Todo vino de repente. La noche nos arrinconaba amenazante, robándole una hora al espacio que la tradición le tiene asignado, y ciñéndose sobre nosotros como cruel espada de Damocles. Nadie lo expresaba de viva voz, pero quien más o quien menos andaba con la mosca detrás de la oreja. Aquél no era su lugar. Fueron la Soledad con su serena presencia y la Zapatona con su solemne sandalia las únicas que pudieron vencer en este duelo contra la sombra. La Esperanza hizo amago de intentarlo, pero muy pronto se arrepintió, media vuelta a trompicones. Ellas deben pisar la calle con la claridad del día, así lo narran los libros. El Señor de las Batallas, que de siempre ha tenido un corazón más rebelde que el de los demás, no cedió al capricho de los científicos que le echaron la noche encima. El Perdón quiso imitar su ejemplo al siguiente día, y también le dijo tururú al mes de marzo. Definitivamente, aquél no era su lugar.
Han pasado ya doce meses desde aquella semana tan extraña. ¡Niña ponte guapa, que llega de nuevo tu cumpleaños! Vete secando los sinsabores, despídete del martirio y olvida ya el secuestro infame del año pasado. ¡Corre y dale un abrazo a tu abril!
En este abrazo se resumen la espera y la frustración contenidas durante tanto tiempo. Regresa la Semana Santa para fundirse en las manos de su legítimo dueño, tras un fugaz paréntesis en el que marzo se hiciera el encontradizo y nos la tomara prestada sin permiso, remojándola con ensañamiento, vistiéndola con otras ropas y tiñéndola con otros colores. Esta sí vuelve a ser la rutina de cada cuatro estaciones, la nuestra, la verdadera, no el tocomocho, no la caricatura, no el sucedáneo burdo de la última vez.
No sabemos cómo la recordarán las crónicas, ni qué huella dejará en la historia, pero sí tenemos la certeza de que, para lo bueno y para lo malo, saldrá de adentro de los hombres. Y de adentro nacen también los remedios para los males que ellos mismos sembraron, abonaron y recogieron. Por fin, tras largos años de deambular apuñalando nuestra condición de hermanos, la Semana Santa parece que retorna, o mejor dicho, la reconducen, a ese remanso de cordialidad del que nunca debió salir. O por lo menos a las lindes del remanso, que ya es bastante si echamos la vista atrás y recordamos todo el barro que tuvimos que tragar últimamente -unos más que otros, bien es cierto. Quiera Dios que no se rompa el equilibrio y que este cuadro tan dulce no lo pintaran con el pincel de la farsa ni con la brocha gorda del espejismo. Que las malas lenguas se las contemos a nuestros nietos tan solo como noticia histórica. Ése debiera ser el acontecimiento más recordado de este ejercicio, con una consideración muy por encima del resto. Cualquier otra cosa, aun sin sorprendernos lo más mínimo, no significaría más que una nueva muestra de ombliguismo atiborrado por parte de quien o de quienes correspondan. Y es que estas pamplinas, vamos a decirlo claramente, nada más que le interesan a los veinte locos que estamos ahí pringando meses y meses. Al cofrade común todo esto le suena a chino. Pasa. No quiere polémicas ni historias raras, que además de no interesarle ni siquiera las entiende. Él lo único que quiere es coger su túnica, hacer su procesión, pum pum pum y pa casa. Ahí está el tío. Y luego vamos llorando de que si falta participación en los cultos, más presencia en las asambleas, más colaboración en el día a día de la hermandad… pero es que, viendo lo que se cuece internamente, yo a veces ya me cuestiono si no deberíamos tomar ejemplo de ese cofrade de a pie, y dejar definitivamente de aburrirnos a nosotros mismos.
El caso es que nuestra fiesta, enemiga de la sátira y tradicionalmente muy sensible a lo mordaz, tendrá que lidiar en 2009 con una densa sucesión de estrenos y efemérides. Estas novedades, además de disparar desde muy temprano el mercurio del termómetro capillita, van a permitir a las autoridades renovar un poquito su repertorio de saludas, prólogos y discursos varios, que ya estaban empezando a coger moho.
