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Guía práctica del cofrade – De aseos y urinarios en el camino

Muchas veces cuando púber, y alguna también de mayor, hubiese deseado perderme y escudriñar cada recoveco del documento que vamos a exponer a continuación. ¡Cuántas cosas nos explican y qué poquitas nos enseñan! Ahora, siempre dentro del respeto y el decoro que merecen estas lides, queremos lanzar desde estas páginas un humilde salvavidas en pos del cofrade desprevenido. Aquél que arriba al templo apurado por la vejiga o se encuentra con un súbito apretón pocos minutos antes de salir en procesión. Vosotros, lectores todos de trayectoria prolija bajo las túnicas, sin duda sabréis reconoceros en este espejo… el que esté libre de pecado que tire la primera piedra – pero que por favor apunte hacia abajo.
¿Qué hacer en estos momentos? ¿Luchar o ceder? ¿Divagar o hacernos presas de la angustia? Aquí, seguro, no existe oración que nos alivie. Para aliviar tal picajosa y acuciante sensación, conviene saber que entre sillares y crucerías de piedra, al fondo de una sacristía o a la vuelta de cualquier rincón, nuestros templos esconden los siguientes puntos de interés evacuatorio:
En Santiago gaste cuidado, pues al sacristán no le agradan las visitas y conviene que no se perciba de nuestro propósito. La sacristía dispone de un vetusto cuarto de baño, y tiene dos puertas de acceso: para la principal debemos cruzar las rejas y entrar hacia el altar, justo a mano derecha. Atravesaremos una alfombra, gruesa y mullida, que ha ido absorbiendo a lo largo del tiempo los ecos de los pasos de la gente. Una vez dentro de la sacristía, tras evadir al hosco guardián, volvemos a mirar hacia la derecha para encontrar la diminuta puerta en un rincón, suponemos que olvidado y de uso infrecuente.

La segunda vía de acceso, más escondida, se encuentra en una esquina al fondo de la pequeña capilla donde está el Cristo de las Indulgencias durante todo el año, y el paso de Ntra. Sra. de la Misericordia en los días de procesión. Atravesamos una puertecilla y hallaremos el cubil a mano izquierda, en esta ocasión sin necesidad de atravesar las dependencias de la sacristía. Otra opción, fuera de Santiago, son los bares de la Matilda (en las traseras del templo, en pleno patio de carga) y el Chicha (en la parte baja de la plaza), perpetuo colaborador de la hermandad como muchos conocen. Será difícil, empero, encontrarlos abiertos en la tarde del Domingo de Ramos, y mucho más para la Madrugada, cuando recomendamos sin lugar a dudas venir muy liberados de nuestros domicilios. Si acudimos temprano a la cita con el Nazareno, podremos tantear el bar La Gambita, en la plaza de las Piñuelas, donde a partir de este 2012 se celebra entre las 3 y las 4 de la mañana el desayuno post-procesional de la Hermandad de Jesús Condenado.

En Santa María lo tenemos más fácil, pues la sacristía es punto de paso obligado de camino al patio de carga. El baño se encuentra al fondo de la misma, a mano derecha si vamos en dirección al patio o a mano izquierda si vamos hacia la nave central del templo. Por su accesibilidad las colas son grandes, de modo que aconsejamos vivamente, si nos vemos en la urgencia, adelantar la micción lo máximo posible. Otra opción plausible es acercarse a la vecina Plaza de San Jorge para hacer uso de los urinarios públicos, situados en la margen izquierda de la plazoleta, a los pies de la escalinata.

Si algún año inicia usted su estación de penitencia desde el Palacio Episcopal, habrá de atravesar el hall principal y bajar las escalinatas que conducen al amplio patio/garaje interior. Allí se encuentra la puerta del aseo, concretamente en la arista del cuadrilátero que une la cochera con la antedicha escalera. A mano izquierda, según hemos bajado.

