Miércoles Santo. Hay que hacer constar que la cofradía de los Estudiantes, que se estrenaba ese mismo año, lo hacía en la mañana del Jueves Santo, y que hasta 1963 la jornada del Viernes Santo por la mañana estaba libre. Se da además la curiosa circunstancia de que el paso del Cristo de la Buena Muerte procesionaría por segunda vez el Viernes Santo por la tarde, ya que participaba en la procesión Magna de aquel año (consultar).
Durante este álgido período crece de manera notable la devoción mariana pasionista, con la incorporación a nuestra Semana Santa de imágenes como la Dolorosa de la Cruz (1953), la Virgen de la Esperanza (1958), y algo más tarde la talla de María Corredentora (1961). Hasta la llegada de la popular Zapatona, la Virgen de la Soledad procesionaba el Jueves Santo cerrando el cortejo de la Vera Cruz.
Por su parte, la cofradía de Ntro. Padre Jesús Nazareno experimenta un gran asentamiento con la mayordomía de D. Santos Floriano. Entre otros muchos hitos, se fija en los estatutos de la cofradía tanto el itinerario como el horario de la procesión de la Madrugada -que ya hemos visto cómo hasta entonces iban variando- y se estrenan las fantásticas andas procesionales de Jesús Nazareno (1947), que siguen utilizándose en nuestros días. El auge de la cofradía del Nazareno es tal que mediada la década de los 40 contaba con apenas 400 hermanos, y apenas veinte años más tarde rebasa el número de 2000 (según declaraciones del propio mayordomo en prensa local).
Jesús Nazareno (Cáceres), el Viernes Santo de 1947. Fotografía publicada en prensa.
En estos años se consolida también la procesión del Silencio en la jornada del Sábado Santo (más tarde se adelantaría a la noche del Viernes Santo, al considerarse el Sábado Santo como día de luto) y se refuerza con el paso de la Exaltación de la Cruz (1953).
Empero, el espaldarazo definitivo a nuestra Semana Santa llega a finales de la década de los 50. Al abrigo de las novedades ya comentadas, y de otras de menor calado, del creciente interés por las celebraciones cofrades y de un clima social indudablemente propicio, se crea la Comisión Pro-Semana Santa en el año 1957, impulsada por ilustres cacereños y cofrades como el propio Santos Floriano, el Dr. Juan Pablos Abril, Hipólito Muriel, Antonio Rubio, etcétera. Este organismo, a modo de argamasa, termina de ordenar y consolidar el crecimiento de una Semana Mayor que en muy poco tiempo había cambiado la cara por completo. Algunas de sus iniciativas más relevantes son la puesta en marcha del Pregón Oficial de la Semana Santa o la organización de una Procesión Magna, actos que comienzan a celebrarse desde aquel mismo año 1957.
En resumen, la Semana Santa que llega a la década de los 60 es un evento muy diferente, de mayor complejidad y proyección externa que las que poseía a finales de los años 40. Subrayamos lo de proyección externa, ya que en lo que concierne al fervor ciudadano y participación local la Semana Mayor de Cáceres casi siempre gozó de buena salud, con independencia del número de cofradías, pasos y desfiles que se organizasen.
Un breve vistazo a los números, para terminar de ilustrar la importancia de este apasionante travesía de poco más de dos lustros:
Desde 1946 hasta 1959 la Semana Santa cacereña triplica el número de procesiones (de 4 o 5 pasamos a 12), duplica el número de cofradías activas (de 3 a 7) y también duplica el número de pasos (de 11 o 13 pasos, según se celebrase o no el Encuentro, pasan a procesionar 25).
IV – Transición: década de los 60
Este período queda suficientemente retratado en la serie Semana Santa cacereña en la década de los 60, que ya lleva ocho capítulos y que se completerá con los dos restantes en las próximas semanas/meses.
A grandes rasgos, apuntaremos que se trata de una época de transición en la que las cofradías cacereñas tratan de asimilar los profundos cambios acaecidos en el período anterior. La Semana Santa de Cáceres camina sin un horizonte claro. Se suceden los años con diversos cambios, algún que otro experimento, y sin que se puedan o se sepan anticipar los problemas que desembocarían posteriormente en la profunda crisis de identidad de la década de los 70.
V – Crisis: década de los 70
En los años 70 las cofradías atraviesan una lenta decadencia y la Semana Santa de Cáceres sufre una gran crisis participativa -de hermanos, que no de público- que golpea con especial crudeza en el segundo lustro de esta década. El decaimiento no sucede de golpe, sino que va haciendo mella año a año, lentamente, en un goteo constante. Fue provocado -o azuzado- por causas muy diversas, lo cual hizo todavía más difícil la identificación de los problemas y las reacciones ante ellos.
Las consecuencias no tardaron en hacerse visibles. Languidecen algunas cofradías, desaparecen otras, se disuelve la comisión Pro-Semana Santa, se dejan de organizar actos importantes como el Pregón Oficial, y agoniza la difusión e información pública de cualquier noticia o novedad relacionada con la Semana Santa. El impacto de la Semana Santa como evento -que no de las cofradías, como instituciones- en la capital cacereña desciende varios enteros, especialmente durante el trienio 1979-1981.
Todo el proceso, las causas, y los cauces empleados para su resolución, se examinan y se exponen en la obra Semana Santa de Cáceres: los años perdidos (1970-1986), un relato que comienza justo al principio de la década de los 70, y se extiende hasta la mitad de los años 80, cuando la Semana Mayor se reorganiza y comienza a labrarse con sus propias manos un futuro próspero. Sobre este tema también existe un trabajo-resumen, más centrado en el análisis de las causas que en relato pormenorizado de los hechos, publicado en el número 77 de la revista Alcántara (leer el artículo en PDF).
VI – Segundo impulso: década de los 80
Mediada la década de los 80 vivimos un segundo proceso de impulso y regeneración de la Semana Santa cacereña, que comienza a crecer hacia dentro pero por primera vez también hacia afuera. La proyección al exterior de nuestra Semana Mayor se ve ratificada por los sucesivos reconocimientos como Fiesta de Interés Regional (1992), Nacional (2001) e Internacional (2011).
