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1979 – Ingresamos en la UVI
Los malos vientos que esquiváramos en años precedentes parece que se conjuran y confluyen de golpe en esta edición. La Cuaresma de 1979 nos llega ya trompiconada con la oscura noticia de la disolución de la Comisión pro-Semana Santa. Este organismo, aunque apenas ejercía actividad durante el año, era el único encargado de organizar e impulsar todos los actos que implicaban a las cofradías penitenciales de Cáceres en Semana Santa. Sin su batuta, la Pasión cacereña pululará durante algunos años descabezada y sin rumbo.
Revisando el curso de los acontecimientos, el proceso de disolución resulta cualquier cosa menos diáfano. El hasta entonces presidente, D. Ricardo Hurtado, es nombrado director del colegio provincial San Francisco, y pone a disposición del obispo la presidencia de la comisión al no poder compatibilizar ambos cargos. Y vagando entre los despachos, una Semana Santa olvidada. A partir de ese momento, ya metidos encima de la Cuaresma, se suprime el pregón oficial, y se conviene en organizar el resto de actos pasionistas a través de una improvisada comisión mixta de seglares y religiosos. La intención del obispado, cara al futuro, es crear un grupo de trabajo fijo, conformado por mayordomos y hermanos de las distintas cofradías, pero como veremos más adelante este propósito quedará finalmente durmiendo en el limbo de las ideas fugaces. El vacío que deja la Comisión Pro-Semana Santa tardaría bastantes años en ser reparado, pero lo que es más grave, su ausencia se dejará notar más de lo previsto.
 Comisión Pro-Semana Santa de Cáceres (logotipo) D.E.P.
Los desfiles comienzan con una colosal desorganización. No existe una programación previa de actos, los carteles anunciadores brillan por su ausencia, y el pueblo se pierde en la incomunicación. Para mayor desgracia, el Domingo de Ramos amanece con muy mal tiempo y la multitud se congrega mansa y azarosa. Muchos piensan que la procesión se había suspendido, o directamente que este año no contemplaba efectuar estación penitencial. Pero no. La burrina procesiona ahogándose entre charcos y paraguas, sobre un itinerario recortado por las inclemencias. Y pudo ser peor: ese mismo Domingo de Ramos, pasadas las siete de la tarde, descarga una feroz tromba de agua que provoca riadas en el entorno del puente San Francisco, e inundaciones en diversas zonas de la ciudad.
El desconcierto en la ciudad es tal que el mismo Lunes Santo -día de impasse, recordemos que ya no sale el Cristo de las Batallas- no se sabe aún si se mantendrán las procesiones previstas para el resto de la semana, o tendrán que suprimirse algunas. La ciudadanía, por extensión, comienza a quejarse en la calle y en los medios locales ante la falta de información sobre horarios y recorridos procesionales. El martes, ese martes que antaño nos hablara de atardeceres, de bullicio y libertad, prolonga una Semana Santa negra en todos los sentidos. La procesión del Perdón se da la vuelta casi al final de Sergio Sánchez, tras apenas quince minutos en la calle, al desatarse una feroz tormenta con aparato eléctrico que trajo a la memoria los daños todavía recientes causados por la tromba del domingo.
  Martes, 10 de abril de 1979. El Cristo del Perdón, dándose la vuelta por Sergio Sánchez.
Sí transcurre con normalidad la procesión de la Esperanza, aunque por normalidad entendamos el salir sin relevos en ningún paso, y con una nómina de mantillas cada vez más precaria. Abre el desfile la banda de los romanos de la cofradía, y lo cierra la banda municipal tras el paso de palio, completando así la estructura habitual de casi siempre. El Jueves Santo salen Vera Cruz y Humilladero con muy pocos hermanos de escolta, aunque estos sí con turnos de carga suficientes para llevar algún relevo. Sigue sin procesionar el Beso de Judas, y comienza a llamar la atención la extrema juventud de los nuevos hermanos de carga que acudían a los desfiles, sobre todo en la corporación de San Mateo.
En la madrugada del 79 queda patente que los renglones cofradieros se redactan este año más torcidos que nunca. De entrada, la reestructuración de la plaza de Santiago y las obras en el palacio de Godoy obligan a modificar parte del itinerario de salida del Nazareno. Horas después, inmersos en el corazón de los adarves, una grúa de obra a la altura del Palacio de la Generala se convierte en barrera inesperada y casi insalvable para la mayoría de los pasos. Antes de Semana Santa se le había retirado parte de la base que la sostenía, pero aun así queda poco espacio para transitar, con la dificultad añadida de un cable eléctrico que hay metros después y que obliga a bajar todas las andas a los brazos. Subrayan los medios el esfuerzo e ingenio que derrochan los cofrades para sortear esta gymkana malévola, en especial del popular Galiche, que “se arriesgó en repetidas ocasiones para permitir el paso de las imágenes” –cita textual. Impagable haber estado allí para comprobarlo y poder contárselo a ustedes, pero ese año nos fuimos directamente a escuchar las saetas que nunca fallan en la plaza de Santa María.
Me gustaría seguir escribiendo, amigos, pero no hay más que contar: cinco desfiles y basta. La lluvia impide la salida de los Estudiantes, del Santo Entierro, y de la cofradía del Nazareno, que tenía en esta ocasión prevista su procesión del silencio a las 22:30 de la noche del Viernes Santo, en un intento por revitalizar un desfile que el sábado contaba ya con escaso seguimiento. En resumen, nos quedamos con una Semana Santa gris tirando a muy oscuro, con solo cuatro desfiles en seco, mal tiempo, nula organización, escasa participación y un saco repleto de fundadas sospechas sobre su futuro.
Padre Nuestro que estás en los cielos, perdona nuestras ofensas y perdona también a quienes nos ofenden, pero nunca nos perdones esta semana bendita…

– Continuará con el capítulo: 1980 – Un pregón clandestino
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1978 – Remontan los Estudiantes
La cofradía de los Estudiantes, conocida así desde sus inicios a sabiendas que su nombre es otro, es la más reciente de Cáceres y goza de cierta simpatía popular, por el ímpetu de los alumnos sanantonianos y por lo que simboliza de frescura y savia nueva. Pero no solo de ilusión viven las hermandades. Agobiada como las demás por la falta de hermanos, varios de sus representantes se reúnen antes de Semana Santa con el padre Luis Blanco, rector de la iglesia Santo Domingo, con la firme voluntad de encontrar el impulso necesario para revitalizarla. Se trata de la primera corporación que asume sin tapujos la precaria situación social en que se encuentra, y pone en marcha acciones concretas para combatirla. Yo quería apuntarme con ellos, pero mi padre decía que aún era muy joven para cargar. Su palabra es la ley.
De esta guisa, varias son las novedades previstas por la corporación franciscana para este 1978. Justo antes de Semana Santa, la dirección acuerda con unanimidad el propósito tácito que la cofradía de los Estudiantes esté presente en su tradicional desfile del Viernes Santo, y citamos textualmente, «cualesquiera que fuesen las adversidades». También recuperan la antigua costumbre de hacer las estaciones penitenciales del Vía Crucis, adentrándose en la parte antigua y subiendo hasta la plaza de San Jorge como antaño. Se confeccionan 20 túnicas que quedan a disposición de quienes no hayan podido adquirirlas antes, en el convento de Santa Clara. Además, tras la procesión del Viernes Santo se celebrará una reunión -con posterior vino de honor- en el colegio San Antonio para elegir una junta rectora que coordine la futura reestructuración y reorganización de la hermandad. Un magnífico ejemplo, en resumen, de lo que viene siendo reconocer un problema y coger el toro por los cuernos.
Brinda este año el pregón D. Mariano Mariño Fernández, decano del colegio de abogados, celebrado a las 20 horas del jueves 16 de marzo en el aula de cultura de la Caja de Ahorros, en la calle Clavellinas… aunque un pajarito me cuenta que el Gran Teatro aún sigue esperando con los brazos abiertos acoger tan señera cita. Don Mariano centra su discurso en un canto hacia la devoción del pueblo de Cáceres, y con acierto renuncia al recurso fácil del historicismo y del atracón de datos. Actúa el Orfeón Provincial de la Ciudad de Cáceres, dirigido por Doña Trinidad León de Tejado, que interpreta piezas de Bach como «Oh Rostro lacerado”, «En ti mi Dios», o el «Ave Maria», de Vitoria. La presentación del pregonero corre a cargo del reverendo D. Juan Manuel Cuadrado Ceballos, hoy párroco de Santiago y por aquel entonces rector del seminario Mayor, con el atavío de una elegante chaqueta oscura y jersey beige de cuello vuelto. ¡Muy moderno, Don Juan Manuel! La sala, repleta de público, prorrumpe en aplausos ante el recuerdo del recién fallecido mayordomo de la cofradía del Nazareno («Querido Santos Floriano, Tú, desde el cielo, haz que sepa cantarlo”) y también al término del muy brillante pregón. El obispo D. Jesús Dominguez Gómez, ordenado hace escasos meses, se encarga de las consignas espirituales con la valentía y clarividencia que siempre le caracterizaron: «que Jesús sea el salvador de esta exhausta y casi muerta Extremadura».
Los primeros desfiles son responsabilidad de la cofradía de los Ramos, domingo, martes y miércoles, con un clima muy plácido tanto en lo social como en lo meteorológico. Desde que Batallas cesara su actividad sin demasiadas noticias ni explicaciones, la corporación de San Juan era la única procesionante en Cáceres hasta que llegaban los días centrales de la Pasión. La única novedad en este año es que la procesión de la Esperanza adelanta su salida a las 20:15 horas.
El resto de desfiles se desarrolla, contra pronóstico y al igual que el año anterior, con una participación de hermanos mejor de la esperada. Nunca resulta la concurrencia para echar las campanas al vuelo, pero pongámonos en el lugar de unas juntas de gobierno que acudían el templo, sin excepción, con el temor de no saber cuántos pasos podrían sacar a la calle ese día. Simplemente salir ya supone un triunfo.
En la madrugada, el paso de Jesús Nazareno luce en su frontal los atributos de mando de Santos Floriano con un crespón negro en señal de luto, por la memoria del mayordomo cuyo corazón dejara de latir al son de las horquillas. La cofradía de los Estudiantes, con la escolta de la policía armada, hace bueno el propósito de llegar hasta la plaza de San Jorge, donde el rector de la comunidad franciscana pronuncia un breve discurso en torno a la pasión de Cristo y a la problemática del colectivo estudiantil. 
 Viernes, 24 de marzo de 1978. Cristo de los Estudiantes en San Jorge
Esa misma tarde la cofradía de la Soledad clausura una Semana Santa con muy pocas incidencias y con la bonanza climatológica como nota predominante. A modo de anécdota, y como sucediera también el año anterior, existe algún conato de altercado por parte de grupos dispersos formados en su mayoría por emigrantes, una pobre caterva que exhibe banderas extremeñas y pancartas contra las centrales nucleares durante las procesiones del Jueves y Viernes Santo. Sí, yo estuve allí y les confirmo que resultó tan esperpéntico como parece, un vacuo intento de politizar unos actos que ya por sí solos andaban bastante renqueantes. No aprenden que aquí, en Cáceres, las horquillas están muy encima de cualquier bandera.