Los cofrades del Amparo, por el contrario, no encontrarán letrinas techadas en kilómetros a la redonda de la ermita. Actúan en nuestra contra la solitud del lugar, y lo intempestivo de la hora. Para solventar el apuro, o acaso asegurarse la tranquilidad durante la procesión, lo más práctico será irse algunas decenas de metros más arriba del templo, y buscar cobijo entre los árboles y ramajes que jalonan el margen derecho de la carretera de la montaña. Cierto es que deberán demostrarse aplomo e insolencia suficientes para consumar el acto a la intemperie. A cambio, el cofrade disfrutará de una simpar panorámica nocturna de nuestro Cáceres, que sin duda contribuirá a enaltecer y dignificar el momento. La imposibilidad de cometer escapatoria durante el recorrido hace sin duda de ésta una elección prudente, y diríase que recomendable, previo comienzo de la tortuosa estación de penitencia del Cristo del Amparo.
En San Mateo encontramos el auxilio del trono salvador detrás del altar, tras una pequeña puertecita que hay justo a mano izquierda del retablo. Tras descender un par de escalones accedemos a un trastero que, a modo de ancestral caverna, encierra en sí mismo cuatro improvisadas paredes de poca altura que dan forma al aseo, casi sin pretenderlo. Esta terna de habitáculos concéntricos nos deja una extraña sensación de improvisación forzada, como si pidieran perdón porque en sus orígenes no fueran concebidos para tal propósito.

Aviso para navegantes y advenedizos: antes del desfile del Jueves Santo se celebran los oficios en la parroquia, con ingente afluencia de hermanos y devotos, de tal suerte que cruzar el recinto y alcanzar  el preciado aposento supone más una epopeya que una misión factible. Si la urgencia aprieta, es aconsejable utilizar el baño, con rapidez, pasadas las ocho de la tarde, cuando estemos ya dentro del templo esperando  el turno de nuestro paso para salir. Eso sí, los hermanos de la Oración y del Beso de Judas deberán apresurarse si quieren llegar a tiempo a sus varales.

La ermita de la Soledad es también plaza de ardua lidia. El lugar está siempre muy concurrido, y el trajín habitual previo a las procesiones se multiplica atrapado en las estrecheces de este templo. Aun así, podemos intentar acceder al inodoro situado a mano derecha del altar, tras cruzar el angosto habitáculo que hace las veces de sacristía en la ermita. Las garantías de éxito, sin excepción, disminuyen conforme las manecillas se acercan a las ocho.
Fuera de los templos, un recurso muy socorrido además de los mencionados baños de la Plaza de San Jorge, es acudir a la oficina de turismo situada en la calle del Olmo, haciendo esquina con la Puerta de Mérida. Dispone de un aseo a la entrada que puede resolvernos más de un apuro de camino a nuestras estaciones de penitencia, si quizás hemos abandonado nuestro domicilio con más prisa de la debida. Gracias a las especiales fechas que tratamos en este envite, el centro suele estar abierto a las horas de mayor concurrencia. El personal, decoroso y comprensivo, se encuentra muy al fondo del lugar, y no pondrá pegas. Aprovecho la circunstancias para mostrar con justicia mi gratitud personal hacia ellos.

Si bien insistimos en que la primera recomendación es venir bien evacuado de casa, nadie está exento de verse sorprendido en lucha contra el voraz imperativo de la natura. En estos casos, siempre será preferible atender cualquiera de las soluciones aquí propuestas, antes que abandonar la estación penitencial buscando arremangarnos las ropas al fondo de alguna oscura taberna.

Consejos, opiniones, letrinas desconocidas… sírvanse por favor enviarlas a este post en forma de comentario. Todos los cofrades, en algún momento de nuestras vidas, sabremos agradecerlo en lo más hondo y humano de nuestra condición.

2 thoughts on “133

  1. Me ha impactado cómo, de un tema que a priori puede resultar vulgar, se puede obtener una maravilla literaria de este calibre. Enhorabuena, una vez más 😉

  2. No se puede negar lo cotidiano, y todos nos hemos visto alguna vez en una de estas.

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