La comparación entre las dos grandes etapas impulsoras de nuestra Semana Santa, la acaecida en los años 50 y esta de los años 80, resulta a todas luces inevitable. Y los paralelismos, evidentes. Ambos procesos, con algo más de treinta años de diferencia, se canalizan a través de dos grandes vías:
A) Reactivación de las cofradías
Impulso/renovación de las cofradías existentes
Recuperación de cofradías sin actividad
Creación de cofradías nuevas
B) Reactivación de los instrumentos organizativos de la Semana Santa
Creación de la Unión de Cofradías
Recuperación del Pregón Oficial
Organización de actividades fuera de las fechas de Semana Santa
Mejora en la información y difusión de los actos cofrades
Procesión Magna como evento central de la Semana Santa
Si repasamos despacio los puntos anteriores, podemos encontrar ejemplos concretos de todos y cada uno de ellos, tanto en los años 50 como en los años 80. Podemos acudir al apartado III de este mismo trabajo, y realizar el ejercicio comparativo. Por citar solo algunos:
Amparo (1989), Amor (1989), Expiración (1992), Sagrada Cena (1996).
Reorganización de cofradías inactivas:
Humilladero (1959).
Batallas (1985), Cristo Negro (1986).
Necesidad de un organismo coordinador:
Comisión Pro-Semana Santa (1957).
Unión de Cofradías Penitenciales (1986).
Hay que recordar que en ambos ciclos surgieron sendos grupos de cofrades, de distintas edades y vinculados a varias hermandades, que tomaron de algún modo las riendas del cambio y del movimiento ordenador de la Semana Santa.
También hemos de hacer constar el paralelismo en la organización -o recuperación- de actos alrededor de la propia Semana Santa, un símbolo inequívoco de que la celebración cobra fuerza en la sociedad local. Nos referimos, por ejemplo, a la instauración del Pregón como prólogo oficial de la Pasión en el año 1957, y su recuperación a partir de 1986 tras varios años sin celebrarse -oficialmente desde 1979, extraoficialmente desde 1980-. De igual manera comienza a celebrarse la Procesión Magna, como acto central de la Pasión Cacereña, en el año 1957, evento que se recupera en 1989 y que sigue celebrándose cada cinco años. También se acentúa la difusión de carteles y programas informativos, siempre necesarios para acercar a los ciudadanos las actividades programadas en cada edición.
El aumento de hermanos cofrades es una constante durante ambos períodos, como también lo es la incorporación de nuevos pasos y advocaciones a los desfiles procesionales, y la mejora de muchos de los ya existentes -construcción de nuevas andas o adquisisión de elementos ornamentales-.
En los años 50, por ejemplo, comienzan a procesionar en Cáceres imágenes tan emblemáticas como la Dolorosa de la Cruz, la Virgen de la Esperanza o el Cristo de los Estudiantes, por citar algunas, mientras que en los años 80 recuperamos la Virgen de los Dolores, Nuestra Señora del Buen Fin o, algo más adelante, los antiquísimos crucificados del Refugio (cofradía de las Batallas), o de la Salud (cofradía de la Vera Cruz).
La Semana Santa que disfrutamos hoy en Cáceres es la herencia viva de aquellas dos etapas cruciales. Dos procesos regeneradores que vieron repetidas, casi calcadas, sus líneas maestras punto por punto, con algo más de treinta años de diferencia.
Este segundo gran boom cofradiero se prolonga a lo largo de toda la década de los 90 y culmina con brillantez en los albores del siglo XXI… donde comienza otra historia por contar.
En este artículo vamos a repasar un curioso episodio acaecido al comienzo de la década de los 60 y que tiene como hilo conductor la adquisición de la imagen de María Corredentora, obra de Venancio Rubio, por parte de la cofradía del Humilladero para acompañar al Stmo. Cristo en su procesión de Semana Santa.
Como sabemos, la imagen se incorpora a los desfiles procesionales cacereños en el año 1960, pero el proceso anduvo lejos de resultar sencillo. Durante algo más de un año tuvo lugar un tenso e inesperado tira y afloja a tres bandas, cuyos actores principales fueron la propia corporación, el párroco del Espíritu Santo -D. Antonio Suárez Madruga-, y el obispo D. Manuel Llopis Ivorra. Por aquel entonces, el mayordomo de la cofradía era D. Narciso Sánchez Morales. Empleamos como fuentes del relato el completísimo estudio de Serafín Martín Nieto sobre la ermita del Espíritu Santo y el estudio histórico de itinerarios de este desfile procesional, obra de un servidor.
Los hechos se desarrollan tal como sigue:
El día 8 de febrero de 1960, una vez concluida la hechura de la imagen, el mayordomo solicita al obispo la pertinente autorización para que la Virgen pueda incorporarse al culto en la cofradía. El 24 de febrero, previa consulta y visto bueno de diversos sacerdotes y personalidades (quienes dieron su aprobación de que la imagen podía mover a devoción), el obispo autoriza la recepción definitiva de la talla de María Corredentora por parte de la cofradía, así como su bendición, su colocación para el culto en un lugar digno y visible de la ermita, y por supuesto su salida procesional prevista para el día 10 de abril de 1960, Domingo de Ramos.
Lo que debía ser un mero trámite comenzó a complicarse cuando entra en juego el párroco, D. Antonio Suárez. Este estaba visiblemente molesto porque la cofradía, sabedora de que la postura del párroco no era favorable a la incorporación de la nueva imagen, le había puenteado acudiendo directamente al obispo.
El día 9 de abril, víspera de la procesión de 1960, el párroco tuvo conocimiento del decreto de aprobación del obispo a través del mayordomo, quien se dirige a él en estos términos: —“Ahora resulta que tendrá Vd. que colocar la imagen en la parroquia… es decreto de Su Excelencia Reverendísima, y las órdenes del Superior hay que acatarlas”. Antes de todo esto la cofradía ya había informado a los medios de comunicación de la advocación que tendría la nueva talla –María Corredentora- y de que el párroco iba a bendecirla. La oposición y el disgusto del párroco al verse relegado al segundo plano eran evidentes. — “Ni yo he bendecido la imagen ni he asistido a la procesión”, manifestaría después de esa Semana Santa. Desconocemos en este punto la fecha exacta de la bendición de la imagen, aunque es de suponer que la cofradía tenga bien documentado este dato.
