Recordar, y agradecer.
Hoy es momento de recordar que la Semana Santa de Cáceres, no hace ni 30 años, era una fiesta perdida y moribunda que no interesaba a casi nadie. Un ejemplo de cómo esta ciudad se pueden conseguir cosas importantes con mucho trabajo, con ilusiones, y dejando a un lado el lloriqueo, el derrotismo y los complejos que nos han perseguido siempre.
Es también momento de dar gracias a un puñado de personas, más o menos escaso, más o menos numeroso, responsables de dar esos pequeños pasos que, uno a uno, lustro a lustro durante tres décadas, han permitido construir el carro al que hoy nos subimos y disfrutamos todos.