Alcaldes y alcaldesas, concejales y personalidades diversas, afortunados gobernantes de una población afónica y apocada en la mansedumbre, nos llena de orgullo y satisfacción poder contar con su apoyo, aunque sea cada doce meses y gracias. Los cofrades, de manera entrañable, solemos acordamos de ustedes por estas fechas, cuando el pico, la pala y la hormigonera acuden puntuales a su cita con la Ciudad Antigua. Seguimos rezándole a nuestros santos para que alguna vez pongan ustedes los medios, y no las zancadillas, para alcanzar todos los logros que pregonan. Seguimos rezándole a nuestros santos para que alguna vez traduzcan en hechos todas esas palabras que repiten con tanto entusiasmo (bla bla bla turístico… bla bla bla cultural… bla bla bla 2016…) porque, de lo contrario, lo que nos vamos a comer será un gran mojón de interés internacional, para admiración de todo el continente y también por supuesto del vecindario. Preste atención, mi querido visitante, si tiene usted idea de venir a Cáceres en Semana Santa, pues a continuación le vamos a explicar las maravillas y el interés turístico que podrá disfrutar en nuestra ciudad:
El tercer conjunto monumental de Europa, no pierda detalle, inmaculadamente levantado en obras con la llegada de cada primavera. Una hostelería bandolera, para degustar los productos de nuestra tierra a precios patrimonio de la humanidad. Balcones, plazas y callejas engalanadas con óxido dieciochesco, tres manos de pintura vieja y un sutil alfombrado de cáscaras y frutos secos. Las novedades de la moda en la pasarela cofrade para esta temporada: minitúnicas de antiquísima generación con caída hacia el suelo, vaquero asomadizo y bajomanga de Ralph Lauren; chicle de menta contra la sed y gafas de sol a juego completan el conjunto. Admire la rectilínea majestad de esta concurrida legión de capirotes, clónicos, erguidos, dejando patente ese gusto por los detalles que siempre nos ha caracterizado. Centuriones romanos con reloj de pulsera acorazado, o Casio digital sumergible. Silencio sepulcral en las procesiones (y en la ventanilla de las subvenciones). Hermanos de carga que hacen valer su jerarquía frente al jefe de paso, confundiendo mando y obediencia. Allí, soterrados bajo los varales, rechinan las blasfemias y los tacos procaces, tantos que si algunos párrocos los oyeran, encontrarían al fin motivos de sobra para seguir puteándonos como nos putean. Hombres hechos y derechos de trece años paseando con alegría a nuestros ídolos sobre sus vértebras de cristal. Espectacular iluminación artística con 125V de corriente alterna. El respetuosísimo público que manda callar con discreción a las bandas de música. Una no-votada clase política cebollera, que lo mismo un año reniega de la Semana Santa que al siguiente está en la comisión para tramitar el Interés Turístico Internacional. Figúrese usted, y no va con segundas lo de figurar, lo que aportarán en esa comisión los mismos nombres y apellidos que “por principios” se niegan a presidir un desfile en calidad de alcaldía. Por principios. Tenga esto bien presente, amigo visitante, cuando de boca de esos mismos escuche por ahí los cacareos de la capitalidad cultural y del interés turístico. Ni con zancos les llega para estar a la altura del evento. ¿Qué más tenemos? Una Semana Santa impermeable (nunca se moja), guerrillas subterráneas entre clanes y hermandades, celos y rencores por los siglos de los siglos, cofradías que por encima de la palabra de Dios proclaman la palabra de los juzgados… amigo turista, acérquese a nuestro templo sin vendas ni pudor, no se olvide ni un momento de prestar gran atención, y dígame cuando se marche, con la mano en el corazón, si no ha visto usted aquí lo mismo que he visto yo. Todo esto y mucho más lo vivirá en primera persona, distinguido huésped, si acude usted en vacaciones a esta noble tierra de los llanos. Bueno, o a lo mejor son cosas mías… que soy muy malpensado.
Con todo, la ocasión igualmente lo merece, así que no se quede en casa, no permita que se lo cuenten porque jamás sentirá el latido del bombo, no lo vea por la tele que es mentirosa y esconde lo que no le conviene, olvídese de Internet que los perfumes no caben por el cable, no lo lea en los periódicos porque… buf, los periódicos, mejor me callo. No busque intermediarios, abandone los tapujos y visite el museo donde la muerte es una obra de arte. Bienvenidos sean todos a Cáceres, herencia de los hombres. ¡Bienvenidos al templo de abril!
Bienvenidos a un imperio más allá de la Tierra, un imperio tejido con hilo pobre pero digno, que rebosa de solera, de cultura y de identidad propias. Bienvenida la calidez de sus gentes, orgullosa de ser de donde es, y bienvenida la gloria de haber crecido sin más ayuda que su fe y sus sudores. Un gran imperio con su túnica por bandera, con su himno de saeta, su laurel de madreselva, un escudo en cada torre, una historia incompleta, con sus guerras entre hermanos, las horquillas por espadas, sin más regente que su pueblo, parlamento de cofrades y de leyes heredadas.
Bienvenida sea la caída de la tarde, y adiós a la tarde caída, a la noche pronta, al amanecer antes de hora. Cada una en el lugar que le corresponde, justo, preciso, ni antes ni después. Así lo dicta abril. Bienvenidas las salidas con el cielo pálido, los tintes y colores como mandan los cánones. Bienvenidos muros modestos, anchos redobles, vastos silencios, quejumbres siniestras y estandartes en su majestuosa guardia. Bienvenida cigüeña temprana en tu nido de alta rama, pertinaz centinela estatuario, corona sigilosa para esta maraña de aljibes, callejuelas y campanarios.