A partir de entonces, ya pasada la Semana Santa, la disputa se recrudece. El párroco se opone frontalmente a la recepción de la imagen y comienza a poner todo tipo de trabas. Con fecha del 22 de abril de 1960, D. Antonio Suárez envía un informe personal al obispo Llopis Ivorra donde le pide que revoque el decreto de aprobación de la imagen (decreto ya emitido dos meses antes) aludiendo a que él era parte activa y cabeza visible de la parroquia donde se daría culto a la Virgen, y se le había obviado por completo durante el proceso. En su argumentación, el párroco comienza a profundizar en cuestiones que van mucho más allá de la aprobación o no aprobación de la nueva imagen mariana.
D. Antonio Suárez alude a que, en caso de existir, (o sea, poniendo veladamente en tela de juicio su veracidad) los estatutos de la cofradía y el decreto de erección canónica tras la refundación de 1950 «le eran desconocidos». También cargaba contra los cofrades del barrio, señalando su poca participación en las actividades de la parroquia y quejándose de que su implicación se reducía únicamente a la procesión de la cofradía. Otra queja del párroco era que antes de crearse la parroquia “la tal llamada cofradía, dirigida por una minoría, pretendía ser como una rectora con fines poco definidos en esta numerosa y pobre barriada”, y viniendo a decir que el único propósito de la cofradía era perpetuar una posición dominante frente al párroco en la cotidianeidad de la parroquia. A decir verdad, no existe constancia documental alguna que fundamente esta deducción del párroco, más allá del hecho objetivo de que la cofradía (reorganizada en 1950) llevaba trabajando en el barrio muchos años antes de que se crease la parroquia (decreto del 10 de noviembre de 1958) y D. Antonio se hiciese cargo de la misma.
El párroco también arremete en su alegato de manera directa contra la cofradía del Humilladero, recordando que durante 1959 esta se había negado a participar en las obras de acondicionamiento de la parroquia y en la adquisición de objetos litúrgicos para la misma. D. Antonio recuerda el pretexto de que la situación económica de la corporación no era muy boyante, y se muestra «muy sorprendido» de que en estas circunstancias la hermandad abordara el encargo y adquisición de una imagen nueva. Una argumentación errónea del párroco, ya que como todos sabemos la imagen fue donada por el propio escultor, según consta en los archivos de la cofradía (Fuente: web de la hermandad). No en vano, D. Venancio Rubio es nombrado Hermano de Honor de la cofradía precisamente por ese motivo.
El recurso del párroco no prospera y el obispo ratifica que la imagen de María Corredentora es propiedad de la cofradía del Humilladero y puede recibir cultos externos e internos con todos los derechos. Pasa el tiempo, llega la Semana Santa de 1961, y el asunto todavía colea. Bajo la excusa de que no hay espacio en la parroquia para colocar las andas de la Virgen, y que tampoco hay altar donde rendirle culto, el párroco invita a la hermandad a buscar un nuevo lugar para el culto de María Corredentora. Es en este momento cuando la cofradía del Humilladero acude a los Padres Salesianos para solicitar la entronización de la imagen en uno de los altares de la iglesia de San Francisco, y solicita también permiso para organizar su procesión en dicho templo. Los religiosos Salesianos no ponen pegas, y el obispo aprueba en decreto del miércoles 22 de marzo de 1961 que la nueva imagen de María Corredentora reciba culto en el Monasterio de San Francisco el Real. Este es el motivo por el cual la cofradía modifica su itinerario de 1961, y sale el 26 de marzo, Domingo de Ramos, del convento de San Francisco en lugar de hacerlo desde su ermita, tal y como recogemos en nuestro estudio histórico de itinerarios. Cabe subrayar la premura con que se desarrollan los acontecimientos y la inmediatez con que la cofradía debe resolver cuestiones tan importantes como el lugar de salida de su desfile, cuatro días antes de que este se celebrase.
La imagen de María Corredentora permaneció en el convento de San Francisco hasta el año 1979, cuando se inician las obras de preparación y acondicionamiento de lo que hoy conocemos como Institución Cultural el Brocense. Todos los iconos, imágenes y demás enseres litúrgicos quedan en ese momento relegados de sus altares, y María Corredentora se guarda entonces en la sacristía de la ermita del Espíritu Santo a la espera de un mejor y definitivo emplazamiento por fin en su parroquia. D. Antonio Suárez permaneció como párroco del Espíritu Santo hasta el año 1969. El desfile procesional de la cofradía del Humilladero volvería en 1962 a salir desde la ermita del Espíritu Santo (estudio histórico de itinerarios) por expreso deseo de sus cofrades. Y así, amigos, se cierra una azarosa y desconocida página de la historia moderna de nuestra Semana Santa.
Existe un puñado de elementos, unos físicos, otros incorpóreos, otros inclasificables, que con el tiempo han ido desapareciendo del paisaje de nuestra Semana Mayor. Y los hay que pasan injustamente inadvertidos. Hoy quiero fijarme en un compañero de viaje que las generaciones más jóvenes están empezando a olvidar, cuando no directamente a desconocer, pero que hace no tantos años eran parte indisoluble de ese singular tejido socio-procesional tan complicado de definir en cualquier ciudad.
El bordillo cofrade tiene mayor significación de la que pensamos, allá abajo, menudo, hosco, silencioso él. Sin que reparemos en su presencia, actúa como una frontera que delimita el divino tránsito de la cofradía frente al profano mirar del espectador. Se presta como asiento para aliviar las esperas más largas, y nos dice por dónde se puede y por dónde no se puede pasar en tardes de Semana Santa.
Antaño nuestra Semana Santa era muy de bordillos. La cofradía discurría comprimida entre los dos carriles dejando el espacio acerado para las filas de público. Parecían más recogidas, abrigadas, ceñidas a la estrechez sin posibilidad de salirse de su muy bien definido camino. Era aquél un Cáceres más joven, con mucho bordillo pero ausente de bolardos, pivotes o alcantarillas traicioneras. Que no sé qué es peor.
Tal frontera se ha difuminado en numerosas calles. La peatonalización del centro ha ensanchado la superficie útil de algunas vías y ha dejado tiritando la población de bordillos del centro, hoy en peligro de extinción. En la plaza de San Juan o en la calle San Pedro, cofradías y espectadores hoy se miran de igual a igual y conviven a la misma altura sobre el nivel del mar. Antes no estaba la vieja del periódico, pero teníamos barandillas de color verde coronando los bordillos -pintados de amarillo, no se podía aparcar- que separaban la calle Pintores de la calzada de San Juan. Tras esta barrera de hierros, ocasionalmente vestidos con publicidad del comercio local, se pertrechaban los muchachos para ver las procesiones en primera fila. El mobiliario urbano creaba así una suerte de tribuna, no oficial pero acaso oficiosa, que servía en Semana Santa para que ningún espectador alocado osara cruzar hacia el espacio reservado para la cofradía. Los bordillos definían con rotunda exactitud cuál debía ser la ubicación del público: donde había bordillo no hacían falta vallas ni sillas ni cintitas de colores. ¡Si hasta la calle Ancha tenía el suyo!
