Cuida de estas letras, que adentro llevan mi alma.
Soy Camberos en penumbra.
Soy el desgarro cornetero.
Soy el guijarro traicionero,
que por Bujaco te derrumba.
Soy San Juan en trasera sombría.
Soy Soledad que guarda mi tumba.
Soy Pizarro, solitario y tenebroso.
Soy Santa Clara, Puerta del nuevo día.
Soy adarve, moruno y bullicioso,
y en él camino por donde solía.
Apoteosis cruzando Santa María,
desayuno riendo luminoso.
II
Yo, retiro eterno del escriba,
tanto lujo llevo como rehuyo.
Soy suspiro de larga fatiga
en los hombros de los hombres tuyos,
Y te miro tragando saliva,
y te asombro entre los murmullos.
Soy violento claroscuro,
poso de lo profundo y lo popular.
Soy la inspiración de tu arte,
de la nota, la palabra y el flash.
Yo soy el cuarto centenario.
Soy custodio y relicario.
Soy aliento a medio escapar.
Soy presente, futuro y pasado.
Soy la huella de la antigüedad.
III
Soy el octavo pecado capital.
Soy bostezo criminal en la mañana.
Soy pasmo y rezo al contemplar
el reo andando por la muralla.
Yo te miro y nunca te miento,
yo te hablo hondo con la mirada.
Soy la ilusión a tu cuello anudada.
Soy la fuente de tus pensamientos.
Tierras de abolengo y espada,
pudieron ver mi acunamiento.
De nada ni de ninguno
yo me siento patrimonio.
Soy alarido quebrado
de un poblado mansurrón,
que pervive prendido de insomnio,
que obedece silente al reloj.
IV
No preguntes Cáceres, quédate en la duda.
Soy la plata que a mis faroles da tu luna.
Yo soy aquello que te hace diferente.
Soy tu resuello, fugaz y reverente.
Soy lo nuevo y soy lo viejo,
frío emboscado en pedernal.
Soy el repiqueteo de horquillas,
que al ritmo del tenso pellejo
más que andar quieren bailar.
¡Que no me empadronen en Sevilla!
¡Que éste es mi carné de identidad!
V
Soy ídolo de atávicas hechuras.
Poseo trazas de legendario.
Llevo un gesto macilento,
que nunca precisó de cura.
Ni tengo ni quiero barrio.
¿Pa qué más barrio que mi gente,
más cartel que la piedra caliente,
ni más trono que la Extremadura?
Soy el quinto día de la semana,
motivo de esperanza cotidiana.
Soy la gala que no halla balcón,
y la pala que ahonda tu reflexión.
Soy el miedo que existe en ti,
clavo ardiendo si se acerca el fin.
Soy la garra que tu palo amarra.
Soy el que da el sentido a tu sentir.
VI
Acojo tu historia entre mis brazos.
Muero a diario por tus calles.
Transformo mi última costilla
en preludio denso de tus detalles.
Soy el lirio en tu penar,
y el clavel en tu alegría.
Soy enjundia por el día,
y en la noche majestad.
Soy tu conciencia atroz.
Soy alivio en tu agonía.
Soy crujido de rancia madera,
boca de quien no tiene voz.
Del rigor de la madrugada
nadie sabe más que yo.
Del rigor de mis hermanos,
hablaremos en otra ocasión.
VII
Tengo el sueño por equipaje.
Por mí ya sudan los chiquillos.
Por mí se hacen personajes
tantos tristes personajillos.
Por mí se torna la plaza
en un lienzo vivo de Murillo.
Yo soy portones de caoba,
los testigos de mi camino.
Por mí callan los altos trinos.
Por mí amamantó la loba.
Enjambre de dilatada pena,
hambre de pregón constante.
Riscos mordidos de almena,
faros de cera tremolante.
Ventana que besas la escena
pa ver mi estampa itinerante,
abre tu pestillo a mi paso
que yo soy el estandarte.
VIII
Soy el veterano huraño.
Soy la espera sentida.
Soy el amigo de por vida,
que ves una vez al año.
Donde yo piso con mi leño,
ni los jefes de tu mundo
ni la fuerza de la bulla
osan cuestionar mi rumbo.
Mira si soy cacereño,
hombre que a mi vera arrullas,
que hasta me puse en un segundo
el nombre de una calle tuya,
Y de tanto y tanto caminar,
grito mas no me hundo
Y mi madre se quiso llamar
como las lindes de tu catedral.
Tú que a pesar de la edad
me paseas gemebundo,
tú que me viste de nieto
y vas a verme de abuelo,
tú que naciste con la suerte,
de poder besar este suelo.
Soy en tu vida el anhelo,
soy el consuelo en tu muerte.
IX
Renazco en albores de marzo,
no cabe la gente en la plaza.
Dos hermanos a mi lado
escoltan sus capas blancas.
Dedo gordo desgastado.
Cambio besos por estampas.
Soy tu sed, tu enfado y tus dolores,
soy la razón de tu amanecer,
soy el león junto a la torre,
ave temprana y cordel.
Soy tu mito y soy tu tiempo.
Soy plegaria bajo el olivo.
Yo disfruto el premio lento
de morir mi muerte contigo.
X
Yo soy la nube sin cielo.
Yo soy la noche sin luna.
Yo soy el llanto sin ruego.
Yo soy la nana sin cuna.
Yo soy la rama leve
que acaricia mis espinas,
heridas de mi escarmiento.
Yo soy la llama breve
que detrás de mi camina,
e ilumina mi tormento.
Y acabado el gran dolor
saco pinchos al momento,
doy calor al sentimiento,
enfrío cañas en el asador.
¡Jefe, rondas pal regimiento,
que esta noche invito yo!
Yo soy la lluvia que temes.
Yo soy el aire que bebes.
Yo soy cruz suspendida al viento.
Yo soy el morao.
Yo soy el silencio.