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 1977 – Los lunes vacíos
Los negros augurios que medran por la cuaresma de 1977 vienen a confirmarse con rotundidad en los primeros días de la Pasión. 3 de abril, Domingo de Ramos, 11 de la mañana. La Burrina sufre un descenso brutal en la asistencia tanto de hermanos como de público. El paso solo completa un solo turno de carga y de los cortos. El recorrido es el mismo de años anteriores; no así el regusto cruel que deja tras de sí, mezcla de interrogante y desazón.
El Lunes Santo, tras la extraña ausencia del último año, se queda del todo vacío sin su Cristo. Solo el Padre sabe qué otras batallas habría ido a librar. Viendo que yo aún no tenía edad para expresar palabras polisílabas, les explico hoy con la perspectiva del tiempo los motivos que pudieron incidir en este triste fin. Podemos hablar de los cambios sociopolíticos que atraviesa un país en plena transición, y de que ya no se puede obligar a los soldados a participar en eventos religiosos. Podemos hablar de los malos tiempos que viven todas las cofradías y de la escasa ayuda con que cuentan para salir. Podemos hablar de los últimos coletazos de una Junta de Gobierno, ya de muy avanzada edad, para asegurar la continuidad de la corporación, y de algunos contactos a destiempo con el obispo Llopis y el Gobernador Militar. A fin de cuentas, como en el amor, como en la guerra, para que cualquier historia termine es necesario verse las caras de cerca. En definitiva, tendremos que hablar de que la cofradía de las Batallas desaparece del mapa y reduce a seis el número de corporaciones activas en la ciudad.
Tras este desalentador comienzo, las sensaciones mejoran el martes y el miércoles, jornadas en que los Ramos aglutinan toda la actividad cofrade de la ciudad y completan, sin incidencias, los habituales desfiles con sus imágenes titulares. Para el Jueves Santo aguarda una de las grandes novedades de este año: Tras quedarse nueve años a la sombra por el deterioro que sufrían sus imágenes, volverá a pisar las calles el paso del prendimiento -el mítico Beso de Judas- al fin sufragado por la hermandad y restaurado por el escayolista cacereño Luis López Jiménez. Nadie cuenta con los regates del destino ni con la alfombra de nubes que viene oscureciendo la tarde. Pasan unos minutos de las ocho y San Mateo es una madeja de paraguas, filas rotas, capas al viento y capuchones desteñidos que entran y salen por el portón. Esas calles, mis calles, tantas calles compañeras de paseantes y penitentes ponen su mejilla de piedra para recibir el beso traicionero de la lluvia impía, que obliga a suspender el desfile con el último tic tac de las manecillas del reloj. Lamentaré por largo tiempo la oportunidad perdida, ya que el paso del beso se quedaría también sin procesionar durante los años siguientes por la falta de hermanos de carga. Demasiados años.
Jueves, 7 de abril de 1977. La Vera Cruz, suspendida.
Corriendo calle Damas abajo, húmeda todavía, arriesgando inconsciente el pellejo y cruzando aquellos ojos de piedra que ya era viejos pero todavía eran puente, recibo el abrazo de la noche para ir a buscar las primeras casas del Espiri. El chaparrón que se asoma y se esconde no es freno para la cofradía del Humilladero, que continúa aferrándose al fervor de su barrio y bulle al calor de los rayos que le manda la luna. Florece este año en las filas color granate un predominio del género femenino, tanto en la escolta como en el turno de carga de María Corredentora, dato no precisamente baladí en la época que estamos narrando. La Virgen, obra de Venancio Rubio, desfilaba por aquél entonces bajo un pequeño palio a juego con las túnicas de la hermandad.
Recuerdo la madrugada del 77 gélida como el témpano. Ni siquiera los grajos salen a volar bajo –ya tengo edad para decir que hacía un frío del carajo- ni siquiera los gorriones –que es cuando hacía un frío de cojones, pero eso mi padre aún no me lo consiente. Oblígame el abuelo Romualdo a pertrecharme con bufanda, guantes y jersey de cuello vuelto, y no saco las manos del bolsillo ni para echar el guante a los bizcochos apostado frente al postigo de Santa Ana. Al Nazareno le falta de nuevo su mayordomo Santos Floriano, por motivos de salud, y pese al frío puede este año arropar a un número algo mayor de hermanos bajo sus filas. El acompañamiento musical corre a cargo de la banda municipal, y las bandas de CC y TT de la Cruz Roja y de la Guardia Civil. Al paso por San Juan y Santa Clara, la procesión pretende ser «contestada» e interrumpida por unos desaprensivos, que encuentran de todo menos el éxito. La cofradía, impasible, continúa su marcha entre unánimes elogios. Perdónales porque no saben lo que hacen.
Los Estudiantes completan su estación de penitencia sin anécdotas reseñables. El Santo Entierro, aun arrastrando los habituales problemas de hermanos, también realiza su procesión con tibia normalidad a las siete de la tarde. El cortejo oficial gana volumen gracias a las representaciones civiles y militares, y a las bandas de la Cruz Roja y del CIR, que aporta a su vez una compañía de reclutas para dar escolta al desfile. Y como además del público sorteaban también un grueso mar de coches, la Plaza Mayor parecía más llena que de costumbre.
Viernes, 8 de abril de 1977. Jesús Yacente por la Plaza Mayor.
La Virgen de la Misericordia procesiona a las 20 del Sábado Santo bajo efemérides, ya que cumple 50 años desde su bendición. Y la procesión del encuentro parece al fin rejuvenecer a las 11:30 de la mañana del Domingo de Resurrección ¿Será esta vez la definitiva?
Domingo, 10 de abril de 1977. El encuentro frente a la Torre de Bujaco.
Concluye así una Semana Santa que transcurre, contra todo pronóstico y pese al mal tiempo de algunas jornadas, con mayor brillantez y presencia de hermanos respecto al año anterior. Se trata de un ilusorio paréntesis, pero nosotros todavía no lo sabíamos.

