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Soy un gran fan de las novelas de novelas de Haruki Murakami. Posee una gran virtud en su narrativa, que es la capacidad de trasladar al lector a cualquier ambiente con precisión quirúrgica, sin abusar de descripciones ni circunloquios eternos que normalmente aburren y ralentizan la acción. Murakami es un gran economista del lenguaje y maneja con asombrosa soltura las frases cortas. No utiliza ni una palabra de más, y su prosa se revela sin embargo sorprendentemente viva. Es una cualidad a mi juicio dificilísima de imitar, y admiro el trabajo de sus correctores y traductores que son capaces de intervenir en sus textos sin alterar ni un ápice esta esencia tan particular del escritor nipón.

Si te estás preguntando qué tiene que ver esto con la Semana Santa, puedes obviar lo que viene a continuación y saltar directamente al párrafo siguiente.

Los ambientes a los que te traslada Murakami suelen ser sencillos y sosegados. En esa calma cuando parece que uno se siente mejor y encuentra la nitidez para pensar, por ejemplo, en escribir posts como este. Por eso me gustan sus novelas. Lo mismo que otros libros, otros géneros y otros autores me aportan otro tipo de sensaciones que también son necesarias en según qué momentos. El reto intelectual que te exige la obra densa y rizada de Neal Stephenson, el ritmo trepidante de un thriller o de una sencilla novela de misterio, el interés por aprender algo nuevo en obras divulgativas… la actividad lectora me mueve hacia diferentes estados de ánimo y me hace abrazar el sueño con disposición diversa.
La Semana Santa, al tratarse de un evento con periodicidad anual, tiene mucho que ver con los estados de ánimo y con el momento personal de cada uno. Desde fuera observamos que siempre se repiten los mismos desfiles, los mismos días y las mismas horas, a veces incluso las mismas rutinas. Pero del cofrade para adentro, la realidad es muy distinta. Todos guardamos recuerdos muy distintos de cada año en concreto, condicionados en gran medida por las circunstancias personales, familiares, laborales, físicas… que atravesáramos en cada fugaz tránsito de ocho jornadas, y que nos obligan a afrontar cada Semana Santa con una disposición mental diferente. 

Es muy complicado tratar de explicarle esto a alguien que no es cofrade pero… mi Semana Santa nunca podrá ser tu Semana Santa.

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2 thoughts on “220

  1. Seguro que Murakami nunca habría pensado que, en realidad, estaba escribiendo sobre la Semana Santa… Acabas de inventar un nuevo género: asimilar procesiones con libros…

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