“…Que si el Womad y la feria, que si San Jorge y los carnavales, que si el mercadillo y los festivales, luces, fuegos, bombillas, crisol de tonalidades, brillo suntuoso y febril de nuestra capitalidad… mismos tópicos que, en contraste, sumergen a la Semana Santa en aguas de oscura solemnidad, aburrida oficialidad y opaca monotonía.” Colores en la Semana Santa de Cáceres.
Se me antoja hoy hablar de los contrastes de Doña Cuaresma. Dama de la alegría para muchos, pero también reina de lo contrapuesto, de la oposición de perfiles, ceremonia de la contradicción, señora de la antítesis y del claroscuro íntimo y pertinaz. Cuaresma donde bullen los hombres por cientos, miles que dan forma a un paisaje denso, complejo, entretejido, difuso para el profano. De filas, de cirios, de símbolos, de balcones, de escuchas, de esperas, de músicas, de luces, de colores. Y desaparecen los miles de hombres, cuando emerge el paisaje que forman.
Amigos contra amigos, anochecer contra amanecer, atardecer contra la mañana deslumbrante. Las dichas contra las desgracias, los asfaltos del futuro contra el empedrado milenario, la cara contra las cruces que van delante. Antes la guerra y ahora por fin la paz, el cante contra la música, lo social contra lo popular, la variedad controlada sobre lo eternamente igual.
Hablemos de un Jesús que desfila a los sones de la legión, enarbolando banderas y acunado por cañones y por fusiles. De una fiesta poquísimo amiga de la sátira y lo mordaz, que se tapa los oídos ante la camaradería y el cachondeo cándido de quienes la construyen, aquellos cuyos cojones, unas veces por suerte y otras por desgracia, suelen quedarse sin ruido sobre la barra del bar. Maleducados se arremolinan sobre los bordillos, con altas voces, risas idiotas y el respeto, ¿dónde está el respeto? acaso lo han perdido, acaso nunca lo aprendieron. Enfrente, la mirada bañada en lágrimas de un alma inmóvil acordándose Dios sabe de qué. Tu llanto, compañera, lo llevo cosido al mío.
La iglesia contra la calle, la austeridad contra la opulencia, la tele contra la radio y el clero contra la ciencia. Silencio contra murmullo, censura contra verdad, lo mío contra lo tuyo, batallas de cofrades cuestionando libertades. Miles y miles de invitados a la partida. Todos juegan en la fiesta, pero ella no tiene quien le escriba.
Hablemos de la paradoja de una casa de los caballos que no tiene caballos, de una casa de las cigüeñas que no tiene cigüeñas, o de una casa de las veletas sin veletas. De la buena cara de las autoridades, mirada ávida mientras se frotan las manos, zancadillas de obras y calles levantadas en pleno marzo. De la obligada corrección política frente a los salvajes intereses económicos. Que sí, que las leyes están ya escritas, pero la conciencia también está pa algo.
El recelo contra el profano, y la aquiescencia con el veterano. La espera dulce, el clímax delicado, el final áspero como la lija. Las pipas, el chicle y las torrijas. El saetero contra la banda, el retumbar contra la calma, el cura contra el cofrade, jóvenes contra ancianos, tradición contra evolución que aquí nunca se dan la mano.
Hablemos de las 350 primeras páginas del libro de los sueños, las que pasamos a toda prisa sin leerlas con detenimiento, devorándolas, sin reparar en las notas al pie y observando las fotos muy de reojo. Y también de esas 15 últimas que agarramos con fuerza desesperada, y que se nos escapan de entre los dedos, cuando nos empapamos hasta del último punto y coma porque sabemos que la obra maestra se termina inexorablemente.
Aluminio contra madera, la rampa contra la escalera, los focos contra la cera, el soportal contra la corredera. La negrura contra el sol, el azul contra el chaparrón, el capirote contra el plumero, el norte contra Sevilla, y todo el peso de una horquilla sobre un pobre costalero.
Hablemos de la mentira a los cuatro vientos y de las verdades que se callan por dolorosas. De la rosa contra el cardo, de viejos templos de piedra caliza y de otros modernos de ladrillo de cara vista. De una curiosa economía, sufrida y apretada como tantas, que subsiste a duras penas a base de cuotas y subvenciones, pero que luego se estira increíblemente en forma de necesarios metales preciosos, maderas nobles e ineludibles obras de arte moderno, ésas que gracias al euro ya no podemos llamar millonarias.
El grito contra el martillo, el orden contra los chiquillos, la fila india contra la bulla, los vaqueros contra la casulla. Los turnos contra las cuadrillas, la elegancia contra las zapatillas, el centro contra los barrios y la jungla de Internet contra los diarios.
Hablemos del temple del viejo curtido, de la tozudez de las abuelas, del arte de mil kilos danzando entre callejuelas. Cobardes que se cobijan bajo la hiel y la estulticia. Valientes que plantan cara a todos esos, a los cabestros que piensan que Cáceres no tiene nada por lo que poder partirse el pecho. Yo me compadezco de ellos, pues nunca lucharán por cosas importantes. Mas bienvenidos sean, sin rencores, a este universo de árbol, de barros y de contrastes.
Foto: E.Alonso
2 thoughts on “32 – Contrastes”
Es curioso, pero aunque critiquen y no estén de acuerdo, en una época al año, ajenos, propios y extraños, se acercan y quedan unidos tras las pisadas de cristo I.
gran verdad, komo muchas de las q ahi en el texto se dicen. enhorabuena.
Es curioso, pero aunque critiquen y no estén de acuerdo, en una época al año, ajenos, propios y extraños, se acercan y quedan unidos tras las pisadas de cristo
I.
gran verdad, komo muchas de las q ahi en el texto se dicen. enhorabuena.