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1973 – Amputación de itinerarios
 
1973 es un año de transición en nuestra Semana Santa, tan plano como quizás se adivinaba el incierto futuro de estos actos. D.Gregorio Marañón, a la sazón director del Instituto de Cultura Hispánica, pronuncia el pregón en el Gran Teatro, con el tradicional acompañamiento de la Banda Municipal de música y las consignas del obispo Llopis. Pese a mi insistencia mi padre seguía sin querer llevarme, pero sí puedo contarles que el discurso fue más breve de lo habitual, y no quedó encorsetado en las reglas convencionales de la oratoria. Marañón construye en su alocución una precisa glosa de las procesiones cacereñas, comparándolas con las diversas formas de expresión y vivencias de estas fechas en Hispanoamérica. Dirige la presentación con maestría D. Juan Pablos Abril, uno de quienes más y mejor escribieran y proclamaran jamás sobre la Semana Santa cacereña. Pregonero en 1959 y conductor de un sinnúmero de eventos similares en nuestra región, miembro de honor de la Comisión pro-Semana Santa… eminencia es decirle poco.Para paliar el acucioso descenso de hermanos de carga, la cuaresma llega de nuevo con el debate bajo el brazo. Son comidilla el forzoso recorte de itinerarios que las hermandades instituyen para esta edición del 73, amén de la prolongada discusión sobre la «mecanización» de los pasos, que retoma protagonismo durante las juntas generales previas a la semana mayor. La respuesta de los cofrades, como el año anterior, sigue siendo unánime en contra de las ruedas. La carga es un acto de penitencia hasta el punto de preferir muchos que desaparezcan las cofradías antes que perder su sentido penitencial mecanizando las andas. Una postura, qué duda cabe, para hacernos reflexionar hoy. ¿Los tiempos han cambiado?

Lunes, 16 de abril de 1973. Cristo de las Batallas.

El Domingo de Ramos llega resplandeciente y tardío. El 15 de abril asoma su testa la burrina por el asilo de ancianos y baja por San Antón hasta el centro, tradicional recorrido de aquellos años, sin mayor novedad, tal como marcha el Cristo de las Batallas hacia la Plaza de Argel a las 20 horas del Lunes Santo. La salida a las nueve de la noche es patrimonio exclusivo de la reforma estatutaria que realiza la hermandad a mediados de los 80. Los desfiles del Martes, Miércoles y Jueves también transcurren con normalidad y la semana se avista, por fin, plácida en lo meteorológico. La cofradía del Cristo del Humilladero estrena este año sus primeros Estatutos Penitenciales, aprobados por el obispo Llopis Ivorra el 19 de diciembre de 1972, en los que se decreta oficialmente a la hermandad como legítima sucesora de la antigua cofradía del Espíritu Santo.

 Cofradía del Stmo. Cristo del Humilladero. Primeros Estatutos Penitenciales (archivo de la hermandad)

Jesús Nazareno sigue coloreando la madrugada otro año más, otro viernes, otra alborada. La muchedumbre que se arremolina al rebufo de su zancada, descalza o arrastrando cualquier otro signo externo de penitencia, es aún de los pocos elementos que pervive inasequible a la decadencia, a las modas, o al paso del tiempo. No le faltarán hermanos de carga al Nazareno, pero tampoco nunca su séquito popular, una escolta sin túnica pero igual de fiel, sin alhajas pero igual de poderosa, que si el oro o la alpaca refulgen y embellecen sus faroles, ellos le sostienen una vela con la misma luz pero más modesta envoltura en papel de plata. Llama que sigue brillando cuando rompe la amanecida sorprendiéndoles por cualquier rincón entre Tiendas y el adarve de la Estrella. Llama que de verdad alumbra, pues su lumbre no ilumina el camino sino el corazón de los hombres.

La organización y cuidado de los desfiles es otro de los aspectos que más ha evolucionado con el paso de los años, y por cierto nunca ponderado con la suficiente justicia. Este año la hermandad del Nazareno se ve obligada a lanzar un llamamiento público a los ciudadanos para rogar que no aparquen sus vehículos en las plazuelas conlindantes con Santiago. Esperan así cortar de raíz las dificultades que vienen sufriendo al salir las procesiones, en el caso de la puerta norte, y en el acceso de hermanos y formación de turnos por la puerta del peregrino, en las traseras del templo.

El Santo Entierro cuenta con la presencia de numerosos capuchones de otras cofradías que dignifican el desfile oficial… nuevamente con participación decreciente. Viernes Santo por la tarde, esta procesión señera nos viste de gala a toda la familia; Romualdo padre, Romualdo abuelo, el pequeño Aldo, mamá y hasta los vecinos no faltamos a la cita con la Soledad y el Yacente. Este año bajamos a la plaza, y la verdad es que no fue la mejor elección. Allí el Santo Entierro sufre algunos cortes, provocados tanto por la caótica ubicación del público como por la incertidumbre al desconocerse su itinerario exacto. ¡Se arreglarían estos problemas si tuviéramos guías de mano! Me miran como si mi mente parvularia delirase en exceso adelantada a su tiempo.

En la noche del Sábado Santo, la Virgen de la Misericordia y la Cruz Vacía ponen el broche a esta tibia edición de la Semana Santa de 1973. Los problemas no tocan fondo pero persisten, y el seno cofrade contínua tan enfermo como estaba antes. La cofradía de la Soledad suspende la intermitente procesión del encuentro, el Domingo de Resurrección, ante la fulminante epidemia de pasotismo que venimos padeciendo. Y por similar motivo otras, que no lo previeran de antemano, se ven obligadas a modificar sus itinerarios a última hora. La Semana Santa se va dejando kilómetros pero al menos gana un año más para la causa, que no es poco viendo cómo se presenta el panorama en cada nueva primavera.