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1976 – El torpedo Müller
Corresponde a un magistrado y cofrade de pro, D. Jose María Crespo Sanchez, la dicha de pregonar nuestra Pasión la noche del 1 de abril. Nos encontramos en el escenario y horario habituales, Gran Teatro 20:30 horas. El presentador y otrora pregonero, el Sr. Entrena Klett, subraya el hecho de que por fin un hermano de carga pregona la Semana Santa y podrá por tanto describirla «como actor, no como espectador». Crespo, en su preclara condición de jurista, alude a la justicia divina y analiza desde el punto de vista jurídico el proceso de Jesús. Tampoco faltan en su pregón las tradicionales glosas a los diversos pasos y pasajes de nuestra Semana Santa. Como sucediera en el año anterior, monseñor Llopis Ivorra y la banda municipal dirigida por Antonio Curiel clausuran el acto entre grandes aplausos.
Sale la burrina a las 11 horas del Domingo de Ramos con el mismo recorrido del año anterior, y nuevamente con escasa participación tanto de fieles como de hermanos. El Lunes Santo, 12 de abril, la cofradía de las Batallas tiene prevista su salida a las 20:30, pero decide a última hora suspender la procesión sin que los motivos, a día de hoy, estén meridianamente claros. Se comenta que influyen la incierta climatología y también los desperfectos de unas andas que no garantizaban la seguridad mínima para trasladar la imagen por las calles. ¿Justificación o excusa peregrina ante la progresiva decadencia de la hermandad?
Sí sale a la calle el Cristo de la Buena Muerte, bajo su advocación del Perdón de todos los Martes Santos, con gran presencia de público sobre todo en la Plaza Mayor. El miércoles sin embargo los Ramos se enfrentan al problema que ya vienen sufriendo desde largo tiempo atrás: tener que cubrir turnos de carga para sus dos pasos titulares. Pero este año, además, topan con una coincidencia que les resultaría igualmente familiar décadas más tarde: el desfile coincide con un partido crucial de la Copa de Europa entre el Bayern de Munich y el Real Madrid. ¿Les suena esta película? Por desgracia, la salud social de las hermandades en 1976 no se acercaba ni remotamente a las de 2011.
«Hoy es un día de prueba para todos los hermanos», reconoce el mayordomo D. Dámaso García la misma mañana de la salida, y dando ejemplo añade que «a mí también me gustaría ver el partido, pero coincide con la procesión y hay que dejarlo». La cofradía de los Ramos, que entonces celebraba sus juntas ordinarias en el salón parroquial San Juan (c/San Antón 21) viene barajando soluciones de urgencia para asegurar la concurrencia de hermanos en tan adversa tesitura. El clima de incertidumbre hierve conforme avanza la tarde pese a que, en palabras del mayordomo, durante los días previos se ha avisado y animado reiteradamente a los hermanos para que acudan al desfile y renuncien a ver el fútbol. Para terminar de liar la madeja, la procesión debe retrasarse hasta las 21 horas para evitar la coincidencia con la misa de la parroquia, un postrero inconveniente que por sí solo ya se hace difícil de digerir, y que dice poco en favor de la coordinación y logística de esta época. La hermandad llega incluso a valorar retrasar la salida hasta las 23 horas, cuando terminara el partido de fútbol, pero lo descartan por ser ya demasiado tarde. Eso sí, de no contar con hermanos de carga suficientes, la corporación ya tiene decidido dejar en casa al Cristo de la Buena Muerte y sacar solo la Esperanza, que ese año estrenaría bordados en su manto procesional.
Al final, y a pesar del cambio horario que desorienta a casi todo el mundo –nadie se había enterado de que la procesión se retrasaba una hora- la afluencia de espectadores para contemplar el desfile es mejor de lo esperado. Salen los dos pasos a la calle, cierto es que con bastante penuria y por supuesto sin relevos (este paso de la Virgen de la Esperanza era exactamente el mismo que el que procesionaba hasta hace pocos años, antes de la restauración de las andas, pesado e incómodo incluso con los dos relevos de rigor). Las mantillas y los capuchones también resultan escasos, aunque suficientes para salir con una mínima dignidad… no así el R.Madrid, que mientras les escribo esta historia se despide de la Copa de Europa perdiendo 2-0 en Münich, sendos tantos del goleador Gerd “torpedo” Müller.
Miércoles, 14 de abril de 1976. Virgen de la Esperanza por la calle Moret.
La hermandad de la Vera Cruz, siempre con tres pasos (Oración, Flagelación y Dolorosa) retoma a las 20 horas del Jueves Santo su recorrido tradicional por Hornos, Gallegos y San Juan, volviendo de la plaza por Pintores, Sergio Sánchez, Pizarro y Santa Clara. Refuerzan sus filas hermanos de escolta de otras hermandades, que aprietan la marcha cuando comienza a llover a la altura de la Casa Grande. Década lluviosa, sin duda, para la corporación de San Mateo. Esta amenaza no afecta a la cofradía del Humilladero, que realiza su recorrido habitual por las calles de la barriada de Llopis a partir de las 23 de la noche. Como novedad, este año comienza a acompañarles en su desfile la banda de la Cruz Roja, con el tiempo convertida en estampa clásica de la semana mayor cacereña.
La Madrugada es la única procesión que cuenta con relevos holgados en todos sus pasos (cómo estarían las cosas para que esta sea la anécdota reseñable), si bien tanto el público como los eternos fieles con velas tras Jesús Nazareno disminuyen en número respecto a otros años. El moyordomo Santos Floriano, ya muy enfermo, no puede acompañar al Nazareno y se queda en casa por prescripción facultativa.  La Navera en los adarves le dedica dos saetas, 14 en total, a cada uno de los pasos. Saetas que no solo encierran un puñado de estrofas liberadas, sino también la oración, la palma, las cadenas del penitente, las torrijas, las lagrimillas en cada balcón, el horquillazo del Calvario, la mirada yerta y caída del Cristo de las Indulgencias, el esparto del nazareno… encierran, en suma, todo Cáceres en pura esencia cofradiera.
En esa mañana de todas las mañanas, la del Viernes Santo a mediodía, el Cristo de los Estudiantes encaja con dureza la escasez de hermanos, contando solo siete hombres en cada palo –sus andas, de bordado faldón granate, no calzaban aún varales centrales. El Santo Entierro comienza su desfile a las 19:30, también con poca presencia de hermanos en el cortejo, y por primera vez en muchísimos años con la carencia absoluta de presidencia oficial, dato que tomamos como muestra de la desidia que ya merodeaba en rededor de los actos cofrades en Cáceres.
El Sábado Santo los hermanos del Nazareno desfilan con capuchón negro, y los hermanos de carga con fajín del mismo color. La tarde es muy desapacible y trae consigo un leve pero tenaz chispeo. Justo a las 20 horas el cielo nos regala un breve claro que se aprovecha para iniciar el desfile con algunos minutos de retraso sobre el horario oficial. Sin embargo, el agua no tarda en entrar de nuevo a escena, y la cofradía se ve obligada a recortar aprisa el recorrido previsto de inicio: Santiago, Camberos, Muñoz Chaves, Plaza del Duque, Plaza Mayor, Pintores, San Juan (parte baja, donde se situaba la antigua parada de taxis), Gran Vía (entonces calle Defensores del Alcázar), Plaza Mayor, Arco de la Estrella, Santa María, Tiendas, Arco del Socorro, Godoy y Santiago. La deslucida semana culmina de la peor forma posible, y a la mañana siguiente se suspende también la procesión del encuentro.
En este año aparecen los primeros síntomas graves del descenso de hermanos y mantillas que acuden a los desfiles, que si hasta ahora se perdían por goteo ahora faltan a puñados. También se nota la disminución -menos acusada- tanto de público como de fervor y respeto ante las procesiones. Por vez primera acecha la sensación inequívoca de que hemos dado un paso atrás. El estancamiento se torna en regresión. Muchos hermanos, esos baluartes cuya cofradía es ninguna y es cualquiera, acuden a varias procesiones consecutivas para evitar que se queden pasos sin salir, y la mayoría de ellos trabajan, no ya sin relevo, sino con turnos más cortos de lo normal. Para coronar este lóbrego aquelarre de despropósitos, llama la atención la ausencia de la banda municipal en casi todas las procesiones. El motivo no es otro que el económico: Por vez primera, la alcaldía autoriza a la banda para que cobre a las hermandades 8000 ptas. por desfile, cantidad que pocas podían desembolsar, para compensar de alguna forma los escuetos sueldos que percibían los músicos. Los integrantes de la banda se quejaban de que sus salarios fuesen los únicos no actualizados en la última revisión de presupuestos municipales.
Con este panorama, más inerte que halagüeño, concluye la Pasión de 1976 y se abre un profundo interrogante de cara al año 1977. La Semana Santa de Cáceres, nadie lo niega ya, atraviesa una grave crisis y la amenaza de discontinuidad cada vez es más real.

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1975 – Mujeres en el Santo Entierro
Las dudas crecen en el seno del colectivo, y además con toda lógica. Las cofradías se ven año tras año forzadas a poner en liza novedades con escaso apoyo, y la participación ciudadana en los desfiles sigue sin ser un valor seguro. El declive, además, se extiende a todos los frentes, y esta Pasión del 75 a duras penas es ya capaz de generar noticias esporádicas en algunos días de la cuaresma. En todo caso arañar alguna columna en las páginas pares, una reseña acá o un horario acullá. Yo, recién instruido en la actividad lectora, recuerdo cómo las crónicas en prensa limitábanse a enumerar las básicas incidencias del desfile, poniendo el acento en la composición de las presidencias, tanto civil como eclesiástica, en cada cortejo. Con suerte, los pastiches informativos calzaban alguna difusa fotografía en blanco y negro… no necesariamente del año en curso. La profusión de detalles y los focos de la noticia distan años luz de lo que ojeamos –y hojeamos- hoy día en los diarios.
En la noche del 10 marzo, a dos semanas de comenzar las procesiones, se reúne la comisión Pro-Semana Santa, bajo la dirección de Ricardo Hurtado, en un importante pleno para la toma de posesión del nuevo tesorero, D. Antonio Civantos. Se ultiman además los detalles del pregón que correrá a cargo de D. Ignacio Montaño Jiménez. La cofradía de la Soledad, acuciada por la escasa afluencia de hermanos en sus últimas salidas, quiere recuperar la participación de las mujeres en sus desfiles, hasta esa fecha permitidos solo para hombres. Su mayordomo, Federico Candela, ruega ante la comisión que se difunda esta decisión de la hermandad con la máxima publicidad, incluídos anuncios y llamamientos en prensa. Seméjase así la mujer a un olvidado clavo ardiendo del que las cofradías echan mano cuando no tienen más remedio, cuestión de la cual también hemos visto ejemplos en pleno siglo XXI. Asímismo, la hermandad expresa su voluntad de recuperar la procesión del encuentro el Domingo de Resurrección, que durante años ha ido languideciendo intermitente, hasta acabar desapareciendo en 1971. Para este propósito cuentan con la voluntariosa ayuda de los alumnos del colegio San Francisco, dependiente por entonces de la Diputación Provincial.
El pregón se celebra el jueves, 20 de marzo, a las 20:30 horas en un Gran Teatro repleto de público como todos los años. Francisco Bonilla Fajardo, teniente de alcalde del Ayuntamiento de Cáceres, es el encargado de presentar al pregonero, D. Ignacio Montaño. La banda de música municipal, habitual invitada al acto, interpreta este año las marchas “La Santa Cena”, “Cristo de la Sangre” y “El Miserere”, obra de Manuel Serrano que se estrenaba con motivo de tan ilustre ocasión. Montaño construye su intervención alrededor de un canto lírico recorriendo cada uno de los desfiles y pasos procesionales de la pasión cacereña, relacionando sus expresiones y mensajes con pasajes evangélicos, y finaliza su intervención con una bella composición poética dedicada a la ciudad de Cáceres. El prelado de la diócesis, Manuel Llopis Ivorra, cierra el acto con las inevitables consignas espirituales (“…la reconciliación con el prójimo es el auténtico misterio de amor que emana de la Semana Santa…”) y para terminar, cómo no, suena el himno nacional.
“Y sobre toda comparación, superando las esquinas más agudas del desgaste de los tiempos, ese Nazareno de Tomás de la Huerta que tiene por nombre, limpio de adjetivos y pleno de sentires, el de Cristo de Cáceres.” I.Montaño Jiménez.
Llega el Domingo de Ramos muy pronto este año, un soleado 23 marzo, y con él nuestra querida burrina, que retorna al asilo de ancianos del paseo de Cánovas tras el arlequinesco paréntesis televisivo. Y retorna con ella el mediodía azul, el júbilo y los zapatos nuevos, las ramas recién cortadas, las palmas al cielo como relucientes hoces de oro, y por qué no, también el itinerario habitual: Cánovas, San Antón y San Pedro hasta la plaza de San Juan, y desde allí recorriendo Pintores, Moret, Concepción, General Ezponda, Plaza Mayor y vuelta por pintores hasta San Juan.
El Cristo de las Batallas sale a las 20 horas de la S.I. Concatedral de Santa María y llega hasta la plaza de Argel para entonar el tradicional responso en el monumento a los soldados “en memoria y sufragio de los caballeros perdidos”. El desfile, que solo contaba con la imagen titular del Cristo, volvía por la antigua calle Jose Antonio (hoy Barrio Nuevo), General Ezponda, Plaza Mayor, Arco de la Estrella y Santa María. No lo portan hermanos, sino soldados del CIR nº3 con su uniforme reglamentario, cuya banda de música por cierto también se encarga de cerrar el cortejo procesional. El paso camina profusamente adornado con flores, y no conoce aún el tradicional manto de claveles amarillos recogido en los estatutos modernos de la hermandad.
En guerra vivo, siempre con la enseña
de tu espada de amor al abordaje,
para salvar la fe de mis murallas.
Ayúdame en la noche cacereña
a ganar, compañero de este viaje,
mi batalla, Señor de las Batallas.
I. Montaño Jiménez, 1975.
Lunes, 24 de marzo de 1975. Cristo de las Batallas.
El Martes Santo, 25 marzo, el Cristo de la Buena Muerte desciende por los adarves paseando la advocación del Perdón, y de igual forma que lo hace la Esperanza el miércoles por San Juan, Moret, parte baja de la plaza de la Concepción, Santo Domingo, Ríos Verdes, Sancti Espiritu, Plaza del Duque, Plaza Mayor, Pintores y San Juan.
El Jueves Santo la cofradía de la Vera Cruz sale a las 20 horas sorteando una seria amenaza de lluvia que finalmente no fructifica. Siguen desfilando tres pasos: la Oración en el Huerto, la Flagelación, y la Dolorosa de la Cruz. Le pregunto a mi padre que por qué no sale aquél beso de Judas, que yo siempre había escuchado pero nunca había podido ver y que ya empezaba a sonarme a leyenda. ¿Sería otro desengaño propio de mi edad? Los Reyes Magos, el ratoncito Pérez y el misterio del Beso de Judas; cosas que nunca te dije. Mi padre me explica, con ardua paciencia, que hace mucho tiempo el paso dejó de salir porque estaba muy estropeado, y que la escasez tanto de hermanos como de dinero lo habían ido enterrando en el olvido y nunca más se supo de él. Desde luego, cuando yo sea grande me encargaré de que las imágenes se transporten, se guarden y se limpien con esmero para que nada de esto vuelva a suceder.
Vera Cruz modifica su itinerario habitual por culpa de las obras en otras calles, y la vemos este año bajando por los adarves como ya sucediera durante la década del 2000. El éxito es tal que sus directivos manifiestan la intención de perpetuar el recorrido en los siguientes años… deseo nunca satisfecho, como veremos en próximos capítulos. Y hablando de los adarves, recuerdo como si fuera hoy aquellos cables de nuevo cuño, tendido eléctrico y teléfono, que se instalaran ese año por toda la bajada, otrora al tiempo detenida. Esta feliz idea transforma el paso por los adarves en una auténtica ratonera y ocasiona enormes dificultades a los pasos que por allí transitan, provocando las incómodas maniobras de bajadas y subidas a los brazos. Debiera ser obligatorio que los técnicos del ayuntamiento fueran todos hermanos de carga, para que se piensen las cosas dos veces antes de planificar tamañas barbaridades.
Cristo del Humilladero,