Plaza de San Juan, década de los 70.
Situémonos al otro lado de la barrera. Para el sufrido hermano de carga, aquellos bordillos eran pétreos y taimados obstáculos que no siempre sabían lidiarse con destreza. Bordillos problemáticos eran los de la calle Sergio Sánchez, sobre todo en la confluencia con la plaza del Doctor Durán; los de la calle Pizarro llegando a la Soledad; y en alguna ocasión también los de la calle Donoso Cortés, especialmente en la subida hacia Pizarro. Nadie que esté debajo de un paso debe subirse a un bordillo, jamás, pero la regla no escrita nos la saltábamos no pocas veces, ante la ausencia de convenio y el exceso de improvisación. En caso de duda, el cargador ágil de entendederas podía sortear el envite con decoro permaneciendo en la calzada, pero golpeando la horquilla encima del bordillo. La maniobra, que todavía puede verse en nuestras calles -cada vez menos-, queda extraña vista desde fuera, pero no deja de ser un recurso útil.
¿Y qué me dicen de los bordillos de la Plaza Mayor? Hablo de la plaza de los 70 y de los 80, la plaza de los coches y la de los rollos que se te clavaban en el pie. No la de la bandejina ni la cosa esta de ahora que para mí no es plaza sino patio. Sobre aquella plaza añeja, en la linde de los soportales, el bordillo del acerado se elevaba justo después de que el piso buscara una ancha hendidura para dar escape al agua hacia las tragaderas cuando llovía. Esto conformaba una doble trampa para el hermano de carga, cuyo campo de visión no alcanzaba este ángulo y por tanto debía guiarse por la intuición, por la experiencia, o las más de las veces por el grito del que tenía delante. Por escasos centímetros, uno lo mismo podía tropezar con el bordillo que dejar el pie bailando sobre el aire sin encontrar aquello que unos pasos antes era el suelo. Aunque ojo, no menos trampa era la costumbre de encarar este desnivel con los pasos en diagonal y no de frente, como si tuviésemos miedo de no saber frenar y meter un día al Cristo en la cocinilla del Puchero – cuando el Puchero era el Puchero. Antes de empezar a subir Pintores, al tiempo que se esquivaba la copa de aquellos arbolillos -luego también desaparecidos-, tenías a medio varal derecho subido al bordillo, el otro medio colgado, alguno de la cabeza empezando a subirse y la mayoría del varal izquierdo sin enterarse de lo que estaba pasando. ¡Cosas de nuestra Semana Santa! Los bordillos, en suma, ponían a prueba el desempeño del hermano de carga, y de algún modo también lo hacían digno de su oficio.
Ya no hay bordillos como los de antes. El día que arreglen la calle de Zapatería nos quedaremos sin batallitas que llevarnos a la boca, y este artículo quedará definitivamente anclado como vestigio arqueológico, memoria de una estampa que no regresará. ¿O sí?
Pues sí, la culpa de todo la tiene el Internet de las cosas. Todo esto viene a cuenta de un reciente artículo en el que D. Antonio Burgos -autor al que profeso secreta admiración desde los tiempos de Takatá en el coro de la viña, más incluso que el ámbito cofradiero- atiza con acierto el desparrame del SIMOCO, evento del cual me ahorro detalles porque no merece mayor atención en estas líneas. Comparto al 100% el fondo del texto, pero no es ese el tema que nos ocupa aquí.
El hermano Juanjo Castela puso el acento sobre un tópico, insertado de soslayo en el artículo, con el que yo hace mucho tiempo que discrepo: lo importante es lo que va encima del paso. Y sí, conviene explicar la discrepancia antes de que alguno comience a rasgarse la vestidura y nos ponga esto perdido de babas y espumarajos. Lo cierto es que la cuestión no da para explicarla en la estrechez de Twitter, y el hermano Castela me lanzó un guante que recojo, no sin pereza, para ampliarla en el blog y de paso desempolvar un poco este espacio.
El o La que va encima del paso son importantes en nuestra fiesta. No hay duda. Pero para mí lo más importante, mucho más importante, es lo que hay debajo. Lo tengo claro y ya no me van a sacar de ahí. Más exactamente, lo que hay dentro del pecho de cada uno de los que van debajo, y de cada una de las personas que, como público, contemplan.
Lo que llevamos encima de los pasos, para mí, son distintas representaciones de la misma cosa. Divinas, simbólicas, referentes, incluso vivas, por qué no… pero a fin de cuentas representaciones de una idea común. El Dios verdadero, la esencia, la creencia, para mí no está en el icono que lo simboliza, sino en el corazón del que lo mira. La Imagen es importante, claro, porque sin representación no hay símbolo y sin símbolo no hay reflejo. Pero el reflejo necesita un receptor para cobrar sentido. Si no, nuestras imágenes en procesión vendrían a tener el mismo uso que un espejo sin nadie delante. O el mismo que tienen en la soledad de su hornacina, dando la espalda a la roca, viendo las semanas y el silencio pasar por delante de ellas… las más de las veces sin plegarias ni siquiera una triste mirada que llevarse a la boca.
Podemos cargar encima con la Imagen más popular, la más conmovedora, la más valiosa, la más de lo más…. que si el que la está viendo tiene el corazón de piedra, nuestro esfuerzo será vano. Que si no la está viendo nadie, los dolores servirán de poco. Que si nosotros, esforzados porteadores, no sentimos lo que estamos haciendo (del verbo sentir, pero sentir en la entraña, no sentir de boquilla), difícilmente vamos a conseguir transmitir nada a los demás. Y entonces la parafernalia, los pedacitos de tela, los meses de trabajo de tanta gente, las reuniones, el mimo, el detalle, la música, la flor, el esto y el aquello… no valen para nada. NADA.
