1974 – TVE, las lluvias y la inédita madrugada
En nuestro siglo XXI disfrutamos las cuaresmas saltando de pórtico en presentación, de presentación a un pregón, de un pregón a otro pregón -y tiro porque me toca- y del pregón a la presentación de otro pórtico si me apuran. No se yo si alguna vez nos plantearemos bajar un poco el ritmo, porque dentro de 20 años igual ya no queda gente para escribir tantos discursos diferentes; o eso o empezar a repetir pregoneros y presentadores, solución que tampoco parece muy estética. En las primeras fechas de abril, y obligado por lo delicado de la situación, el presidente de la comisión pro-Semana Santa, D. Ricardo Hurtado de San Antonio, hace un llamamiento a todos los cofrades para que hagan gala de su fe cristiana y participen activamente en los desfiles. Quizá no sea éste el mejor pórtico para encarar la Semana Santa, pero fijándonos en estas medidas sin duda comprenderemos mejor la feroz encrucijada que dirimen los cofrades de la época.
«Quisiera cantar el trabajo de los cofrades y hermanos de carga, sin más esperanza y recompensa que el premio admirativo de la gente en los desfiles».
Esta magistral sentencia pertenece al pregón oficial que pronuncia D. Carlos Entrena Klett, presidente de la Audiencia Provincial de Cáceres, y que se celebra como viene siendo habitual en el Gran Teatro a las 20 horas del jueves anterior al Domingo de Ramos. Mi padre, más por hastío creo yo que por complacencia, por fin accede a llevarme con él para disfrutar de un evento tan importante como aburrido para un chiquillo de mi edad, todo hay que decirlo. La presentadora es la concejala Luisa Gómez Tejedor, vocal de la comisión Pro-Semana Santa, que concluye su glosa del pregonero desmarcándose con las siguientes palabras: “Para terminar me permito proponer ante el Rvdmo. Sr. Obispo que se conceda a nuestro Ilustre Pregonero el título de Hermano de Carga de Honor de nuestras Cofradías, en reconocimiento de su brillante quehacer y por su colaboración al pronunciar el Pregón de este año de 1974”. Una petición que monseñor Llopis Ivorra atiende al final del acto entre aplausos unánimes de todos los presentes. Cosas de los mayores, pensaba yo. La banda de música municipal, dirigida por el maestro Curiel, interpreta «Marcha Fúnebre», de Sors, «Jesús Preso», de E.Cebrián, y «Requiem Aeternam” de Miranda y Lafuente, para amenizar la intervención del señor Entrena.
Jueves, 4 de abril de 1974. Pregón de Carlos Entrena Klett en el Gran Teatro de Cáceres.
Y retomando el asunto de las presentaciones, este Domingo de Ramos, 7 de abril, nuestra burrina se viste de etiqueta para presentarse con sus mejores galas ante las cámaras de TVE, que retransmite toda la procesión en directo. La bendición de las palmas, presidida por el obispo Llopis, se traslada ex-profeso a la ermita de la Paz. Minutos más tarde, el cortejo procesional habitual, formado esta vez en la iglesia de San Juan, baja hasta la Plaza Mayor para continuar a partir de ahí por el Arco del Corregidor y Arco de la Estrella, entrando en Santa María por la puerta sur (junto a la plaza de los Golfines). No se cabe de gente allí. En la concatedral el prelado oficia misa y homilía, contando además con la actuación del Orfeón y el reverendo Jose Luis Rubio al órgano. El acto, por completo original e irrepetible, recoge un esplendor y una afluencia de público insólitos, sin duda agudizados por la novedosa presencia televisiva y el sol radiante que iluminaba la mañana.
Domingo, 7 de abril de 1974. La burrina por la Plaza de Santa María ante las cámaras de TVE
Batallas realiza su estación de penitencia sin incidencias, pero el clima se encabrita el Martes Santo y el desfile del Cristo del Perdón se suspende por la lluvia a eso de las 20 horas. Por mor de las obras que se venían realizando en los adarves, el itinerario previsto era llegar hasta la calle Ancha, subir hasta San Mateo y bajar por la Cuesta de la Compañía, San Jorge y Santa María hasta el Arco de la Estrella, para continuar desde la Plaza Mayor hacia Pintores. Lástima que este lance irrepetible quedara por siempre perdido en la historia.