desde tu niñez obrera

hasta esa Cruz. ¡Qué sincera

senda de tu sacrificio!

Y aún te queda por oficio

moldear nuestra madera.

I. Montaño Jiménez, 1975.
El Humilladero, también inédita en 1974, completa su procesión por la barriada de Llopis con la modesta brillantez acostumbrada. En la madrugada del 28 de marzo desfila, tras la Cruz Guía del Nazareno, una amplísima representación de la 222 comandancia de la Guardia Civil, hermana mayor de la cofradía. Poco que ver con la reducida escolta actual. Por la mañana, la todavía joven cofradía del Cristo de los Estudiantes continuaba levantando admiración por su entusiasmo y por la impresionante estampa del Cristo tumbado sobre las andas, posición que adopta en su primera época por precaución para la salud de la imagen, pero que termina convirtiéndose en eterna señal identitaria para esta corporación.
Ya por la tarde, el desfile del Santo Entierro sale otra vez cortito y con sifón, con nula repercusión del llamamiento a la mujer proclamado en prensa y diversos medios locales. Para más inri, la escueta nómina de mantillas acompañando a la Virgen de la Soledad ascendía a número de cinco. El cortejo forma este año encabezado por la Cruz Guía de la hermandad y la banda de cornetas y tambores de la Cruz Roja. El Consejo de Administracion de la Caja de Ahorros de Extremadura sigue apareciendo delante del paso del Yacente, donde ya no había urna ni la muerte pasaba callada por la siesta de cristal. El Sábado Santo a las 20 horas comienza la procesión de la Virgen de la Misericordia con un tiempo más benigno que en los años precedentes y el 30 marzo, Domingo de Resurrección, se recupera por fin la procesión del encuentro entre Jesús Resucitado y la Virgen de la Alegría, gracias al empeño de los alumnos del colegio San Francisco.
La mejor noticia de este año es que pueden salir las once procesiones previstas, cobrándose la deuda por la lluvia del año anterior. Se percibe menor presencia de mantillas, tradición agonizante, pero a cambio ya empiezan a participar más mujeres con túnica y capuchón como el resto de hermanos. No es fácil de asegurar, empero, pues este papel de penitentes seguía siendo coto masculino y las mujeres que lo ejercían procuraban guardar un cómodo anonimato. La pasión muestra así lentos signos aperturistas en áreas que venían estando reservadas tradicionalmente a los hombres. Ello no contribuye a mejorar la participación de hermanos en los desfiles, que paradójicamente después sí eran seguidos en masa por numerosos espectadores. La viva imagen del pasivismo acomodaticio cacereño… ¿les suena de algo?
 