Y por cierto, que esto entronca con otra retahíla que no por repetida llega a convencerme siquiera de refilón. Me refiero a aquello de «…a mí me da igual si no hay público, yo no salgo para que me vean». Hombre, para que te vean a tí seguro que no, pero para que vean lo que estás haciendo y la imagen que estás llevando sobre el hombro, pues digo yo que sí. Vamos, no sé ustedes pero yo no me meto en el jaleo de sacar una cofradía a la calle, y menos con la que está cayendo, simplemente por el gusto de hacerlo aunque no me vea ni Cristo (con perdón). Que sí, que las calles vacías nos inspiran recogimiento y son momentos íntimos para el cofrade y todo lo que ustedes quieran. Yo soy el primero que lo disfruto en varios escogidos instantes. Pero permítanme que me quede con ese barrio de San Marquino hasta las trancas, incluso con el porculo de los murmullos, el que tiene prisa por encender los faros del coche, o el tío de la moto que sin alejarse el paso ya se ha puesto a 80 por hora… sí, permítanme que escoja la muchedumbre con toda su torpeza antes que una plaza fría y sin alma. La Semana Santa existe en la calle porque la Iglesia tenía que acercar la devoción al pueblo. Por eso comenzaron a sacarse las imágenes de los templos y en ello encuentran su razón de ser las cofradías. El hecho de procesionar sin que nos vea nadie no deja de ser un acto de onanismo cofrade, que a mí me vale como efímero goce personal (ni mucho menos lo desprecio), pero ya está. Muy poquito más. Total, que a mí me importa lo que va encima pero mucho más lo que hay debajo.
Y bueno, que al final tenía yo razón y esto no me daba para explicarlo en los 140 caracteres de Twitter.
Según leo y escucho últimamente, ahora resulta que sacar una procesión por el paseo de Cánovas es poco menos que un espectáculo de circo o una cabalgata, y que solo intramuros anida la verdadera y pura esencia cofrade de la ciudad de Cáceres. A mí los guardianes de lo tradicional en verdad me chirrían un poco, así en general. De modo que mi opinión parte ya con un sesgo que no tengo problema en reconocer. Sin embargo, procuro que mi sesgo descanse sobre argumentos.
Pronto olvidamos que muchas de nuestras cofradías dibujaron su paisaje en el paseo de Cánovas sin que nadie pareciera avergonzarse ni rasgarse la saya por ello. En un pasado no muy lejano hemos visto a Jesús de la Expiración, a la Sagrada Cena o a la Virgen de la Misericordia transitando por la zona baja del paseo. ¿Era esto menos Semana Santa? ¿Era un circo la oración ante los enfermos en el Hospital Virgen de la Montaña? Si nos vamos algo más atrás podemos ver avenida arriba y avenida abajo al Cristo de las Batallas, o a la burrina cuando salía del asilo de las Hermanitas de los Pobres. O al Cristo del Humilladero cuando venía desde Antonio Hurtado. El Cristo de las Batallas estuvo paseándose por Cánovas durante 18 años, y la burrina lo hizo desde 1959 hasta 1981. Pueden consultarlo en los enlaces que adjunto.
Todavía no he escuchado a nadie decir que esto fueran cabalgatas.
No voy a entrar en el capítulo de la Magna y el recuerdo de que el paso por los adarves es una alternativa reciente que sucede por primera vez en el año 1989. Suerte que entonces no salió nadie diciendo que se estaba rompiendo con “lo tradicional” (Estudio de itinerarios de las procesiones Magnas). Claro, que si por tradiciones fuera muchos estaríamos sirviendo de leña en la hoguera. Lo tradicional, por suerte, es transitorio, y el pasado, también por suerte, lo estamos construyendo hoy.
Y saliendo de los itinerarios, podemos recordar que algo tan aceptado hoy día como las cofradías de silencio o las cofradías que imponen el verduguillo obligatorio son tan solo pasto y ocurrencia exclusiva de los últimos 30 años. 30 años de algo más de medio milenio de recorrido…
Quizá convenga de vez en cuando darle un repasito a la historia, por otra parte no demasiado lejana, y revisar prestos los tópicos que hablan de modernismos y tradicionalismos.
Y si nos ponemos muy serios también podemos empezar a relatar historias de cabalgatas sin necesidad de irnos más arriba del Gran Teatro. Que tenemos material cada año como para mandar al paro a Baltasar y a los dragones que se pongan por delante.
Hoy publico un texto de opinión personal que he recibido del hermano cofrade Antonio Corrales, como siempre encantado de recibir aportaciones de otros cofrades y de poder comentarlas aquí entre todos. Os dejo con el escrito:
¿Es la Semana Santa de Cáceres un periodo de reflexión y pureza?
En la sociedad actual en la que convivimos con el estrés del trabajo y de nuestra propia familia, ¿podemos decir que en la Semana Santa tenemos un periodo de reflexión y pureza de mente y espíritu?
Mucho se ha hablado sobre la tradición del cofrade de Cáceres en este blog o bien a través de las líneas escritas por José María o por otros cofrades de nuestra ciudad.
La Semana Santa, o por lo menos lo que yo recuerde, es y debe ser ese periodo de transparencia y verdad, de franqueza y realidad, porque si no es así, aquí en Cáceres hemos perdido la verdadera esencia de ella…
…y se ha perdido…
Lo que estaba limpio de impurezas, ahora está quebrado y roto.
El hedonismo busca una explotación de los demás para conseguir su satisfacción personal y que se antepone al amor al prójimo y el amor a Dios.
O si decidimos ir a la Grecia antigua, sería poner tus deseos personales por encima de los demás, esa sería la definición.
No dudo de que muchos cofrades puedan ser ajenos a todo ello y por lo tanto vivan una Semana Santa propia de ella y no llena de protagonismos e imposiciones.
Pero por desgracia nuestra Semana Santa de Cáceres ahora es eso…la explotación por parte de unos pocos sobre los demás, quebrando la verdadera esencia de ésta. No permitiendo alternativas que sigan la línea marcada y que tantos éxitos y victorias nos han dado en esta sociedad corrupta y sucia.
Desde estas líneas quiero facilitaros El Canto de los Templarios llamado “Da Pacem Domine, Fiat Pax in virtute Tua”, que creo que refleja vivamente lo que os he comentado anteriormente.
El Canto romano antiguo es el repertorio liturgico del canto llano en el rito Romano de la Iglesia Católica Romana que se interpretaba antiguamente en Roma, emparentado muy de cerca, pero distinto del canto gregoriano, que fue suplantando gradualmente al primero durante los siglos XI a XIII.