El Miércoles Santo, día 10 de abril, la salida de la Esperanza y Cristo de la Buena Muerte se tambalea hasta últimísima hora, azotada por el mal tiempo y por la falta de hermanos. Salir, no salir, los dos pasos o solo el palio… al final Dios otorga provisión y los Ramos completan la estación penitencial con sus dos titulares, aunque también con poca gente, muchas dudas y algo de retraso respecto a la hora prevista de las ocho de la tarde. No hay tregua este año y la lluvia, a veces convertida en granizo, apedrea la salida tanto de la Vera Cruz como del Humilladero el Jueves Santo. Chaquetas a cuadros y pantalones de campana quedan al instante enterrados bajo un oscuro manto de paraguas y sombreros brillantes. Pero… ¿quién le presta un paraguas a los corazones desangelados?
Tratamiento aparte merecen las vicisitudes de la cofradía del Nazareno para concretar su itinerario en esta Semana Santa, por culpa de las mencionadas obras de urbanización y pavimentado de los adarves. El tramo principal que linda con la muralla está inhabilitado, pero se espera que los operarios municipales puedan adecentar a tiempo el piso de la parte baja (Adarve de la Estrella) para permitir el paso seguro de la procesión. En los días previos a la gran noche, el mayordomo Santos Floriano nos recuerda que el itinerario de la madrugada no cambia desde el año 1946, cuando él se hace cargo de la mayordomía e impone como condición la invariabilidad tanto del recorrido, como de la hora de salida. Ah, ¿que la procesión del Nazareno no ha sido siempre “de la madrugada”? Yo también me extrañé, pero mi padre y mi abuelo siempre fueron fuente de fiar en las lides semanasanteras, y no tenía más remedio que creérmelo a pies juntillas. Siempre había pensado que el Nazareno era como esa luciérnaga que necesita de la oscuridad para brillar, para vivir, para iluminar a quienes cruzan frente a él, y que luego apaga su luz cuando la noche abandona.
Si todo va bien, la hermandad planea llegar hasta la puerta de Mérida y girar a la derecha para tomar Ancha a San Mateo, Cuesta de la compañía, Calle del Mono y Plaza de Caldereros, donde retomarían los adarves y continuarían por el itinerario habitual. ¿Se imaginan al Nazareno sorteando la calle del Mono o esos inéditos callejones por donde se escapa el tiempo? Pues eso. Si las obras no estuvieran tan adelantadas como para permitir el paso, el plan B transcurre por el siguiente recorrido alternativo: Camberos, Muñoz Chaves, Plaza del Duque, Sancti Spíritu, Margallo, cuesta de Santo Domingo, Plaza de la Concepción, Moret, Pintores, San Juan, Sergio Sánchez, Pizarro, vuelta por la Soledad, Hornos, Gallegos, San Juan, Gran vía, Plaza Mayor, Gabriel y Galán, Zapatería y Godoy. Esto es lo previsto sobre el papel. La realidad, empero, fuerza un requiebro en las previsiones.
Son las tres de la madrugada y me acaban de despertar en casa, no sé si mis padres o el olor del café con leche en la cocina. Todavía llueve. Parece que amaina mientras buscamos Santiago calle abajo, pero el cielo viste un color rosado de estos que a los cofrades de vocación nunca nos han dado buena espina. Las nubes retienen, pero no sabemos hasta cuándo. Encaramos la noche con esa incertidumbre que no te deja disfrutarla, como la más terrible aventura que sabes que está por llegar. El riesgo por la incierta climatología pesa y mucho en la decisión: el Nazareno sale a la calle, pero lo hace por el segundo de los recorridos previstos, sin penetrar en la Ciudad Monumental. Mi abuelo Romualdo, hombre sabio y no de libros sino de arrugas, dice que las calles son lo de menos porque la cruz del Nazareno llena de carey todos los rincones. Pero a mí eso no me vale. Figúrense el cuadro en vivo: la noche plagada de espejos con forma de charcos, el frío silbando entre las callejas, y el pueblo desconcertado de esquina en esquina sin saber dónde colocarse para esperar a la procesión, como un reguero de hormigas que acaban de ver pisoteado su rastro en la arena.
Este Viernes Santo, de algún modo, todos esperábamos que llegara la mañana y nos lavara tanta angustia con su claridad. El pertinaz martilleo de la lluvia no impide a los Estudiantes completar íntegro su recorrido, pero se suspende por la tarde el Santo Entierro, y del encuentro seguimos sin tener noticias. Así se marcha por el desagüe una Semana Santa con bastante público, pese al mal tiempo que desluce casi todas las jornadas, pero que repite la tónica de la escasa participación de hermanos… con inmediatas consecuencias, como veremos en el próximo capítulo.
– Continuará con el capítulo: 1975 – Mujeres en el Santo Entierro
– Consulta el índice de la serie: Semana Santa de Cáceres – Los años perdidos (1970-1986)