– Continuará con el capítulo: 1976 – Eltorpedo Müller

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1974 – TVE, las lluvias y la inédita madrugada
En nuestro siglo XXI disfrutamos las cuaresmas saltando de pórtico en presentación, de presentación a un pregón, de un pregón a otro pregón -y tiro porque me toca- y del pregón a la presentación de otro pórtico si me apuran. No se yo si alguna vez nos plantearemos bajar un poco el ritmo, porque dentro de 20 años igual ya no queda gente para escribir tantos discursos diferentes; o eso o empezar a repetir pregoneros y presentadores, solución que tampoco parece muy estética. En las primeras fechas de abril, y obligado por lo delicado de la situación, el presidente de la comisión pro-Semana Santa, D. Ricardo Hurtado de San Antonio, hace un llamamiento a todos los cofrades para que hagan gala de su fe cristiana y participen activamente en los desfiles. Quizá no sea éste el mejor pórtico para encarar la Semana Santa, pero fijándonos en estas medidas sin duda comprenderemos mejor la feroz encrucijada que dirimen los cofrades de la época.
«Quisiera cantar el trabajo de los cofrades y hermanos de carga, sin más esperanza y recompensa que el premio admirativo de la gente en los desfiles».
Esta magistral sentencia pertenece al pregón oficial que pronuncia D. Carlos Entrena Klett, presidente de la Audiencia Provincial de Cáceres, y que se celebra como viene siendo habitual en el Gran Teatro a las 20 horas del jueves anterior al Domingo de Ramos. Mi padre, más por hastío creo yo que por complacencia, por fin accede a llevarme con él para disfrutar de un evento tan importante como aburrido para un chiquillo de mi edad, todo hay que decirlo. La presentadora es la concejala Luisa Gómez Tejedor, vocal de la comisión Pro-Semana Santa, que concluye su glosa del pregonero desmarcándose con las siguientes palabras: “Para terminar me permito proponer ante el Rvdmo. Sr. Obispo que se conceda a nuestro Ilustre Pregonero el título de Hermano de Carga de Honor de nuestras Cofradías, en reconocimiento de su brillante quehacer y por su colaboración al pronunciar el Pregón de este año de 1974”. Una petición que monseñor Llopis Ivorra atiende al final del acto entre aplausos unánimes de todos los presentes. Cosas de los mayores, pensaba yo. La banda de música municipal, dirigida por el maestro Curiel, interpreta «Marcha Fúnebre», de Sors, «Jesús Preso», de E.Cebrián, y «Requiem Aeternam” de Miranda y Lafuente, para amenizar la intervención del señor Entrena.
Jueves, 4 de abril de 1974. Pregón de Carlos Entrena Klett en el Gran Teatro de Cáceres.
Y retomando el asunto de las presentaciones, este Domingo de Ramos, 7 de abril, nuestra burrina se viste de etiqueta para presentarse con sus mejores galas ante las cámaras de TVE, que retransmite toda la procesión en directo. La bendición de las palmas, presidida por el obispo Llopis, se traslada ex-profeso a la ermita de la Paz. Minutos más tarde, el cortejo procesional habitual, formado esta vez en la iglesia de San Juan, baja hasta la Plaza Mayor para continuar a partir de ahí por el Arco del Corregidor y Arco de la Estrella, entrando en Santa María por la puerta sur (junto a la plaza de los Golfines). No se cabe de gente allí. En la concatedral el prelado oficia misa y homilía, contando además con la actuación del Orfeón y el reverendo Jose Luis Rubio al órgano. El acto, por completo original e irrepetible, recoge un esplendor y una afluencia de público insólitos, sin duda agudizados por la novedosa presencia televisiva y el sol radiante que iluminaba la mañana.
Domingo, 7 de abril de 1974. La burrina por  la Plaza de Santa María ante las cámaras de TVE
Batallas realiza su estación de penitencia sin incidencias, pero el clima se encabrita el Martes Santo y el desfile del Cristo del Perdón se suspende por la lluvia a eso de las 20 horas. Por mor de las obras que se venían realizando en los adarves, el itinerario previsto era llegar hasta la calle Ancha, subir hasta San Mateo y bajar por la Cuesta de la Compañía, San Jorge y Santa María hasta el Arco de la Estrella, para continuar desde la Plaza Mayor hacia Pintores. Lástima que este lance irrepetible quedara por siempre perdido en la historia.
El Miércoles Santo, día 10 de abril, la salida de la Esperanza y Cristo de la Buena Muerte se tambalea hasta últimísima hora, azotada por el mal tiempo y por la falta de hermanos. Salir, no salir, los dos pasos o solo el palio… al final Dios otorga provisión y los Ramos completan la estación penitencial con sus dos titulares, aunque también con poca gente, muchas dudas y algo de retraso respecto a la hora prevista de las ocho de la tarde. No hay tregua este año y la lluvia, a veces convertida en granizo, apedrea la salida tanto de la Vera Cruz como del Humilladero el Jueves Santo. Chaquetas a cuadros y pantalones de campana quedan al instante enterrados bajo un oscuro manto de paraguas y sombreros brillantes. Pero… ¿quién le presta un paraguas a los corazones desangelados?
Tratamiento aparte merecen las vicisitudes de la cofradía del Nazareno para concretar su itinerario en esta Semana Santa, por culpa de las mencionadas obras de urbanización y pavimentado de los adarves. El tramo principal que linda con la muralla está inhabilitado, pero se espera que los operarios municipales puedan adecentar a tiempo el piso de la parte baja (Adarve de la Estrella) para permitir el paso seguro de la procesión. En los días previos a la gran noche, el mayordomo Santos Floriano nos recuerda que el itinerario de la madrugada no cambia desde el año 1946, cuando él se hace cargo de la mayordomía e impone como condición la invariabilidad tanto del recorrido, como de la hora de salida. Ah, ¿que la procesión del Nazareno no ha sido siempre “de la madrugada”? Yo también me extrañé, pero mi padre y mi abuelo siempre fueron fuente de fiar en las lides semanasanteras, y no tenía más remedio que creérmelo a pies juntillas. Siempre había pensado que el Nazareno era como esa luciérnaga que necesita de la oscuridad para brillar, para vivir, para iluminar a quienes cruzan frente a él, y que luego apaga su luz cuando la noche abandona.
Si todo va bien, la hermandad planea llegar hasta la puerta de Mérida y girar a la derecha para tomar Ancha a San Mateo, Cuesta de la compañía, Calle del Mono y Plaza de Caldereros, donde retomarían los adarves y continuarían por el itinerario habitual. ¿Se imaginan al Nazareno sorteando la calle del Mono o esos inéditos callejones por donde se escapa el tiempo? Pues eso. Si las obras no estuvieran tan adelantadas como para permitir el paso, el plan B transcurre por el siguiente recorrido alternativo: Camberos, Muñoz Chaves, Plaza del Duque, Sancti Spíritu, Margallo, cuesta de Santo Domingo, Plaza de la Concepción, Moret, Pintores, San Juan, Sergio Sánchez, Pizarro, vuelta por la Soledad, Hornos, Gallegos, San Juan, Gran vía, Plaza Mayor, Gabriel y Galán, Zapatería y Godoy. Esto es lo previsto sobre el papel. La realidad, empero, fuerza un requiebro en las previsiones.
Son las tres de la madrugada y me acaban de despertar en casa, no sé si mis padres o el olor del café con leche en la cocina. Todavía llueve. Parece que amaina mientras buscamos Santiago calle abajo, pero el cielo viste un color rosado de estos que a los cofrades de vocación nunca nos han dado buena espina. Las nubes retienen, pero no sabemos hasta cuándo. Encaramos la noche con esa incertidumbre que no te deja disfrutarla, como la más terrible aventura que sabes que está por llegar. El riesgo por la incierta climatología pesa y mucho en la decisión: el Nazareno sale a la calle, pero lo hace por el segundo de los recorridos previstos, sin penetrar en la Ciudad Monumental. Mi abuelo Romualdo, hombre sabio y no de libros sino de arrugas, dice que las calles son lo de menos porque la cruz del Nazareno llena de carey todos los rincones. Pero a mí eso no me vale. Figúrense el cuadro en vivo: la noche plagada  de espejos con forma de charcos, el frío silbando entre las callejas, y el pueblo desconcertado de esquina en esquina sin saber dónde colocarse para esperar a la procesión, como un reguero de hormigas que acaban de ver pisoteado su rastro en la arena.
Este Viernes Santo, de algún modo, todos esperábamos que llegara la mañana y nos lavara tanta angustia con su claridad. El pertinaz martilleo de la lluvia no impide a los Estudiantes completar íntegro su recorrido, pero se suspende por la tarde el Santo Entierro, y del encuentro seguimos sin tener noticias. Así se marcha por el desagüe una Semana Santa con bastante público, pese al mal tiempo que desluce casi todas las jornadas, pero que repite la tónica de la escasa participación de hermanos… con inmediatas consecuencias, como veremos en el próximo capítulo.

– Continuará con el capítulo: 1975 – Mujeres en el Santo Entierro
– Consulta el índice de la serie: Semana Santa de Cáceres – Los años perdidos (1970-1986)

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1973 – Amputación de itinerarios
 
1973 es un año de transición en nuestra Semana Santa, tan plano como quizás se adivinaba el incierto futuro de estos actos. D.Gregorio Marañón, a la sazón director del Instituto de Cultura Hispánica, pronuncia el pregón en el Gran Teatro, con el tradicional acompañamiento de la Banda Municipal de música y las consignas del obispo Llopis. Pese a mi insistencia mi padre seguía sin querer llevarme, pero sí puedo contarles que el discurso fue más breve de lo habitual, y no quedó encorsetado en las reglas convencionales de la oratoria. Marañón construye en su alocución una precisa glosa de las procesiones cacereñas, comparándolas con las diversas formas de expresión y vivencias de estas fechas en Hispanoamérica. Dirige la presentación con maestría D. Juan Pablos Abril, uno de quienes más y mejor escribieran y proclamaran jamás sobre la Semana Santa cacereña. Pregonero en 1959 y conductor de un sinnúmero de eventos similares en nuestra región, miembro de honor de la Comisión pro-Semana Santa… eminencia es decirle poco.Para paliar el acucioso descenso de hermanos de carga, la cuaresma llega de nuevo con el debate bajo el brazo. Son comidilla el forzoso recorte de itinerarios que las hermandades instituyen para esta edición del 73, amén de la prolongada discusión sobre la «mecanización» de los pasos, que retoma protagonismo durante las juntas generales previas a la semana mayor. La respuesta de los cofrades, como el año anterior, sigue siendo unánime en contra de las ruedas. La carga es un acto de penitencia hasta el punto de preferir muchos que desaparezcan las cofradías antes que perder su sentido penitencial mecanizando las andas. Una postura, qué duda cabe, para hacernos reflexionar hoy. ¿Los tiempos han cambiado?

Lunes, 16 de abril de 1973. Cristo de las Batallas.

El Domingo de Ramos llega resplandeciente y tardío. El 15 de abril asoma su testa la burrina por el asilo de ancianos y baja por San Antón hasta el centro, tradicional recorrido de aquellos años, sin mayor novedad, tal como marcha el Cristo de las Batallas hacia la Plaza de Argel a las 20 horas del Lunes Santo. La salida a las nueve de la noche es patrimonio exclusivo de la reforma estatutaria que realiza la hermandad a mediados de los 80. Los desfiles del Martes, Miércoles y Jueves también transcurren con normalidad y la semana se avista, por fin, plácida en lo meteorológico. La cofradía del Cristo del Humilladero estrena este año sus primeros Estatutos Penitenciales, aprobados por el obispo Llopis Ivorra el 19 de diciembre de 1972, en los que se decreta oficialmente a la hermandad como legítima sucesora de la antigua cofradía del Espíritu Santo.

 Cofradía del Stmo. Cristo del Humilladero. Primeros Estatutos Penitenciales (archivo de la hermandad)

Jesús Nazareno sigue coloreando la madrugada otro año más, otro viernes, otra alborada. La muchedumbre que se arremolina al rebufo de su zancada, descalza o arrastrando cualquier otro signo externo de penitencia, es aún de los pocos elementos que pervive inasequible a la decadencia, a las modas, o al paso del tiempo. No le faltarán hermanos de carga al Nazareno, pero tampoco nunca su séquito popular, una escolta sin túnica pero igual de fiel, sin alhajas pero igual de poderosa, que si el oro o la alpaca refulgen y embellecen sus faroles, ellos le sostienen una vela con la misma luz pero más modesta envoltura en papel de plata. Llama que sigue brillando cuando rompe la amanecida sorprendiéndoles por cualquier rincón entre Tiendas y el adarve de la Estrella. Llama que de verdad alumbra, pues su lumbre no ilumina el camino sino el corazón de los hombres.

La organización y cuidado de los desfiles es otro de los aspectos que más ha evolucionado con el paso de los años, y por cierto nunca ponderado con la suficiente justicia. Este año la hermandad del Nazareno se ve obligada a lanzar un llamamiento público a los ciudadanos para rogar que no aparquen sus vehículos en las plazuelas conlindantes con Santiago. Esperan así cortar de raíz las dificultades que vienen sufriendo al salir las procesiones, en el caso de la puerta norte, y en el acceso de hermanos y formación de turnos por la puerta del peregrino, en las traseras del templo.

El Santo Entierro cuenta con la presencia de numerosos capuchones de otras cofradías que dignifican el desfile oficial… nuevamente con participación decreciente. Viernes Santo por la tarde, esta procesión señera nos viste de gala a toda la familia; Romualdo padre, Romualdo abuelo, el pequeño Aldo, mamá y hasta los vecinos no faltamos a la cita con la Soledad y el Yacente. Este año bajamos a la plaza, y la verdad es que no fue la mejor elección. Allí el Santo Entierro sufre algunos cortes, provocados tanto por la caótica ubicación del público como por la incertidumbre al desconocerse su itinerario exacto. ¡Se arreglarían estos problemas si tuviéramos guías de mano! Me miran como si mi mente parvularia delirase en exceso adelantada a su tiempo.

En la noche del Sábado Santo, la Virgen de la Misericordia y la Cruz Vacía ponen el broche a esta tibia edición de la Semana Santa de 1973. Los problemas no tocan fondo pero persisten, y el seno cofrade contínua tan enfermo como estaba antes. La cofradía de la Soledad suspende la intermitente procesión del encuentro, el Domingo de Resurrección, ante la fulminante epidemia de pasotismo que venimos padeciendo. Y por similar motivo otras, que no lo previeran de antemano, se ven obligadas a modificar sus itinerarios a última hora. La Semana Santa se va dejando kilómetros pero al menos gana un año más para la causa, que no es poco viendo cómo se presenta el panorama en cada nueva primavera.