El canto que hoy llamamos «romano antiguo» proviene principalmente de un pequeño número de fuentes, entre las que se encuentran tres graduales y dos antifonarios de entre 1071 y 1250.
La anotación de hoy es simplemente para informar del cambio de diseño en la web, que de paso he aprovechado también para reimplementar algunas cosas. Esto significa sobre todo que tardarán tiempo en funcionar todos los enlaces correctamente, y también que habrá pérdidas evidentes de formato en la mayoría de artículos. Quienes se dedican a revisitar anotaciones antiguas lo notarán enseguida. Por pereza no puedo prometer que algún día vayan a corregidas todas.
El proceso no está ni mucho menos terminado, aunque agradezco mucho a todos los que me habéis escrito estos días avisando de faltaban cosas o de que algunos enlaces no llevaban a donde tenían que llevar.
Si algún lector echa algo en falta, quiere realizar alguna aportación o simplemente preguntar algo, éste es el momento. Gracias de antemano.
Datos meteorológicos de la Semana Santa 2014 en Cáceres: 2014 (del 12 al 20 de abril)
Sábado de Pasión: 0.0 mm – T. Máx: 23.7 Cº. T. Min: 12.8 Cº
Domingo de Ramos: 0.0 mm – T. Máx: 25.5 Cº. T. Min: 10.6 Cº
Lunes Santo: 0.0 mm – T. Máx: 23.7 Cº. T. Min: 12.1 Cº
Martes Santo: 0.0 mm – T. Máx: 24.5 Cº. T. Min: 11.1 Cº
Miércoles Santo: 0.0 mm – T. Máx: 25.9 Cº. T. Min: 11.6 Cº
Jueves Santo: 0.0 mm – T. Máx: 28.7 Cº. T. Min: 11.8 Cº
Viernes Santo: 0.0 mm – T. Máx: 26.9 Cº. T. Min: 13.5 Cº
Sábado Santo: 0.0 mm – T. Máx: 18.0 Cº. T. Min: 11.5 Cº
Domingo de Resurrección: 4.0 mm – T. Máx: 18.5 Cº. T. Min: 8.7 Cº
El siguiente gráfico es cortesía de J. Sellers. Los puntos verdes indican las cofradías que salieron completas (todas):
Según los registros históricos disponibles, esta ha sido la S.Santa con mayores temperaturas promedio de los últimos 15 años. Las temperaturas máximas de 28.7 Cº y 26.9 Cº registradas el Jueves y el Viernes Santo suponen también el registro más alto en este mismo período. Anteriormente el récord eran los 26.8 Cº registrados el Sábado Santo de 2009. Todos estos datos se pueden comprobar en el siguiente enlace:
No es norma general en este espacio pero hoy quiero publicar un artículo de otro cofrade, Manolo Floriano, sobre el origen y las antigüedades de las cofradías cacereñas.
El artículo no se ha publicado hasta ahora en ningún medio. Lo recojo aquí íntegro y bajo expreso consentimiento de su autor, en primer lugar porque me parece que el contenido es muy valioso, y en segundo lugar porque creo que este tipo de trabajos deben estar accesibles y difundirse para todo el mundo.
LAS COFRADÍAS CACEREÑAS Y SUS ANTIGÜEDADES
Cuando se habla de las cofradías cacereñas y sus antigüedades, se tiende a hacer una mezcolanza entre cofradías de caridad, de misericordia o de penitencia difícil de digerir y que algunos cofrades hacen para ser los más, vivimos anclados en el más: la cofradía más antigua, la que más hermanos tiene, la que tiene el mayordomo más joven, la más austera, la de más devoción, la que tiene más arte…
Las cofradías de las que hablamos son cofradías penitenciales, coordinadas por “La Unión de Cofradías Penitenciales” y a eso nos debemos ceñir, nada de hacer mezclas para tergiversar la verdad histórica, que es una y se demuestra consultando los numerosos documentos que se encuentran en los diversos archivos de nuestra ciudad, que están a disposición de las personas con intranquilidad por investigar y conocer la Historia de la ciudad y en los libros publicados por diferentes investigadores que plasman en sus escritos dándonos toda clase de detalles de sus investigaciones, para que conozcamos lo realizado por los que nos precedieron.
Para ello ponemos algunos ejemplos esclarecedores que nos dan idea de que se ha tergiversado la antigüedad. Las cofradías se reúnen para acordar si deben entregar los libros de Acuerdos que tienen entradas de caudales, al Visitador General. Se produce en esta reunión el siguiente:
Acuerdo de 27 de febrero de 1699, hecho por la Cofradía de la Cruz y demás cofradías de esta Villa. Se reúnen en la ermita de Sancti Spíritu (actual sala Capitol), juntos y congregados dicen que la Vera Cruz es la principal de la Villa y juntas a las demás que hay en ella y sus antigüedades que son como siguen:
La Vera Cruz conviene a saber Fernando Alonso Flores su Mayordomo; Cofradía Ntra. Sra. de la Misericordia su Mayordomo Juan Solís; Cofradía de la Soledad su Mayordomo Diego Alonso Merino; Ntra. Sra. de la Caridad; Cofradía de las Benditas Ánimas; Del Dulce Nombre de Jesús; Ntra. Sra. del Rosario; De San Diego; Santo Cristo de Santa María (Cristo Negro); Cofradía de San Benito y Cofradía de la Montaña. Se encuentra esta información en el Libro de Actas y Acuerdos 1634-1778 del Libro 110 Archivo Diocesano página 16.
El 9 de marzo de 1699 se ratifica este acuerdo en el mismo lugar en que se reunieron la vez anterior.
En el Artículo 15 de las Ordenanzas de la Cofradía de San Benito de 1621 sigue en los siguientes términos:
“Ytem (Igualmente) ha de tener dicho mayordomo, obligación el día de la publicación de la “Bulla de la Sancta Cruzada” que se pone en la ermita de “Señor San Benito” de la plaza de esta Villa de acudir con dos velas y encenderlas en el altar y una “Tovalla” (toalla) en que la Bulla se lleva a la Iglesia Parroquial de Santa María y dos hachas (velas colocadas en soporte especial), para que los Alcaldes de dicha Cofradía las lleven encendidas y el otro Alcalde el Estandarte, se les apercibe que han de ir junto a la Bulla hasta salir del portal de dicha ermita y luego se han de pasar delante de las hachas de la Vera Cruz acompañando la Bulla hasta la Iglesia de Santa María de dicha Villa”.
