La fotografía pertenece al archivo de J.Ramón Marchena. Está fechada en 1970.
Imagen actual del mismo paso, obra de J .Sellers.
Como mayor diferencia se observa la disposición de las escaleras, que anteriormente se apoyaban en el mismo lado del travesaño de la cruz, mientras que en la actualidad vemos cómo se apoyan una en el lazo izquierdo y otra en el derecho. Tampoco se aprecian en el paso antiguo la lanza y la esponja, que hoy desfilan cruzadas delante del madero.
“…en 1913 la marquesa de Camarena, doña Justa López-Montenegro y Carvajal, regala a la Vera Cruz el paso de la Flagelación. La imagen de José de Arce no fue muy bien tratada y terminó abandonada en el piso superior de la antigua casa del ermitaño, anexa al templo del Espíritu Santo. En ese lugar permaneció durante años, en un estado de conservación lamentable y habiéndosele causado irreparables daños.»
Fotografía de Serafín Martín Nieto.
A continuación vemos la talla de José de Arce en su estado actual (imagen de TuSemanaSanta.com).
La imagen no es muy nítida ya que se trata de una fotocopia del documento original. La fotografía aparece en la Guía que edita la propia cofradía para la Semana Santa de 1954. Más que andas, desfilaba en parihuelas.
En esta otra imagen, de principios del siglo actual, ya podemos observar las actuales andas procesionales de La Magdalena. La foto está extraída de la propia web de la cofradía.
Para los despistados recuerdo que poco antes de Semana Santa abrimos una página en Facebook como punto de encuentro del entrañable paso del Calvario. Impresiones, noticias, fotos de otros años, turnos, etc. Hermanos de carga actuales, antiguos, hermanos de otras cofradías, todo el mundo es bienvenido. La dirección es muy sencilla: https://www.facebook.com/HermanosdelCalvario
Esta fotografía del Calvario en los años 70 procede de ese inmenso e inagotable cofre del tesoro que es el blog de Juan Guerrero, espacio de visita obligada para cualquiera que se precie amante de las cosas de nuestro Cáceres.
¡Voz popular! Sandalia de la Zapatona, seña del Jueves Santo. Un saludo a mis paisanos. Su parte de ritual, su parte de responsabilidad, su parte de gran orgullo. Regusto añejo en el paladar. Nada, ni el emblema en el frontal, ni el susto en la trasera, ni el rigor de la carga contra tu poderío. Una espada de dolor. Dos turnos, conocidos y reconocidos. Tres horas de varal al rojo vivo. Treinta y seis horquillas en su mejor sonido. Vasta colección de canas, estirpe y primaveras de sabiduría. Abrazadera de hierro, sorpresa macabra bajo la almohadilla. Murmullo de las muy cofrades conversaciones. Veteranía y el arte de la rutina. Exorno modesto. Compases clásicos de los gorriatos. La faena más seria. Una mirada amarga, y un lamento. Pliegues viejos en la madera, como sombras del atardecer, como cicatrices del viento, como mudos testigos de aquél proceso pandemónico, y por qué no, a veces innacesible. Una crudelísima realidad mecida en cuerpos de castigo. Piel mojada, boca reseca, músculos entumecidos, anatomía curtida y expuesta, físico al límite de sus capacidades. La pena en horizontal barroca. Kilos y kilos de madera maciza. Peso muerto sin concesión. Ínfimo centro de gravedad. Largas varas de verdad plomiza. Mi verdad. Inmensa vertical, su torre inacabable hacia el cielo. Andas, peana, pedestal, roca, cruz en plata y azabache. Y en medio, Ella. Dolorosa de la Cruz. ¿Qué verbo usar para explicarlo?
Cuánto aprieta aquí la crueldad de una soga. La tuya, la más solitaria de las soledades encima de un paso. El cruce de esas manos, nuestra vida aburrida, callada y quieta. Ellas tejen el lienzo de tu resignación anónima. Tus hombros en tensión luchan contra la carga liberada, la cruz que te robaron para vestirte de Ecce Homo. Qué hermosa solidaridad con tus hermanos de abajo. Y las cejas fruncidas, y los ojos bañados en dulce esperanza abandonada… ¿adónde van? Los arrojas hacia el cielo de Cáceres que oscurece tras la audiencia. Y sin embargo ni tus manos, ni tus hombros, ni tus cejas ni tu ojos piden clemencia ni consuelo. No los necesita quien hizo de su vida entera esclavitud y derrota. Porque a ti, ¿a tí quién te libera, Jesús del Perdón?