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1972 – A vueltas con las ruedas
Todo el colectivo asume ya sin ambages el problema de la escasez de hermanos de carga. Comiénzase a dar pábulo, primero sotto voce en los mentideros cofrades, y después en las juntas de hermandades, al debate sobre la conveniencia de poner o no ruedas a los pasos, como ocurre en otras ciudades de España. La medida sufre la oposición sistemática de la mayoría, pues supone renunciar primero a la simbólica carga penitencial del acto, y después al tránsito procesional por la ciudad antigua. Sé de muchos, figúrense ustedes, que se borrarían sin dudarlo de su hermandad si aquélla sacara sus pasos con ruedas. Este frontal rechazo choca en capital paradoja con la realidad de que los propios hermanos siguen sin acudir a cargar en las procesiones. ¿Qué le vamos a hacer? Cosinas de nuestro Cáceres.
En la mañana rubia y primaveral del Domingo de Ramos, la Burrina sale del asilo de ancianos “Mi Casa”. Allí estoy yo en Cánovas aseadito y de tiros largos, como mandan los cánones, pero las perspectivas a mediodía no puede ser menos halagüeñas. En el desayuno de hermandad aparecen apenas 80 hermanos, cuando la cofradía cuenta con más de 1300. Vale que podemos descontar unas 400 que son damas de la virgen, pero… ¿solo 80? ¿dónde estaba el resto? Quizá repartidos entre los que tuvieron que emigrar, los que habían cogido el 600 para pasar el domingo en el campo, y los que se habían quedado en casa pensando si debemos o no debemos ponerle ruedas a los pasos. Se completan de esta guisa dos turnos de carga, muy cortitos, para desempeñar el trabajo que otrora se repartieran entre 8 o 10 turnos. Turnos sin guantes blancos en el atuendo, prenda no obligatoria en los desfiles hasta bastantes años después. Esta entrañable procesión de las palmas va encabezada por la banda romana de la cofradía, y presidida por el párroco de San Juan, D. Manuel Vidal, el Gobernador Civil Sr. Martin Moreno, y los señores Gonzalez Moreno y Guerrero Beltrán representando a las corporaciones municipales.
El Cristo de las Batallas, también con muy buen clima, sale a las 20:30 de Santa María con una importante variación de su itinerario: abandona el camino hasta la Cruz de los Caídos para subir por la calle Margallo hasta la Plaza de Toros, frente al cuartel Infanta Isabel, donde se reza un responso en el monumento al regimiento Argel 27. Regresa por la calle Jose Antonio (actual Barrio Nuevo), Plaza de la Concepción, General Ezponda, Plaza Mayor, Arco de la Estrella y Santa María. Lo de subir a la Cruz era una machada, pero este trayecto tampoco es moco de pavo. Yo, que todavía andaba de la mano de mi padre, le comentaba inocente que como los señores que llevaban al Cristo eran militares, no les importaría mucho hacer esos desfiles tan largos. Mi abuelo Romualdo a su callada manera se ríe con la ocurrencia, desliz nada habitual en él. El caso es que a mí me venía bien que subieran hasta aquí, porque nos pillaba al lado de casa. Mis padres me ponían una chaqueta encima del pijama y ya estaba yo en la calle para ver la procesión.
Al Cristo del Perdón le espera el Martes Santo un camino bastante más largo que el que anduvo años después. Baja por los adarves hasta Santa María, pero enfila hacia Tiendas, Arco del Socorro y Zapatería, para entrar en la Plaza por Gabriel y Galán. Tampoco cuenta con muchos hermanos, pero al tratarse de un solo paso no suele tener problemas para salir.
El miércoles, por contra, la hermandad saca sus dos pasos titulares y las cosas se ponen cada vez más serias. La implicación de los hermanos decrece y el palio de la Esperanza, además, es de esos que desde fuera y sin saber mucho del tema ya dan la sensación de asustar a las básculas. El mayordomo Abelardo Martín cumple este año sus bodas de plata al frente de los Ramos. Amargo aniversario, pues no las tiene todas consigo. D. Abelardo se acerca a charlar con mi padre varias horas antes del desfile, con evidente pesadumbre, y le cuenta con su fe inquebrantable que la procesión saldrá «a pesar de los pesares». Cifra en 40 los hermanos necesarios para cada turno de virgen, y unos 30 para los del Cristo, y admite que si no completa al menos dos turnos de cada paso los hermanos van a pasarlo muy mal. Yo no entendía nada de lo que estaban hablando, lo único que entendía es que la procesión podía no salir, y eso me ponía triste. El itinerario previsto es San Juan, Pintores, Moret, Concepción, Santo Domingo, Sancti Spiritu, Plaza del Duque, Gabriel y Galán, Plaza Mayor, Pintores y San Juan. La cofradía salva el envite con dignidad -y muchos sudores- y yo me voy a la cama contento pensando ya en los días que están por venir.
Don Abelardo narra también la paradoja de que la hermandad de los Ramos, en sus inicios, apenas contaba con 300 hermanos, que no son ni una cuarta parte de los actuales. La común problemática de estos tiempos no reside por lo tanto en el fervor o en la popularidad, ni siquiera en la economía. Se condensa en la realidad de que los hermanos no acuden a cargar. ¿Quieren saber más causas? Pues tomen nota de lo que me decía mi abuelo, muy severo y con el dedo acusador: los cofrades mayores van retirándose por la edad, la gente de mediana edad, al socaire del boom automovilístico, coge la costumbre marcharse los festivos con la familia al campo, y los más jóvenes no quieren saber mucho de cofradías. Los que se apuntan por tradición familiar al final terminan por no acudir a la procesión.
En la Vera Cruz es donde más se acusa la falta de hermanos de carga. Muchos varales por rellenar, ¡y qué varales! El año anterior salieron sus tres pasos sin relevo, y los augurios para este 1972 no mejoran mucho. De los más de 1000 hermanos inscritos, apenas trece -directivos incluidos- acuden a su junta general. Tal es el desespero que la cofradía ya tiene previsto procesionar solo con la Dolorosa de la Cruz, caso de no reunir hermanos de carga suficientes. Y hasta la misma hora de salida no saben si podrán cumplir con su itinerario previsto o tendrán que recortarlo por la falta de efectivos. Recordemos que entonces el viaje era más largo que el actual, ya que el regreso desde la Plaza se hacía por Pintores, San Juan, San Pedro, Donoso Cortés y Pizarro. Suerte, entre comillas, que el misterio del Beso de Judas llevaba sin salir desde el año 68, debido a su penoso estado de conservación y la incapacidad de la cofradía para asumir el coste de su restauración, cifrada en torno a las 200.000 ptas. De estar en buenas condiciones, la hermandad asume que por su peso tampoco hubiera sido viable sacarlo a la calle. Entre tanta desgracia, un motivo para la dicha: aunque es difícil precisarlo, todo apunta a que este año procesionan las primeras mujeres bajo el anonimato rojo del capuchón de la Santa y Vera Cruz.
La hermandad del Cristo del Humilladero, demostrando ese espíritu joven e innovador que lleva a gala, organiza en su barrio un concurso de saetas para contribuir al realce de su procesión. Para tal efecto se instalan unos modestos palquillos, que a modo de tribuna indican el lugar oficial donde los pasos presentan su respeto al pueblo. En el transcurso del desfile dos espectadores comienzan a discutir con estruendo hasta que uno de ellos, acaso embriagado por furtivos aires de reyerta, desenfunda una navaja ante el asombro general. Ambos son detenidos y conducidos a la comisaría. Mi padre me saca de allí rápido… dice que estas no son horas para que un mocoso de mi edad anduviera por la calle.
Jueves, 30 de marzo de 1972. Concurso de saetas al paso de la procesión del Humilladero.
El Nazareno ha olvidado ya la escasez de hermanos de carga que sufriera de cerca en alguna reciente ocasión. Ahora cuenta con 1928 hermanos inscritos, de los cuales están citados 630 de carga y se espera que acudan casi todos. Recuerden que solo procesionaban siete pasos… yo no sabía entonces dividir, pero ahora sí sé y las cuentas me salen muy claras. Se disipan así los temores de años precedentes, y la seguridad es tal que la corporación incluso publica los lugares previstos para hacer los relevos en la madrugada: Plaza del Duque, Pintores, San Juan, Santa Clara, Arco de Santa Ana, Arco de la Estrella y Arco del Socorro. Este año Jesús Nazareno luce en su cíngulo un valioso brillante engarzado en un broche, antigua donación del doctor Pedro Casati. El montaje y posterior engarzado del brillante, que procedía en origen de un anillo del galeno, le cuestan a la cofradía nada menos que 12000 ptas. de la época. Como desgraciada anécdota, el mayordomo Santos Floriano tuvo que perderse la procesión tras torcerse un tobillo el Jueves Santo mientras cruzaba por la Plaza de las Piñuelas. Volvía de ultimar con la Guardia Civil los detalles de la participación de la benemérita en la madrugada.
El Viernes Santo por la mañana yo ya estoy que no puedo. Mi padre y mi abuelo, que sí que aguantan el empalme, me cuentan que la cofradía de los Estudiantes organiza tras su procesión, a eso de las 14:30, un almuerzo y posterior Junta General de hermanos. De ahí casi que se iban del tirón a ver el Santo Entierro, que aunque se forma en los aledaños de la Soledad, sale oficialmente de la Plaza de Santa María a las 19:30 en dirección a la calle Tiendas y el Arco del Socorro, para entrar en la Plaza por Gabriel y Galán. La cofradía de la Soledad, otra de las más apretadas por la falta de hermanos, cuenta con los ofrecimientos de Vera Cruz y Humilladero para poder salir con dignidad. Sus arcas tampoco presumen de buena salud, debido a que cuenta con pocos hermanos –el censo marcaba 503- y a que las cuotas, aparte de voluntarias, solían ser bajas. El besapié al Yacente durante la tarde del Jueves Santo sirve de alivio para paliar los gastos más inmediatos de la Pasión… pero este año me lo perdí. Recién levantado de la siesta, no tenía quien me llevase.
2 de abril de 1972, Domingo de Resurrección solitario y aburrido. Termina la Semana Santa como sin darse cuenta, y el respaldo popular a los festejos cofrades no hace sino menguar. Hay menos público que otros años, y menudean también visiblemente las filas de mantillas. Recuerdo incluso las quejas furibundas de mi abuelo por la presencia de indecorosas minifaldas y de chiquillas muy jóvenes explotando globos de chicle, una falta de respeto sin duda impropia de la clase que una mantilla debiera exhibir, según la moral de la época. Yo por fortuna no tenía conciencia de estas cosas ni de la amenaza contínua que pendía sobre la Semana Santa como espada de Damocles. ¡Si hasta me divertía con las mujeres de negro!

