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“Seguimos pagando las subvenciones a las asociaciones de todo tipo, poco a poco cumplimos y así será siempre”
Tan lapidaria sentencia tiene como autora a la alcaldesa de Cáceres, Sra. Carmen Heras, que la publicó en su perfil de Facebook el pasado jueves 27 de enero a las 11:05 horas.
Cuestionada sobre si en esa afirmación estaban también incluidas las cofradías de Semana Santa, Doña Carmen nos ha ofrecido la callada por respuesta, respuesta que hoy -30 de enero- todavía seguimos esperando. Un servidor no sabe ya si le resulta más inquietante el silencio de nuestra mandamás, el “poco a poco cumplimos” o el “así será siempre”, pero el caso es que he estado pensando seriamente en ofrecerle mis servicios como gestor de Social Media. Idea que finalmente, tras una sesuda evaluación de 7 segundos, he optado por desestimar.
Avatares políticos aparte, lo cierto es que esta anécdota me ha llevado a un ejercicio de imaginación pesimista, y por consiguiente a una reflexión bastante más seria.
Sabemos que por culpa tanto de la reducción en las subvenciones como de los retrasos en el cobro de las mismas, algunas hermandades están teniendo que hacer encaje de bolillos para cuadrar sus presupuestos, esfuerzo tan loable como poco grato para sus responsables. Poniéndonos en el horizonte más negro posible, la situación es evidente que está muy chunga, y además no hay ningún atisbo de que registre cambios en un corto plazo. Me pregunto pues: ¿deberían las hermandades pensar en modificar radicalmente sus planteamientos y eliminar toda dependencia de las ayudas municipales? ¿Tenemos voluntad real de afrontar cambios estructurales profundos, o vamos a seguir igual año tras año, instalados en una confortable pereza mental, esperando a que llegue el milagro o el gordo de la lotería? ¿Tiene sentido, con la que está cayendo últimamente, que el principal quebradero de cabeza de una hermandad penitencial sea el dinero?