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1969/70 – La década de las vacilaciones

Se preguntarán cómo es posible que yo, tierno infante recién caído de la cuna, conserve tan vivo el recuerdo como fresca la memoria de aquellos lejanos años. Hay truco, por supuesto. Mi padre Romualdo me repetía tanto y tanto las fatigas de esta época que consiguió grabármelas a fuego, y hoy puedo contarlas como si estuviera nuevamente allí, entre pajaritas, abrigos largos, gafas negras y señores rancios de estirado gesto.

Nos situamos hace más de 40 años. La Semana Santa de Cáceres guarda pocas semejanzas con la que hoy conocemos, o quizás sea más correcto decir “conocen”, ustedes mejor que yo. Existen solo siete cofradías penitenciales activas en la ciudad: Ramos, Batallas, Nazareno, Vera Cruz, Humilladero, Estudiantes y Santo Entierro, que organizan un total de once procesiones, y se rigen a través de un órgano regulador y embrionario de la posterior Unión de Cofradías Penitenciales, denominado entonces Comisión Pro-Semana Santa. Como prolegómeno de la Pasión,  esta comisión se encarga también de organizar el pregón oficial, que en 1969 recae sobre D. Julio Cienfuegos, Ilustre Cronista Oficial de Badajoz. Se celebra el jueves 27 de marzo a las 20:30 horas en el Gran Teatro de Cáceres, abarrotado, y la presentación del pregonero corre a cargo de D. Pedro Rubio, presidente de la propia comisión pro-Semana Santa.

 Jueves, 27 de Marzo de 1969. Pregón de Julio Cienfuegos en el Gran Teatro de Cáceres.

Las hermandades afrontan esta década aquejadas sin excepción por la enfermedad de la penuria, no tanto económica como de recursos humanos y compromiso de sus asociados. Yo no tenía edad para darme cuenta, pero se palpaba a pie de acera un creciente desinterés del público y de los propios cofrades hacia las celebraciones religiosas.

La cofradía de los Ramos inaugura la Semana Santa con el tradicional desfile de la burrina, que sale a las 11 de la mañana del Asilo de ancianos de las Hermanitas de los Pobres. Desde el paseo de Cánovas baja por San Antón para recorrer San José, Zurbarán, Plaza de la Concepción, General Ezponda, Plaza Mayor y Pintores hasta San Juan. El cortejo, de estructura similar a la actual, lo abre la banda de los romanos, que entonces se denomina de tambores y clarines, y lo cierra la banda de la 222 Comandancia de la Guardia Civil, convidada habitual de los desfiles cacereños. La hermandad de la parroquia de San Juan también organiza las procesiones del Martes Santo, con el Cristo de la Buena Muerte en la advocación del Perdón, y el Miércoles Santo con sus dos pasos titulares.

La Cofradía del Cristo de las Batallas, presidida por el comandante D. Florentino Fajardo, inicia su recorrido el Lunes Santo a las 20:30 horas, tras celebrar el Viernes de Dolores una misa de comunión obligatoria para sus 385 hermanos. Es de ver el marcial cortejo encabezado, detrás de la cruz guía, por tres grandes cruces de penitente de tres metros de largo y cuarenta kilos de peso. El paso del cristo, exhuberante de claveles rojos, lo portaban soldados del C.I.R de Cáceres ayudándose de esas horquillas de cuernos, astifinas, aunque no sé si ya entonces perpetraban su extenso historial criminal empitonando las sufridas almohadillas de los varales. Mis ojos de niño no acertaban a discernir tal nivel de detalle desde los bordillos. Tras la Sagrada Imagen marchaba la banda de cornetas y tambores del C.I.R. La procesión de los mutilados, hermanos de negra túnica, llega hasta la Cruz de los Caídos ya bien entrada la noche. Allí un toque de oración llama al silencio para el rezo (esto realmente MOLA mucho, amigos… ¿por qué se pierden estas cosas?) y concluido el acto la comitiva regresa a la concatedral de Santa María saludando ya a la madrugada del martes.

Vera Cruz dispone de unos 400 hermanos, pero de muy avanzada edad la mayoría, según confiesa el mayordomo D.Hipólito Muriel al cruzarse con mi padre camino de San Mateo. Este año no cuente conmigo D. Hipólito, que aún estoy aprendiendo a sumar en la escuela, pienso para mis adentros mientras intento librarme del tortuoso y acosador tirón de mofletes. Por si pocos inconvenientes tuvieran, el paso del Beso de Judas no podrá salir a la calle debido a su mal estado de conservación. El recorrido fijado para este año es más largo que el conocemos en el siglo XXI, llegando a la Plaza Mayor por la Gran Vía pero regresando por la calle Pintores, San Pedro, Donoso Cortés, Pizarro y Santa Clara. Acompañan el desfile las bandas del C.I.R y la municipal dirigida por el maestro Curiel.

El Humilladero, hermandad asociada al entonces emergente barrio obrero del Espíritu Santo, tenía por costumbre celebrar el Domingo de Ramos el rosario de la aurora por los aledaños de su parroquia. No ha mucho que se había establecido en la nómina del Jueves Santo, tras un dilatado periplo por el Viernes Santo y el Domingo de Ramos. Son las once de la noche, y yo no debería estar despierto a estas horas pero es que no quería perderme ni una. En 1969, desafiando los densos nubarrones que amenazan hasta el mismo instante de la salida, la hermandad discurre por la antigua carretera de la Avda. de Cervantes, Colombia, Ecuador -donde se encontraba la tribuna oficial-, Chile, Bolivia, y regreso de nuevo a la calle Colombia para enfilar ya la carretera de la barriada (actual eje La Roche Sur Yon – Río Tajo) hasta la ermita del Espíritu Santo. Este itinerario, ceñido a las calles de su feligresía, es de nuevo y obligado cuño porque la hermandad, todavía joven de espíritu, que no de antigüedad, cuenta con pocos hermanos, y no está en condiciones de mantener la maratoniana travesía hasta el centro de Cáceres como venía haciendo en los años 60.