Creo que no cabe ninguna duda el motivo de ¿por que los Alcaldes de San Benito tienen que ceder en los de la Vera Cruz su puesto representativo?. Página 8, Libro 75 Archivo Diocesano. Libro de Acuerdo y Elecciones hasta 1840 de la Cofradía de San Benito.
Tomás Pulido Pulido en su libro Notas para la Historia de Cáceres publicado por la Institución Cultural el Brocense. Cáceres 1991.
En su página 16 “La Cofradía de la Santa Vera Cruz. Se la considera como Cofradía mayor y presidía a la de la Soledad, Caridad y Misericordia. Estuvo inicialmente localizada en la ermita del Humilladero (Junto a la casa de Guayasamín) y se trasladó a San Francisco en 1500. ( Fuentes, Hurtado P. La Parroquia página 84).
En 1583 el Obispo D, Pedro Galarza mandó Juntar en la de la Soledad las cofradías de San Antonio de los Vaqueros, San Lázaro y San Andrés y a partir de esta incorporación se llamó Ilustre y Real Cofradía de Santa María de la Soledad de los Caballeros ( la misma página de la cita anterior).
En la página 32 “Voy a referirme en particular a la Cofradía de la Misericordia que desde 1627 se llamo de Nazareno”.
En el Libro donde están los Mayordomos desde 1599, en la cuenta que se tomó al mayordomo Francisco Martin Ojalvo por el año 1609 aparece la partida de descargo de trescientos Reales que se pagaron a Tomás de la Huerta por el Xto. Nazareno.
Creo que con todas estas citas se puede sacar cual es la Cofradía más antigua de la Semana Santa cacereña.
Las cofradías nacieron para cubrir las carencias de las sociedades de aquellas épocas lejanas. Sus fines eran de servicio a la sociedad que las vio nacer, por eso eran variados y diversos. Todas cumplían una de las Obras de Misericordia ¡Enterrar a los muertos!, ayudar a los necesitados, consolar y asistir a los que iban a ser ajusticiados. Atender a los enfermos para ello fundaron Hospitales o costeaban salas enteras de los mismos.
Este servicio a la sociedad es lo que verdaderamente hace importante a una Cofradía.
Lo demás son fantasías a las que se acuden, tergiversando la verdad, por eso debemos ser rigurosos y no inducir a error.
Todo está en los libros y documentos, fundamentado y probado fehacientemente, por ello no debemos reescribir la Historia puesto que ya está escrita.
Últimamente miramos con nostalgia no muchas décadas atrás, y nos recreamos en el recuerdo de los pesados murmullos en la lejanía y la muchedumbre en las aceras con el relente de las claritas. Cuando se citaban más personas que grajos viendo la Madrugada. ¿Saben la diferencia? Que antes había fe. Y antes sabían lo que significaba la Madrugada del Viernes Santo. Hoy ya no lo sabemos.
Hemos reducido la Semana Santa a unos colores y a un reloj, y hemos construido un monstruo tan grande que ya no lo dominamos. Más bien al revés. Estamos tiranizados por reglas que nos hemos impuesto nosotros mismos, por un llegar a tal hora a tal punto, que si falta dinero, que si vamos muy despacio, que si fulanito no ha venido, que si tengo que estar en tal sitio para cumplir con no sé quién. Y todo eso se va transmitiendo, claro. Y al final tanto cofrades como espectadores acabamos contagiados del mismo y ridículo atontamiento.
A la Madrugada no le hacen falta innovaciones, ni ideas brillantes, ni mucho menos cambios. Lo que hace falta, si acaso, es más Madrugada. Los que debemos de cambiar somos nosotros, tanto los que la disfrutamos como los que se quedan en casa.
Déjese de excusas absurdas y piense en lo que realmente significa todo esto. No me cuente milongas de que si una cofradía termina, que si la otra empieza, que si hay media hora muerta, que si los bares están cerrados… ¿Nos estamos volviendo idiotas o qué? La Madrugada no es una cofradía, ni una procesión, ni un paso, ni un horario. La Madrugada es de Viernes Santo, y es Santa también. En la Santa Madrugada y en la Resurrección termina y empieza toda nuestra razón de ser. El resto de los días, la Cuaresma, los otros once meses del año, solo son un camino para llegar hasta aquí. Si usted tiene sueño, piense en qué tormentos no estaría pasando Jesús a esa misma hora. Qué no estaría maldiciendo en su interior pidiendo que aquello terminase pronto. Puestos a sufrir, oiga, un par de torrijas y un café bien cargadito resucitan a cualquiera. Jesús no tuvo tal ocasión. Métase en la ducha y salga a la calle. Si hace frío déjese el pijama debajo. Póngase guantes aunque no vaya a procesionar. Venga en zapatillas si tiene los pies cansados. El Lunes de Pascua pídale al jefe baja por devoción. Lo que usted disponga. Pero por Dios, no me sea tan quejica. Está usted conmemorando el martirio de un hombre, sobre el que se supone que sustenta sus creencias. Dé ejemplo con el sacrificio, usted que se dice cofrade, si es que para usted fuera un sacrificio quedarse despierto y acudir a velar en Santiago en una noche tan hermosa.
Hay que recuperar el sentido de lo que estamos haciendo. Debemos recuperarlo primero nosotros, y después ser capaces de contárselo a la gente. El sentido de la Madrugada es que permanezcamos en vigilia durante una noche en que ocurrieron hechos horribles. Jesús esa noche no se fue a dormir la siesta ni a descansar un ratito. Tuvo tiempo de cenar, de ir a rezar, de ser detenido, apalizado, procesado en juicio, condenado sin defensa, insultado, humillado… muerto. Y también de ser negado por los suyos; por cierto, la única parte de la historia que sí conmemoramos con fidelidad.
A veces uno no sabe qué contar a los cofrades sobre una Semana Santa de la que ya se han aireado hasta sus detalles más íntimos. En estos tiempos que corren se me antoja una pretensión insolente, como falsificar una pintura miles de veces admirada en el museo.