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1971 – Remedios contra la sequía
Las circunstancias en este 1971 no difieren mucho de lo expuesto en el anterior capítulo. Sin grandes novedades, los problemas no hacen sino estancarse, lo cual lejos de dar motivos para la esperanza contribuye a alimentar la corriente de aburrimiento y el dejarse llevar por la inercia de los hechos.
La burrina sale tras la habitual bendición de palmas en la capilla del Asilo de Ancianos, con mucho público pese al mal tiempo. Yo me lo perdí porque hubo de acortar su recorrido por la lluvia. A todos nos ha pasado alguna vez, ¿verdad? Tras el paso figura, y no es un juego de palabras, la representación del clero encabezada por D. Manuel Vidal, párroco de San Juan. D. Lope Hernández representaba al Gobernador Civil, y el comandante Guerrero Torres al Gobernador Militar. También asisten el alcalde en funciones Ignacio Montaño, el diputado provincial D. Juan Bazaga y representantes de las siete cofradías penitenciales cacereñas. Les detallo los apellidos que ostentaban la presidencia de los desfiles porque mi padre, hombre recto y temeroso de Dios, me las recitaba de carrerilla y me decía que era muy importante que esos señores estuvieran ahí. Yo le preguntaba que por qué, si no llevaban túnica como los demás, mas obtenía un cachete por toda respuesta. Cierra el cortejo, entre sollozos de este hoy humilde escribiente, la banda de CC y TT de la 222 comandancia de la Guardia Civil.
Empero, las borrascas son quienes en verdad presiden estos primeros días de semana mayor en Cáceres. Si la burrina tuvo que galopar cual pura sangre para guarecerse en las caballerizas de San Juan, la lluvia impide el lunes la salida del Cristo de las Batallas, y amenaza hasta última hora del martes la procesión del Perdón de los Ramos. Ésta finalmente transcurre sin incidencias recorriendo, desde las ocho de la tarde, San Pedro, Donoso Cortés, Pizarro, los adarves (con serias dudas sobre si el pavimento iba a estar arreglado por unas obras), Arco de la Estrella, Plaza Mayor y vuelta por Pintores hasta San Juan.
Misma película –en blanco y negro, cómo no- se repite el Miércoles con la procesión de la Esperanza, prevista para las 20:30 horas. La hermandad decide salir aprovechando un fugaz claro en el cielo, pero modifica el itinerario previsto que se adentraba por la calle Parras, Zurbarán y San José, y atrocha bajando por la Gran Vía, dando la vuelta a la plaza (en este punto comienza a llover, aunque con poca intensidad) y volviendo por Pintores. Exactamente la misma situación que se repitiera en 2011. La diferencia es que aquí, aparte de que llovía de verdad, pesaban y mucho los escasos dos turnos de carga que se pudieron formar: uno para cada paso y sin relevos. Y todavía dando gracias, claro está. El cortejo lo abría la banda de romanos y lo cerraba la banda de música municipal.
La Vera Cruz atraviesa, como todas las demás, una profunda crisis participativa, y aunque nunca se quedara sin salir, sí que pasa las de Caín en algunos de estos años. Sumen además el hándicap de que sus pasos son tres –y eso que el Beso de Judas sigue sin poder salir- y demás resultan especialmente pesados. Parece que en el 71 las hermandades se las apañan para regatear las zancadillas climatológicas, ya que las nubes vuelven a escampar justo antes de las 20 horas. El cortejo de San Mateo forma con la banda del C.I.R. marchando tras la Cruz Guía, y la municipal cerrando detrás de la Zapatona. Destaca el gran número de mantillas que acompaña a la Dolorosa de la Cruz… costumbre que como veremos también perderá fuerza según avance la década.
La cofradía del Humilladero, sin estar ni mucho menos sobrada, tiene menos problemas con los hermanos. Cuenta solo con 200, pero acuden siempre todos, y además confía en que la creciente popularidad de su barriada les ayude a superar este número con el paso de los años. Este año se convoca un concurso de saetas durante la procesión, cuyos ganadores se dan a conocer en la mañana del Sábado de Gloria. La hermandad sale a las 22 horas del Buen Pastor, y recorre las calles de Colombia, Bolivia, y toda la barriada de las 300 para terminar por la carretera del Espíritu Santo. Otra importante novedad es que partir de 1970 la talla original del Cristo del Humilladero se sustituye, debido a su mal estado de conservación, por otra más moderna que procesionó hasta 1990 y que hoy lo hace bajo la advocación de la Preciosa Sangre en el silente Vía Crucis del Miércoles Santo. Esta talla de Cristo muerto fue adquirida en 1970 en los tallleres Serquella, de Olot (Girona), localidad que fue nodriza de tantas y tantas sagradas imágenes de la Semana Santa cacereña.
El actual Cristo de la Preciosa Sangre, en posición vertical, bajo la advocación del Humilladero.
En 1971, la sequía acuciante en la región provoca numerosas peticiones a la hermandad del Nazareno para que la imagen de Jesús saliera en rogativas por la lluvia, a lo cual el mayordomo se niega por la proximidad de las fechas de la Semana Santa. Para paliar la negativa, y ante la paradójica amenaza de agua que impera durante toda la semana, la cofradía tiene decidido sacar a Jesús Nazareno el Sábado Santo en caso de que la madrugada hubiera de suspenderse. Jamás disfrutamos de este hecho histórico -los dos titulares de la corporación hubieran desfilado juntos- ya que la lluvia vuelve a dar una tregua a los cofrades y entrega a cambio un diluvio de emociones.
La corporación de la madrugada realiza este año un solemne vía-crucis en la Plaza de Santa María, durante el cual Jesús Nazareno es el único paso que se mece en estático, navegando sobre las olas de un mar de cabezas y ante el respeto admirado de la restante cohorte de imágenes. Para echarse a temblar. Ese recuerdo quedó anclado dentro de mí, no me pregunten cómo. Concluido el acto, los pasos retornan a Santiago en similar dinámica a la desarrollada en 1997. Para el Sábado Santo la hermandad cuenta con la banda de Antiguos Legionarios abriendo procesión, la banda municipal tras la Virgen de la Misericordia, y la banda de CC y TT de la Guardia civil en uniforme de gala cerrando el cortejo procesional junto con un piquete de dicho cuerpo.
La cofradía de los Estudiantes, en los días previos a Semana Santa, manifiesta públicamente el peculiar propósito de salir a la calle aunque llueva. Este año, además, el banderín de la hermandad lo portará un hijo del Hermano Mayor Jesús Asunción, recientemente fallecido y encargado de esta labor desde sus inicios. El paño lucirá crespones negros en señal de duelo. La imagen tremendísima que pariera la escuela de Gregorio Fernández, no sabemos qué mano divina guiara la gubia, vuelve a su cita con las 12 del Viernes Santo. Opta esta vez por un recorrido más cauto, dejándolo en Santo Domingo, General Ezponda, Plaza Mayor, Pintores, San Juan, Defensores del Alcázar (Gran Vía), Plaza Mayor, y de nuevo General Ezponda hasta Santo Domingo.
La ermita de la Soledad se encuentra en proceso de restauración, pero con ciertos apuros –y la salvedad del altar mayor- consigue estar lista y presentable para los cultos de Semana Santa. Durante el desfile del Santo Entierro, programado para las 19:30 horas del Viernes Santo, la Virgen de la Soledad luce la encomienda de la Orden de Cisneros, regalo del doctor Pablos Abril, titular de esta condecoración. Dos días después deben suspender la procesión del encuentro por falta de hermanos… noticia que sintomáticamente no cae de sorpresa.
El mal tiempo, ¿hace falta repetirlo?, se convierte en el pan nuestro de cada día aquí, en la Semana Santa del 71. Lo recuerdo como si fuera ayer. Una feroz sequía asola de esquina a esquina el sur de España, y las nubes vienen a conjurarse justo en las fechas de la Pasión. Pero Dios es sensible y descarga con el suficiente tacto para no impedir la salida de ninguna hermandad, que a veces son nuestras pero las más son también suyas. Con todo, las procesiones cacereñas siguen perdiendo para el público el interés del que sí gozaban a mitad de siglo. No de golpe, sino a modo de incesante goteo, como si alguien se hubiera dejado el grifo abierto. La lluvia sin duda influye, pero también la motorización de las familias, la fiebre del 600, y la creciente moda de irse a pasar los días festivos fuera de la ciudad, bien en el campo o bien en otros destinos vacacionales. Mi padre y yo nos peleábamos todos los años con mi madre para convencerle de que lo mejor era quedarse viendo las procesiones. El abuelo Romualdo, que estaba de nuestra parte, siempre tenía la última palabra.

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1969/70 – La década de las vacilaciones

Se preguntarán cómo es posible que yo, tierno infante recién caído de la cuna, conserve tan vivo el recuerdo como fresca la memoria de aquellos lejanos años. Hay truco, por supuesto. Mi padre Romualdo me repetía tanto y tanto las fatigas de esta época que consiguió grabármelas a fuego, y hoy puedo contarlas como si estuviera nuevamente allí, entre pajaritas, abrigos largos, gafas negras y señores rancios de estirado gesto.