Bienvenido tú, que para ser cofrade te sobran el traje, el orgullo y los delirios de grandeza. Bienvenido tú, espectador inadvertido, forastero que palideces ante la verticalidad colosal de las torres moras. Tus diez mil ojos acarician mi piel. Bienvenido tú, abuelo que te desangras con cada recuerdo que recompones. Bienvenido cargador, sólo tú sientes el vértigo de encarar esa cuesta cuando pasas junto al postigo de Santa Ana. Sólo tú sufres la penumbra de ahí debajo, donde el aire se vuelve irrespirable. Sólo tú conoces lo que duele esa Plazuela del Socorro. Sólo tú sabes lo que es dejarse la salud en cada bache, en cada alcantarilla, en cada calle desnivelada. Bienvenido amigo, amiga, internetero fanático, compañero ocasional, colega de fatigas, noctívago, mentor o ayudante fiel. Sin vosotros nada de esto tendría sentido.
Bienvenidos hermanos de la Sentencia y del Dulce Nombre, aquí culmina vuestro sueño. Este cofrade os envidia. Probablemente algún retorcido se atreverá a contemplaros de brazos cruzados y mirando al suelo. Sentid lástima por él y confiad en que, por turbias que bajen las aguas, jamás se pierda el respeto. Arrimad el hombro para que Cáceres no cambie de nuevo la miel por el veneno. Y procurad que las portadas y las noticias sean para el que va arriba, y no para el que va debajo, que de sinsentidos en esta selva ya estamos curados de espanto.
Bienvenido el clavel, la espina, el cardo y el abrojo, hiedras y tríbulos por igual. Bienvenidas las púas, trancos y astillas, los sonidos y aromas que solo nosotros sabemos apreciar. Bienvenido el Cáceres del viejo tiempo, Cáceres de los fueros, de los Ulloa y de Espaderos, de Becerra y Casa Quemada, de Moctezuma y Carvajal. Cáceres de Ovando y de Pereros, Cáceres de Rivera, de Godoy y de los Condes de Adaneros. Cáceres que enciende un relumbro como salutación de sus muertos. Cáceres de los linajes que viven en las paredes. Cáceres de los púlpitos, de las troneras, los matacanes y las almenas. Del pretil de las murallas. De la crestería de los Golfines. De las gárgolas en las Veletas. Bienvenidos patios y palacios, antorchas, lunas y escalones, palmeras, pedruscos y torreones. Un cristo que se desliza entre las casas de los comendadores. El incienso en ese lujo que se llama Plaza de San Jorge. Tracatrán, clán, vaivén de lao a lao, no subirse al bordillo, ¡yo aquí voy colgao! Bienvenidos la horquilla y el varal, ya sabéis que en esta casa podéis entrar sin llamar. Seguiréis siendo por siempre los brazos de nuestra cruz de guía. Bienvenida la ilusión que me traes, el quebranto y la tensión de incertidumbre. ¿Bienvenidos los palios? Me basta con el azul de tus días.
Bienvenida feroz máquina del tiempo, bienvenido rocoso túnel que nos conduce del árabe al romano, del almohade al visigótico, de la judería al plateresco, del veintiuno a cualquier otro siglo de nuestra era. Bienvenido escenario milenario que muchos ya para sí quisieran, pocos como tú presumen de haber visto más navidades que cualquier imagen que los recorriera. Bienvenidos Pintores, Hornos, Santo Domingo, Corredera de San Juan, Arco de la Estrella, Cuesta del Marqués, Plaza de la Soledad, Caleros, Adarves, Puerta de Mérida… ni carrera oficial ni ná.
Bienvenida Afrodita de occidente, jardín del arte, altar único de los que aman sus raíces. Bienvenida feria de los sentidos, carnavales de la fe, esencia del medievo, música de todo el mundo, capital de la Pasión, del vino y de las rosas. La que no distingue edades, géneros ni condición. A ver quién te discute aquí tu trono. Agradezco en el alma, te lo juro, el dolor de quien te pariera, si acaso fuera de este mundo. Te doy las gracias por este profundo enjambre de sensaciones que lo mismo me elevan que me hastían, desde aquel lejano día en que me cogiste de la mano y yo te dije que sí. Gracias por dibujarme tus memorias en esta cinta de Moebius de doce meses de diámetro; hay que joderse, lo bonito que lo pintas… ¡nunca he sabido si nos haces o te hacemos! Gracias por permitirme dar un sentido honesto a un concepto tan traicionero y manipulado como el de religión. Gracias un año más por haber venido a visitarme antes que San Pedro. Y gracias en nombre de todos los que reducen su universo a un palo, una vela y cuatro maderos.
Aquí estás otra vez, eterna, exacta, infinita. Y sigues viva; la prueba está en tu gente, que no se arruga, que sigue viendo, callando y trabajando. Todos ellos se merecen con justicia la más cordial de las bienvenidas, pues están a punto de concluir un viaje que siempre, siempre, se hace largo, y cuya distancia no la miden las hojas del almanaque sino la hondura de los recuerdos. Bienvenidos compañeros a la primavera, bienvenidos a abril, bienvenidos a la Semana Santa de Cáceres. Palabras Mayores.