La cofradía del Nazareno, por su parte, tampoco es ajena a los problemas con los hermanos de carga, que seguían sin acudir en masa a la procesión. El veterano mayordomo Santos Floriano reconoce sin pudor que se daría con un canto en los dientes si lograra sacar todos los pasos en la madrugada, y no le sorprendería que alguno se quedara en Santiago por falta de hombros. Infundado temor el de D. Santos, como a la postre sería patente.

Abre la madrugada, tras la Cruz de Guía, la banda de Antiguos Caballeros Legionarios, portando guiones de los tercios y acompañada por una escuadra en formación de los mismos. Siete pasos mediante, cerraban el desfile fuerzas de la Guardia Civil con su banda de CC y TT. En 1970 las aguas reclaman protagonismo, y tras una larga espera para escuchar la opinión de los hermanos, la corporación decide al filo de las seis de la madrugada no realizar la estación penitencial. Mi madre se quedó seca de rezar avemarías para ver al Nazareno en la calle. En este época desfilan solo siete pasos en la madrugada porque el grupo alegórico de la Exaltación de la Cruz venía haciéndolo a las 20 horas del Sábado Santo detrás de la Virgen de la Misericordia, en la procesión del silencio. Presencia esta procesión del 70 el nuncio de su santidad, D.Luis Dadaglio, que se encuentra de visita en Cáceres y acompaña al presidente de la Comisión pro-Semana Santa, D. Pedro Rubio Merino. Yo no sabía lo que era un nuncio papal, pero suponía que se trataba de un señor muy importante porque mi padre, mi abuelo y sus vecinos no paraban de comentar todo el rato la noticia.

La cofradía de los Estudiantes, con apenas once años de trayectoria, suma más de 700 hermanos y viene barajando opciones para adquirir una imagen de Dolorosa, un curioso proyecto que pronto las circunstancias se encargaron de enterrar en el olvido y del cual nunca más se supo. El cortejo de blanco y negro sube hasta el barrio antiguo para realizar en la plaza de San Jorge una estación con el sermón de las siete palabras. La espectacular iconografía del Cristo tumbado despierta una especial admiración entre las gentes, que tenían a esta joven hermandad como un simpático soplo de aire fresco en el escenario cofrade de entonces.

El Viernes Santo de 1969 es frío, desapacible y lluvioso, tanto que se suspende el Santo Entierro y la procesión del Cristo de los Estudiantes se limita a una fugaz vuelta por Ríos Verdes, Sancti Spiritu, Margallo y regreso al templo por la estrecha pendiente que sube desde enfrente del colegio San Antonio. En 1970, también en un Viernes Santo desapacible, tan solo dos mantillas acompañan a la Virgen de la Soledad. Diríase que el Viernes Santo tuvo siempre una especial querencia por el inquietante trazo oblícuo de la lluvia.

La Soledad, además de la escasez de los hermanos, atraviesa también algunos problemas económicos. La cuota anual es de 12 ptas. por cofrade, que en número de 400 apenas llegan para cubrir los gastos mínimos de mantenimiento. El problema más grave es que el antiguo paso del Santo Sepulcro está cayéndose a pedazos, literalmente. Ante los pobres recursos monetarios de la hermandad, la Caja de Ahorros dona en 1967 un vistoso -y pesado- nuevo paso de Jesús Yacente, que acompañaría a la Virgen de la Soledad desde aquél Viernes Santo hasta ya el ocaso de los 90. Por ese motivo, durante gran parte de los setenta procesiona delante del Yacente el Consejo de Administración de la Caja en pleno.

La semana de Pasión se cierra con la procesión del encuentro, evento organizado por la cofradía de la Soledad que subsistía en permanente riesgo de suspensión por la escasa afluencia de hermanos, que acudían este día en menor número aún que al Santo Entierro. Aquella procesión del encuentro cuenta con una configuración muy diferente a la actual: sale a las 10:30 desde Santa María, enviando un paso por la calle Tiendas y otro directamente por el Arco de la Estrella, para encontrarse en la plaza y regresar hasta su ermita, ya sí, por el mismo itinerario que conocemos hoy. Como observamos en la foto, la Virgen de la Alegría luce en las andas un pequeño velero que actualmente ya no se utiliza.

Domingo, 7 de abril de 1969. Virgen de la Alegría y mantillas en la Plaza.
En los albores de esta década de los setenta, la escasez de hermanos de carga es el principal quebradero de cabeza de las cofradías cacereñas. Con frecuencia los directivos lidian hasta última hora con dudas sobre si podrán sacar o no todos sus pasos, o si tendrán que aliviar recortando el itinerario previsto porque los turnos son demasiado cortos. Los factores para el avance de este fenómeno resultan inciertos, aunque en este punto casi todas las fuentes coinciden en señalar a la emigración como uno de los primeros disparadores del descenso participativo en los cortejos. Sin embargo, y como la problemática es mucho más compleja que todo esto, iremos descubriendo y desgranando otras teorías conforme avancemos en la secuencia de años.