Nos situamos hace más de 40 años. La Semana Santa de Cáceres guarda pocas semejanzas con la que hoy conocemos, o quizás sea más correcto decir “conocen”, ustedes mejor que yo. Existen solo siete cofradías penitenciales activas en la ciudad: Ramos, Batallas, Nazareno, Vera Cruz, Humilladero, Estudiantes y Santo Entierro, que organizan un total de once procesiones, y se rigen a través de un órgano regulador y embrionario de la posterior Unión de Cofradías Penitenciales, denominado entonces Comisión Pro-Semana Santa. Como prolegómeno de la Pasión,  esta comisión se encarga también de organizar el pregón oficial, que en 1969 recae sobre D. Julio Cienfuegos, Ilustre Cronista Oficial de Badajoz. Se celebra el jueves 27 de marzo a las 20:30 horas en el Gran Teatro de Cáceres, abarrotado, y la presentación del pregonero corre a cargo de D. Pedro Rubio, presidente de la propia comisión pro-Semana Santa.

 Jueves, 27 de Marzo de 1969. Pregón de Julio Cienfuegos en el Gran Teatro de Cáceres.

Las hermandades afrontan esta década aquejadas sin excepción por la enfermedad de la penuria, no tanto económica como de recursos humanos y compromiso de sus asociados. Yo no tenía edad para darme cuenta, pero se palpaba a pie de acera un creciente desinterés del público y de los propios cofrades hacia las celebraciones religiosas.

La cofradía de los Ramos inaugura la Semana Santa con el tradicional desfile de la burrina, que sale a las 11 de la mañana del Asilo de ancianos de las Hermanitas de los Pobres. Desde el paseo de Cánovas baja por San Antón para recorrer San José, Zurbarán, Plaza de la Concepción, General Ezponda, Plaza Mayor y Pintores hasta San Juan. El cortejo, de estructura similar a la actual, lo abre la banda de los romanos, que entonces se denomina de tambores y clarines, y lo cierra la banda de la 222 Comandancia de la Guardia Civil, convidada habitual de los desfiles cacereños. La hermandad de la parroquia de San Juan también organiza las procesiones del Martes Santo, con el Cristo de la Buena Muerte en la advocación del Perdón, y el Miércoles Santo con sus dos pasos titulares.

La Cofradía del Cristo de las Batallas, presidida por el comandante D. Florentino Fajardo, inicia su recorrido el Lunes Santo a las 20:30 horas, tras celebrar el Viernes de Dolores una misa de comunión obligatoria para sus 385 hermanos. Es de ver el marcial cortejo encabezado, detrás de la cruz guía, por tres grandes cruces de penitente de tres metros de largo y cuarenta kilos de peso. El paso del cristo, exhuberante de claveles rojos, lo portaban soldados del C.I.R de Cáceres ayudándose de esas horquillas de cuernos, astifinas, aunque no sé si ya entonces perpetraban su extenso historial criminal empitonando las sufridas almohadillas de los varales. Mis ojos de niño no acertaban a discernir tal nivel de detalle desde los bordillos. Tras la Sagrada Imagen marchaba la banda de cornetas y tambores del C.I.R. La procesión de los mutilados, hermanos de negra túnica, llega hasta la Cruz de los Caídos ya bien entrada la noche. Allí un toque de oración llama al silencio para el rezo (esto realmente MOLA mucho, amigos… ¿por qué se pierden estas cosas?) y concluido el acto la comitiva regresa a la concatedral de Santa María saludando ya a la madrugada del martes.

Vera Cruz dispone de unos 400 hermanos, pero de muy avanzada edad la mayoría, según confiesa el mayordomo D.Hipólito Muriel al cruzarse con mi padre camino de San Mateo. Este año no cuente conmigo D. Hipólito, que aún estoy aprendiendo a sumar en la escuela, pienso para mis adentros mientras intento librarme del tortuoso y acosador tirón de mofletes. Por si pocos inconvenientes tuvieran, el paso del Beso de Judas no podrá salir a la calle debido a su mal estado de conservación. El recorrido fijado para este año es más largo que el conocemos en el siglo XXI, llegando a la Plaza Mayor por la Gran Vía pero regresando por la calle Pintores, San Pedro, Donoso Cortés, Pizarro y Santa Clara. Acompañan el desfile las bandas del C.I.R y la municipal dirigida por el maestro Curiel.

El Humilladero, hermandad asociada al entonces emergente barrio obrero del Espíritu Santo, tenía por costumbre celebrar el Domingo de Ramos el rosario de la aurora por los aledaños de su parroquia. No ha mucho que se había establecido en la nómina del Jueves Santo, tras un dilatado periplo por el Viernes Santo y el Domingo de Ramos. Son las once de la noche, y yo no debería estar despierto a estas horas pero es que no quería perderme ni una. En 1969, desafiando los densos nubarrones que amenazan hasta el mismo instante de la salida, la hermandad discurre por la antigua carretera de la Avda. de Cervantes, Colombia, Ecuador -donde se encontraba la tribuna oficial-, Chile, Bolivia, y regreso de nuevo a la calle Colombia para enfilar ya la carretera de la barriada (actual eje La Roche Sur Yon – Río Tajo) hasta la ermita del Espíritu Santo. Este itinerario, ceñido a las calles de su feligresía, es de nuevo y obligado cuño porque la hermandad, todavía joven de espíritu, que no de antigüedad, cuenta con pocos hermanos, y no está en condiciones de mantener la maratoniana travesía hasta el centro de Cáceres como venía haciendo en los años 60.

La cofradía del Nazareno, por su parte, tampoco es ajena a los problemas con los hermanos de carga, que seguían sin acudir en masa a la procesión. El veterano mayordomo Santos Floriano reconoce sin pudor que se daría con un canto en los dientes si lograra sacar todos los pasos en la madrugada, y no le sorprendería que alguno se quedara en Santiago por falta de hombros. Infundado temor el de D. Santos, como a la postre sería patente.

Abre la madrugada, tras la Cruz de Guía, la banda de Antiguos Caballeros Legionarios, portando guiones de los tercios y acompañada por una escuadra en formación de los mismos. Siete pasos mediante, cerraban el desfile fuerzas de la Guardia Civil con su banda de CC y TT. En 1970 las aguas reclaman protagonismo, y tras una larga espera para escuchar la opinión de los hermanos, la corporación decide al filo de las seis de la madrugada no realizar la estación penitencial. Mi madre se quedó seca de rezar avemarías para ver al Nazareno en la calle. En este época desfilan solo siete pasos en la madrugada porque el grupo alegórico de la Exaltación de la Cruz venía haciéndolo a las 20 horas del Sábado Santo detrás de la Virgen de la Misericordia, en la procesión del silencio. Presencia esta procesión del 70 el nuncio de su santidad, D.Luis Dadaglio, que se encuentra de visita en Cáceres y acompaña al presidente de la Comisión pro-Semana Santa, D. Pedro Rubio Merino. Yo no sabía lo que era un nuncio papal, pero suponía que se trataba de un señor muy importante porque mi padre, mi abuelo y sus vecinos no paraban de comentar todo el rato la noticia.

La cofradía de los Estudiantes, con apenas once años de trayectoria, suma más de 700 hermanos y viene barajando opciones para adquirir una imagen de Dolorosa, un curioso proyecto que pronto las circunstancias se encargaron de enterrar en el olvido y del cual nunca más se supo. El cortejo de blanco y negro sube hasta el barrio antiguo para realizar en la plaza de San Jorge una estación con el sermón de las siete palabras. La espectacular iconografía del Cristo tumbado despierta una especial admiración entre las gentes, que tenían a esta joven hermandad como un simpático soplo de aire fresco en el escenario cofrade de entonces.

El Viernes Santo de 1969 es frío, desapacible y lluvioso, tanto que se suspende el Santo Entierro y la procesión del Cristo de los Estudiantes se limita a una fugaz vuelta por Ríos Verdes, Sancti Spiritu, Margallo y regreso al templo por la estrecha pendiente que sube desde enfrente del colegio San Antonio. En 1970, también en un Viernes Santo desapacible, tan solo dos mantillas acompañan a la Virgen de la Soledad. Diríase que el Viernes Santo tuvo siempre una especial querencia por el inquietante trazo oblícuo de la lluvia.

La Soledad, además de la escasez de los hermanos, atraviesa también algunos problemas económicos. La cuota anual es de 12 ptas. por cofrade, que en número de 400 apenas llegan para cubrir los gastos mínimos de mantenimiento. El problema más grave es que el antiguo paso del Santo Sepulcro está cayéndose a pedazos, literalmente. Ante los pobres recursos monetarios de la hermandad, la Caja de Ahorros dona en 1967 un vistoso -y pesado- nuevo paso de Jesús Yacente, que acompañaría a la Virgen de la Soledad desde aquél Viernes Santo hasta ya el ocaso de los 90. Por ese motivo, durante gran parte de los setenta procesiona delante del Yacente el Consejo de Administración de la Caja en pleno.

La semana de Pasión se cierra con la procesión del encuentro, evento organizado por la cofradía de la Soledad que subsistía en permanente riesgo de suspensión por la escasa afluencia de hermanos, que acudían este día en menor número aún que al Santo Entierro. Aquella procesión del encuentro cuenta con una configuración muy diferente a la actual: sale a las 10:30 desde Santa María, enviando un paso por la calle Tiendas y otro directamente por el Arco de la Estrella, para encontrarse en la plaza y regresar hasta su ermita, ya sí, por el mismo itinerario que conocemos hoy. Como observamos en la foto, la Virgen de la Alegría luce en las andas un pequeño velero que actualmente ya no se utiliza.

Domingo, 7 de abril de 1969. Virgen de la Alegría y mantillas en la Plaza.
En los albores de esta década de los setenta, la escasez de hermanos de carga es el principal quebradero de cabeza de las cofradías cacereñas. Con frecuencia los directivos lidian hasta última hora con dudas sobre si podrán sacar o no todos sus pasos, o si tendrán que aliviar recortando el itinerario previsto porque los turnos son demasiado cortos. Los factores para el avance de este fenómeno resultan inciertos, aunque en este punto casi todas las fuentes coinciden en señalar a la emigración como uno de los primeros disparadores del descenso participativo en los cortejos. Sin embargo, y como la problemática es mucho más compleja que todo esto, iremos descubriendo y desgranando otras teorías conforme avancemos en la secuencia de años.