Nuestra cofradía es uno de esos lienzos añejos. Los hermanos representamos en la calle una proyección indivisible, en la que no se distinguen escenas separadas ni compartimentos estancos. La acción de los dos primeros pasos transcurre en Getsemaní. Es el mismo huerto con su mismo pasto y su mismo cielo, acaso con las mismas vides en su linde. Sabemos que el sayón del Prendimiento se ocultaba aviesamente tras la maleza en la Oración, esperando su señal. Quizá la soga que sostiene sea la misma que entrelaza las divinas manos del Amarrao. El rostro que recibe el beso del traidor pertenece al mismo hombre flagelado que se asoma por la trasera de San Juan. La Cruz donde reposa el Santo Cristo es la misma que remata a nuestra Dolorosa, y es también nuestra Titular. La procesión es un todo. Sin solución de continuidad, los actores secundarios de la Pasión se alzan protagonistas y coronan esta magna obra de mil colores, a veces rebujándose en un bullicio difícil de comprender para quien no ha vivido esto realmente en sus entrañas. Y nos acordamos entonces de las grietas de una peña, de aquella danza del olivo, la sobriedad de un capitel, el brillo frío del puñal o el farol destartalado del romano. Por algún zaguán de la calle Ancha aletean las memorias de la antigua procesión de la Sangre, la bandera de los disciplinantes y el redoble rotundo de los tambores.
Tambores…
No sé a ustedes, pero a mí la Vera Cruz me suena más a pellejo que al viento de las cornetas. Contemplando al Señor Orante, me viene a la cabeza aquella pluma del ala diestra del ángel ansiosa por acariciar los muros del portón de San Mateo. O ese cáliz luminoso entregado sin destino. Mientras amaso estas líneas escucho el tintineo de cuatro grilletes escarbando en el mármol de la columna. Y cuando yerro me acuerdo del peso de la Zapatona, Madre que va recogiendo uno a uno los pecados perdonados por su Hijo unos metros más alante. ¿Cómo no va a pesar la Zapatona? Yo he visto a la gente confesarse alrededor de este paso. Así entonan sus horquillas la canción pura de Cáceres; los poros de su madera sudan y expelen cada uno de nuestros males absueltos para la eternidad. Uno en verdad siente envidia de no poder perderse por un instante, ser parte de la muchedumbre y saborear despaciosamente tal cortejo de punta a punta, desde la Cruz de la Toalla hasta el tacón del último músico. Esta cofradía de postín nos revela la virtud de transmitir desde la sencillez, y posee una impronta que jamás debiera perderse. La procesión de la Vera Cruz es evangelio itinerante, enjundia de Jueves Santo y gran solera cacereña.
Me pregunto, en fin… ¿cómo conmover a alguien hablándole de lo que ya conoce al dedillo?
Cuaresma de 2014, publicado en el boletín de la Ilustre y Real Cofradía de la Santa y Vera Cruz.
Ahora que se acercan, en mi opinión y en la de muchos, las más hermosas fechas para un cofrade, es momento de rescatar y publicar este fragmento del capítulo de No sus fieis de las horquillas titulado Cuarenta días
(…)
Todo está sin empezar. La saeta que todavía no ha rezado, la cruz que todavía no traspasa el dintel de la puerta, la horquilla que aún no se ha roto, el guante que aguarda inmaculado, la túnica surcada con arrugas aleatorias, las crónicas no escritas, la cámara sin cargar, la crítica sin apuntar a nadie, la ciudad a medio hacer, el suspiro que no sale, las lágrimas que nos estamos ahorrando. Las vísperas son como esas ruinas marchitas del futuro, los rescoldos de una gran verbena que todavía no ha sucedido. Una historia recóndita que permanece oculta en el último pliegue de la fosa más profunda de la memoria, y que ningún ser vivo todavía ha sido capaz de imaginar para narrarla. La historia de lo que aún está por existir, y de lo que solamente tenemos, por ahora… memorias. Las vísperas son lo que nos queda cuando la Semana Santa ha terminado. Los recuerdos que se acurrucan junto a la última estampita, de cuaresma a cuaresma, ansiando ser revividos una y otra vez. Esa burrina que pasta amarrada en San Juan, esperando a que llegue la hora de su traslado. Esas ramas que todavía nadie ha ido a arrancar de los olivos. Esa camisa por estrenar. Esos nervios por florecer. Las vísperas son aquello que queremos, y todavía no tenemos. Dejar de vivir las cofradías en Twitter para absorberlas por fin en la calle. El reloj que parece que avanza, pero no avanza. El dolor que parece que llega, pero no llega. Las imágenes en vía crucis huérfanas sin sus hermanos de escolta. Las antorchas y capuchas atezadas cruzando por Santa María, sin el gesto de muerte de su Cristo Negro. Los certámenes y los pasacalles, que aún no suenan a penitencia. Los intentos de procesión, que todavía no son procesión. Las vísperas. Cuánta desazón nos ahorraríamos sin sus idas y venidas, si tuviéramos siquiera la esperanza de que no iban a marcharse nunca, si no nos obligaran a vivir el año con prisas, descontando y no sumando hojas en el calendario. Las vísperas proclaman la venida de lo definitivamente hermoso, de un Domingo de Ramos en el que todo, por fin, comienza… a terminar. Qué plácida sería la existencia sin ellas. Pero también, qué aburrida.
Igual que la semana pasada, publico un concentrado resumen de la actividad en Twitter (@caceresen8dias) durante estos últimos siete días. El HTML es bastante extenso, así que hay un momento en el que hay que pulsar «Read Next Page» (Leer la página siguiente) para que cargue más mensajes. Como siempre, si alguien gusta siempre puede continuar el debate en este espacio, mucho más relajado.
En las últimas fechas hemos invertido nuestro tiempo cofrade más en charlar con el personal por Twitter que en aportar contenido nuevos al blog. Como he detectado que algunos/varios de los habituales lectores de esta página no son participante asiduos de Twitter, he montado un Storify con el resumen de lo que hemos hablado en la cuenta de Twitter durante la última semana, más o menos del 5 al 12 de enero.
Quizá seamos capaces de ampliar aquí algunos debates, quizá sirva para que algunos tengan acceso a tweets que no pudieron ver en su momento, o quien sabe, quizá sirva para que algún hermano receloso se anime a hacerse una cuenta en Twitter y debata también sobre cofradías en ese medio. Personalmente les recomiendo que sigan a todas las cuentas mencionadas en los mensajes subsiguientes; no se arrepentirán. La mía, como ya conocen, es @caceresen8dias