¡Mira cómo pasa el tiempo, buen amigo!
Ya no sé las primaveras,
que nos dejaste sin cuna y sin abrigo.
No creo que al cielo lleguen
estas letras que te escribo,
porque allí con este infierno
poca cuenta quieren ya.
¡Ay Jesús, qué mala suerte!
Tú por irte antes que yo,
yo por quedarme con las ganas de tenerte.
Y de estos casi veinte
siglos que llevo sin ti,
mejor que solo te cuente
que alguno sigue tu ejemplo
y te tiene tan presente cual si estuvieras aquí.
Y del resto, amigo mío,
qué poquito te has perdido…
La muerte sirve de poco,
la vida es aun peor,
y encima tu religión,
ha hecho un voto a la miseria,
al dinero, al sufrimiento, al delito y al horror.
Solo se salva el corazón
y la verdad del misionero,
las tardes en el Nazareno,
y algo de lo que leo en los blogs.
Y del resto, amigo mío,
qué poquito te has perdido…
La Semana de Pasión,
de lo poquito que nos quedaba ya
para sentir, para soñar,
para vivir y disfrutar,
ahora es un triste culebrón,
hogar de envidias y rencor,
donde tus hombres se denuncian, se pelean,
te guardan o te pasean,
según las 30 monedas.
Si hoy regresaras
a esta tierra de cobardes,
y vieras lo miserable
en que la hemos convertido,
digo que antes de intentar siquiera arreglarla,
te irías arrepentido.