1979 – Ingresamos en la UVI
Los malos vientos que esquiváramos en años precedentes parece que se conjuran y confluyen de golpe en esta edición. La Cuaresma de 1979 nos llega ya trompiconada con la oscura noticia de la disolución de la Comisión pro-Semana Santa. Este organismo, aunque apenas ejercía actividad durante el año, era el único encargado de organizar e impulsar todos los actos que implicaban a las cofradías penitenciales de Cáceres en Semana Santa. Sin su batuta, la Pasión cacereña pululará durante algunos años descabezada y sin rumbo.
Revisando el curso de los acontecimientos, el proceso de disolución resulta cualquier cosa menos diáfano. El hasta entonces presidente, D. Ricardo Hurtado, es nombrado director del colegio provincial San Francisco, y pone a disposición del obispo la presidencia de la comisión al no poder compatibilizar ambos cargos. Y vagando entre los despachos, una Semana Santa olvidada. A partir de ese momento, ya metidos encima de la Cuaresma, se suprime el pregón oficial, y se conviene en organizar el resto de actos pasionistas a través de una improvisada comisión mixta de seglares y religiosos. La intención del obispado, cara al futuro, es crear un grupo de trabajo fijo, conformado por mayordomos y hermanos de las distintas cofradías, pero como veremos más adelante este propósito quedará finalmente durmiendo en el limbo de las ideas fugaces. El vacío que deja la Comisión Pro-Semana Santa tardaría bastantes años en ser reparado, pero lo que es más grave, su ausencia se dejará notar más de lo previsto.
Comisión Pro-Semana Santa de Cáceres (logotipo) D.E.P.
Los desfiles comienzan con una colosal desorganización. No existe una programación previa de actos, los carteles anunciadores brillan por su ausencia, y el pueblo se pierde en la incomunicación. Para mayor desgracia, el Domingo de Ramos amanece con muy mal tiempo y la multitud se congrega mansa y azarosa. Muchos piensan que la procesión se había suspendido, o directamente que este año no contemplaba efectuar estación penitencial. Pero no. La burrina procesiona ahogándose entre charcos y paraguas, sobre un itinerario recortado por las inclemencias. Y pudo ser peor: ese mismo Domingo de Ramos, pasadas las siete de la tarde, descarga una feroz tromba de agua que provoca riadas en el entorno del puente San Francisco, e inundaciones en diversas zonas de la ciudad.
El desconcierto en la ciudad es tal que el mismo Lunes Santo -día de impasse, recordemos que ya no sale el Cristo de las Batallas- no se sabe aún si se mantendrán las procesiones previstas para el resto de la semana, o tendrán que suprimirse algunas. La ciudadanía, por extensión, comienza a quejarse en la calle y en los medios locales ante la falta de información sobre horarios y recorridos procesionales. El martes, ese martes que antaño nos hablara de atardeceres, de bullicio y libertad, prolonga una Semana Santa negra en todos los sentidos. La procesión del Perdón se da la vuelta casi al final de Sergio Sánchez, tras apenas quince minutos en la calle, al desatarse una feroz tormenta con aparato eléctrico que trajo a la memoria los daños todavía recientes causados por la tromba del domingo.
Martes, 10 de abril de 1979. El Cristo del Perdón, dándose la vuelta por Sergio Sánchez.
Sí transcurre con normalidad la procesión de la Esperanza, aunque por normalidad entendamos el salir sin relevos en ningún paso, y con una nómina de mantillas cada vez más precaria. Abre el desfile la banda de los romanos de la cofradía, y lo cierra la banda municipal tras el paso de palio, completando así la estructura habitual de casi siempre. El Jueves Santo salen Vera Cruz y Humilladero con muy pocos hermanos de escolta, aunque estos sí con turnos de carga suficientes para llevar algún relevo. Sigue sin procesionar el Beso de Judas, y comienza a llamar la atención la extrema juventud de los nuevos hermanos de carga que acudían a los desfiles, sobre todo en la corporación de San Mateo.
En la madrugada del 79 queda patente que los renglones cofradieros se redactan este año más torcidos que nunca. De entrada, la reestructuración de la plaza de Santiago y las obras en el palacio de Godoy obligan a modificar parte del itinerario de salida del Nazareno. Horas después, inmersos en el corazón de los adarves, una grúa de obra a la altura del Palacio de la Generala se convierte en barrera inesperada y casi insalvable para la mayoría de los pasos. Antes de Semana Santa se le había retirado parte de la base que la sostenía, pero aun así queda poco espacio para transitar, con la dificultad añadida de un cable eléctrico que hay metros después y que obliga a bajar todas las andas a los brazos. Subrayan los medios el esfuerzo e ingenio que derrochan los cofrades para sortear esta gymkana malévola, en especial del popular Galiche, que “se arriesgó en repetidas ocasiones para permitir el paso de las imágenes” –cita textual. Impagable haber estado allí para comprobarlo y poder contárselo a ustedes, pero ese año nos fuimos directamente a escuchar las saetas que nunca fallan en la plaza de Santa María.
Me gustaría seguir escribiendo, amigos, pero no hay más que contar: cinco desfiles y basta. La lluvia impide la salida de los Estudiantes, del Santo Entierro, y de la cofradía del Nazareno, que tenía en esta ocasión prevista su procesión del silencio a las 22:30 de la noche del Viernes Santo, en un intento por revitalizar un desfile que el sábado contaba ya con escaso seguimiento. En resumen, nos quedamos con una Semana Santa gris tirando a muy oscuro, con solo cuatro desfiles en seco, mal tiempo, nula organización, escasa participación y un saco repleto de fundadas sospechas sobre su futuro.
Padre Nuestro que estás en los cielos, perdona nuestras ofensas y perdona también a quienes nos ofenden, pero nunca nos perdones esta semana bendita…
– Continuará con el capítulo: 1980 – Un pregón clandestino
– Consulta el índice de la serie: Semana Santa de Cáceres – Los años perdidos (1970-1986)