1983 – Reencuentro con la Semana Santa
Al modo que sugiere el refrán de que aquello que funciona no debes cambiarlo, todos los actos en torno a la Semana Mayor se desarrollan este año utilizando las mismas –e improvisadas- bases organizativas que tan inesperado éxito obtuvieran en 1982. Quizás, por vez primera en mucho tiempo, los cofrades alumbran estas fechas de cuaresma con un gesto de sonrisa y esperanza.
En un domingo 27 de marzo soleado y frío como el mármol, la cofradía de los Ramos vuelve a poner en la calle a la burrina desde el templo parroquial de San Juan. El Asilo de las Hermanitas de los Pobres, en el paseo de Cánovas, continuaba en obras. Al finalizar la procesión, el fervor popular y las ganas de coger las flores del paso están a punto de provocar un incidente cuando las andas pierden por un momento su equilibrio sobre las burrillas. Sucedió justo enfrente de mí. Yo no supe muy bien qué hacer, pero la rápida actuación de los hermanos permitió que no ocurriera nada grave. De haberme visto mi abuelo Romualdo seguro que no estaría orgulloso de mí, pero comprendería que aún padezco la timidez del novato. Poco me importa. Siendo testigo de nuestra historia y teniendo memoria para contarla, me doy por bien retribuido.
En los desfiles del martes y el miércoles vuelve a notarse una gran participación de público, confirmando los buenos presagios del año anterior, así como una nutrida presencia de mantillas, costumbre que también se consolida en la ciudad tras unos años más que decaídos. Y no solo los Ramos están de enhorabuena. Con la llegada del Jueves y Viernes Santo arriban también a Cáceres el frío y el viento, si bien los desfiles no llegan nunca a verse amenazados por la lluvia. Aparecen asímismo nutridos grupos de turistas en mayor número que antaño, cual avanzadilla de hordas invasoras, que o bien se encuentran de paso o directamente copan las plazas hoteleras de la ciudad, insuficientes por demás. De este modo la procesión del Nazareno registra una masiva afuencia de público, especialmente en la Plaza Mayor, y la madrugada volvía a encontrarse con aromas de flores y café con porras. Tanto nobles como llanos, conciliábase el pueblo de Cáceres con el gremio de los churreros, que tornaban a hacer su agosto en Viernes Santo.
Viernes, 1 de abril de 1983. El Calvario, novelesco, rubrica el pie de los adarves.
La cofradía de los Estudiantes, tras el paréntesis de 1982, vuelve a recuperar la subida a San Jorge y realiza allí la estación del Vía Crucis con todo el brillo y el postín acostumbrados, mientras que por la tarde el Santo Entierro retrasa su salida hasta las ocho, y estrena nuevo mayordomo: D. Jose María Crespo. Los días centrales de la Semana Santa transcurren bajo un denominador común: el pueblo de Cáceres vuelve a echarse a la calle en masa, y se refleja que el despegue inesperado del 82 no fue obra de la casualidad. Vieja amiga, ¡Quién te ha visto y quién te ve!
– Continuará con el capítulo: 1984 – El pueblo por fin volcado
– Consulta el índice de la serie: Semana Santa de Cáceres – Los años perdidos (1970-1986)