1978 – Remontan los Estudiantes
La cofradía de los Estudiantes, conocida así desde sus inicios a sabiendas que su nombre es otro, es la más reciente de Cáceres y goza de cierta simpatía popular, por el ímpetu de los alumnos sanantonianos y por lo que simboliza de frescura y savia nueva. Pero no solo de ilusión viven las hermandades. Agobiada como las demás por la falta de hermanos, varios de sus representantes se reúnen antes de Semana Santa con el padre Luis Blanco, rector de la iglesia Santo Domingo, con la firme voluntad de encontrar el impulso necesario para revitalizarla. Se trata de la primera corporación que asume sin tapujos la precaria situación social en que se encuentra, y pone en marcha acciones concretas para combatirla. Yo quería apuntarme con ellos, pero mi padre decía que aún era muy joven para cargar. Su palabra es la ley.
De esta guisa, varias son las novedades previstas por la corporación franciscana para este 1978. Justo antes de Semana Santa, la dirección acuerda con unanimidad el propósito tácito que la cofradía de los Estudiantes esté presente en su tradicional desfile del Viernes Santo, y citamos textualmente, «cualesquiera que fuesen las adversidades». También recuperan la antigua costumbre de hacer las estaciones penitenciales del Vía Crucis, adentrándose en la parte antigua y subiendo hasta la plaza de San Jorge como antaño. Se confeccionan 20 túnicas que quedan a disposición de quienes no hayan podido adquirirlas antes, en el convento de Santa Clara. Además, tras la procesión del Viernes Santo se celebrará una reunión -con posterior vino de honor- en el colegio San Antonio para elegir una junta rectora que coordine la futura reestructuración y reorganización de la hermandad. Un magnífico ejemplo, en resumen, de lo que viene siendo reconocer un problema y coger el toro por los cuernos.
Brinda este año el pregón D. Mariano Mariño Fernández, decano del colegio de abogados, celebrado a las 20 horas del jueves 16 de marzo en el aula de cultura de la Caja de Ahorros, en la calle Clavellinas… aunque un pajarito me cuenta que el Gran Teatro aún sigue esperando con los brazos abiertos acoger tan señera cita. Don Mariano centra su discurso en un canto hacia la devoción del pueblo de Cáceres, y con acierto renuncia al recurso fácil del historicismo y del atracón de datos. Actúa el Orfeón Provincial de la Ciudad de Cáceres, dirigido por Doña Trinidad León de Tejado, que interpreta piezas de Bach como «Oh Rostro lacerado”, «En ti mi Dios», o el «Ave Maria», de Vitoria. La presentación del pregonero corre a cargo del reverendo D. Juan Manuel Cuadrado Ceballos, hoy párroco de Santiago y por aquel entonces rector del seminario Mayor, con el atavío de una elegante chaqueta oscura y jersey beige de cuello vuelto. ¡Muy moderno, Don Juan Manuel! La sala, repleta de público, prorrumpe en aplausos ante el recuerdo del recién fallecido mayordomo de la cofradía del Nazareno («Querido Santos Floriano, Tú, desde el cielo, haz que sepa cantarlo”) y también al término del muy brillante pregón. El obispo D. Jesús Dominguez Gómez, ordenado hace escasos meses, se encarga de las consignas espirituales con la valentía y clarividencia que siempre le caracterizaron: «que Jesús sea el salvador de esta exhausta y casi muerta Extremadura».
Los primeros desfiles son responsabilidad de la cofradía de los Ramos, domingo, martes y miércoles, con un clima muy plácido tanto en lo social como en lo meteorológico. Desde que Batallas cesara su actividad sin demasiadas noticias ni explicaciones, la corporación de San Juan era la única procesionante en Cáceres hasta que llegaban los días centrales de la Pasión. La única novedad en este año es que la procesión de la Esperanza adelanta su salida a las 20:15 horas.
El resto de desfiles se desarrolla, contra pronóstico y al igual que el año anterior, con una participación de hermanos mejor de la esperada. Nunca resulta la concurrencia para echar las campanas al vuelo, pero pongámonos en el lugar de unas juntas de gobierno que acudían el templo, sin excepción, con el temor de no saber cuántos pasos podrían sacar a la calle ese día. Simplemente salir ya supone un triunfo.
En la madrugada, el paso de Jesús Nazareno luce en su frontal los atributos de mando de Santos Floriano con un crespón negro en señal de luto, por la memoria del mayordomo cuyo corazón dejara de latir al son de las horquillas. La cofradía de los Estudiantes, con la escolta de la policía armada, hace bueno el propósito de llegar hasta la plaza de San Jorge, donde el rector de la comunidad franciscana pronuncia un breve discurso en torno a la pasión de Cristo y a la problemática del colectivo estudiantil.
Viernes, 24 de marzo de 1978. Cristo de los Estudiantes en San Jorge
Esa misma tarde la cofradía de la Soledad clausura una Semana Santa con muy pocas incidencias y con la bonanza climatológica como nota predominante. A modo de anécdota, y como sucediera también el año anterior, existe algún conato de altercado por parte de grupos dispersos formados en su mayoría por emigrantes, una pobre caterva que exhibe banderas extremeñas y pancartas contra las centrales nucleares durante las procesiones del Jueves y Viernes Santo. Sí, yo estuve allí y les confirmo que resultó tan esperpéntico como parece, un vacuo intento de politizar unos actos que ya por sí solos andaban bastante renqueantes. No aprenden que aquí, en Cáceres, las horquillas están muy encima de cualquier bandera.
– Continuará con el capítulo: 1979 – Ingresamos en la UVI
– Consulta el índice de la serie: Semana Santa de Cáceres – Los años perdidos (1970-1986)